miércoles, 18 de diciembre de 2013

Carlos Correas: la escritura a cuchilladas

“Hago huelga porque no logro una faena metafísica, o una sajadura, una pequeña sajadura metafísica, una que abra el novillo como una ventana, una ventana hacia lo que está del otro lado del novillo sajado… No sé explicarle… Una vez en el frigorífico de Barrancas, corté durante doce horas, tenía los dedos desollados, todavía no me había repuesto del último carbunco, además de la brucelosis crónica que usted me diagnosticó. Los doctores, estúpidos, me habían atiborrado de corticoides y de penicilina. Pero yo, esa vez en Barrancas, con el edema y las pústulas en la cara y en las manos, casi alcanzo cortando a abrir la ventana hacia… hacia…”.
Carlos Correas, Doctor Manty

por Gabriela D’Odorico *

No conocí personalmente a Carlos Correas. Sospecho no haber tenido la suerte. Sus traducciones de Weber, Kant y Kierkegaard, a veces prologadas con audacia, cuidadosas del original y, en especial, respetuosas con el lector por su bello castellano, me llevaron a adoptarlas. Supe de los enojos que provocaron en el mundillo intelectual vernáculo sus juicios implacables sobre literatura, filosofía o cine. En diciembre de 2000 me enteré, por la conmoción de algunos allegados, que acababa de matarse a los 69 años.

Hace unos meses tropecé con un libro de publicación reciente, Un trabajo en San Roque. Al hojearlo sobre la mesa de la librería me extravié en sus párrafos. Las borracheras, el cine, los desaparecidos de la dictadura, las clases de gramática, el cáncer, el cine norteamericano o la homosexualidad adquirían un espesor inédito. Mi curiosidad llegó al extremo con el relato de un profesor de filosofía que viaja de Buenos Aires a trabajar a un pueblo en el que su permanencia se convierte en un vagar absurdo y sinsentido. No pude abandonar la lectura. En pocos días devoré todo lo que encontré editado mientras rastreaba escritos agotados. Libros, reportajes y artículos diversos me confirmaban la escritura descarnada en la que cada cosa es llamada por su nombre sin atenuantes. Dejando de lado las fórmulas vacías y disecadas del academicismo Correas dota al lenguaje de una consistencia poco habitual. Sus textos plagados de episodios autobiográficos me sumergieron en los pormenores de una vida que, sin duda, había devenido literaria. Me encontré con un autor que se narra en todos y cada uno de sus textos pero que, sin embargo, logra que la recurrencia a datos circunstanciales no se agote en sí misma. Al contrario, se vuelven superfluos frente al abismo que abren sus historias contundentes y sin garantías.

Hablar de una literatura que involucra al autor de carne y hueso es un asunto delicado. La ansiedad por hallar un “perfil” psicológico o moral del escritor siempre traiciona. Interpretar, comprender y finalmente juzgar la obra a partir de ese “perfil” puede hacer fracasar la eficacia de la mejor literatura. Apelar a justificaciones médicas, psicológicas, jurídicas, biográficas o policiales, según el caso, es pretender dictar sentencia sobre la “culpabilidad” de un hombre frente a su obra. Así la literatura se vería diluida en la medicina, en las ciencias sociales, en la cultura, o en la vida cotidiana, cosa que el mismo Correas abomina en las conclusiones de su Arlt literato. El efecto disolvente impediría que el éxtasis y el horror, el hechizo y el asco convivan, por la magia literaria, en cada instante de la lectura. La escritura de Correas, que llegó a ser denominada “maldita”, es sobradamente capaz de suscitar mecanismos defensivos. Porque no es fácil exponerse a la conmoción que sus escritos provocan. Pero sí es muy fácil sucumbir a la tentación de juzgar su producción a la luz de su tumultuosa vida privada.

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Las referencias autobiográficas, abundantes en sus textos, señalan que Carlos Correas nació en Buenos Aires, en el barrio de Palermo, un 20 de mayo de 1931. Sus primeros veinte años transcurrieron en viviendas cercanas a la Avenida Santa Fe entre el Puente Pacífico y Dorrego. Más tarde se muda junto a su madre a una vieja casona de la Avenida Garay al 4000. Se identifica con la generación de hijos y obreros de inmigrantes que soñaban con ser “empleados” de clase media. Trabaja desde muy joven como administrativo en el Club Atlético River Plate. Sigue la carrera de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires con muchas resistencias al régimen tradicional de cursada. Interpretaba el estudio de la filosofía clásica, del Griego y del Latín como un modo de eludir el pensamiento fenomenológico y de la existencia que eran los que capturaban todo su interés. Por ello rindió varias materias como alumno libre y dedicó tiempo a estudiar alemán para leer a los grandes filósofos. Reconoce que las prácticas homosexuales de su juventud, irrefrenables durante algunos períodos, alteraron la continuidad de su carrera que, finalmente, concluye. Fue docente de Historia de la Filosofía Moderna y de Problemas Filosóficos en la UBA y en la Universidad de La Plata. Siendo profesor conoce a una alumna de 19 años que encuentra muy parecida a Audrey Hepburn. Con ella viviría mucho tiempo en el departamento de Pasteur y Bartolomé Mitre.

Sus primeras intervenciones literarias son de la década del ’50 en la revista Contorno. Sus participaciones fugaces alcanzaron a vincularlo, a los 20 años, con los hermanos David e Ismael Viñas, con León Rozitchner y con Jorge Lafforgue. Pero, en especial, la amistad estrecha y la afinidad literaria que lo une con Oscar Masotta y con Juan José Sebreli lo coloca en el “trío divergente” de la dirección de Contorno. En el prólogo a Kafka y su padre afirma Correas que “la ignorancia y la ignorancia de la ignorancia reinaban en Contorno” cuando se discutía acerca de escribir sobre la realidad nacional o sobre autores como Kafka. Y concluye “la coyuntura en mí se resuelve en el momento de proyectar la posibilidad de hablar de Kafka hablando de la Argentina y de hablar de la Argentina hablando de Kafka”. En esa revista se publicó su cuento “El revólver” (1954) calificado por algunos críticos como uno de los mejores de la literatura argentina contemporánea. En él se evidencia, a la manera de Arlt, el interés por los actos trascendentes. “Ahora he hecho algo: lo primero efectivo en treinta y dos años. Y ahora quiero matarlo, quiero ser un asesino. Pero serlo, serlo. Cargarme un crimen al pescuezo como si me colgara una piedra negra e inmensa para toda la vida. Vivir mi crimen, saborearlo, ser mi crimen.”

En diciembre de 1959 la revista Centro, perteneciente al Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras y dirigida por Lafforgue, le publica un cuento de temática homosexual “La narración de la historia”. El mismo estaba dedicado a Celia Durruty, una integrante del comité de redacción y a quien Correas atribuye la salida de su homosexualidad. Contaba en 1996, en la revista El ojo mocho, que por una denuncia de una agrupación de derecha católica estudiantil de la Facultad, la justicia calificó el cuento como “publicación obscena”. Así, a mediados de 1960, se prohibió y secuestró la edición y se condenó con libertad condicional de seis meses al comité de redacción y al autor. En ese cuento había escrito: “He querido ser un hombre duro y libre. Algo así como un hombre solitario que camina por la noche: disponible y dispuesto a todo. Que va, desde luego, a su casa, pero que puede desviarse en cualquier momento hacia otra parte tal vez para siempre. Sin compromisos, sin costumbres, sin gustos de ninguna manera típicos. Que pueda volverse o seguir adelante. Solamente acosado por el hambre, el sueño o la suciedad y por el miedo de que a pesar de todo pueda tener una vida. Algo que los demás pudieran mencionar como ‘La vida de…’, sin agregar nada más”.

Años después se conocieron sus traducciones. Algunas de ellas -Cómo orientarse en el pensamiento y Sueños de un visionario, ambas de Kant y Cartas del noviazgo de Kierkegaard- llevaron prólogos memorables.
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Pero tendrá que producirse la llegada de la democracia a la Argentina para que sus libros, gestados durante años de escritura silenciosa, puedan publicarse. Así se conoció en 1983 Kafka y su padre, notable análisis de la figura del padre a partir de la famosa carta de Kafka al padre. En 1984 se conocería una de sus dos novelas de ficción, Los reportajes de Félix Chaneton, compuesta por una trilogía que reconstruye la atmósfera política y cultural del pos-peronismo hasta 1973. Allí advertía que toda autobiografía es una heterobiografía: “Pues si yo soy lo que son los otros, confesarme es declararme y declarar a los hombres en mi”. Esta afirmación anticipaba el sentido de uno de sus libros más leídos:La Operación Masotta (cuando la muerte también fracasa) de 1991. Las múltiples referencias autobiográficas de este ensayo explicitan la estrecha amistad que lo unió al introductor de Lacan en la Argentina, Oscar Masotta. Presentar una biografía como una “operación” intelectual supone narrar la genealogía que convierte a Masotta en un pensador, en una Escuela y en un grupo de seguidores. Esto demuestra el fracaso de la muerte física pero exhibe generosamente el procedimiento mediante el cual Correas convierte su propia vida, a través de la vida de los otros, en literatura. Basta recorrer los párrafos en los que se alude al trío que ambos conformaban con Sebreli, unido por la pasión filosófica, literaria, cinematográfica y sexual: “además deseábamos matarnos entre nosotros… cada uno se desolaba con el deseo de que los otros dos del trío resultaran muertos. Además éramos entrañables compinches en el fraude y en el robo”. El ambiente intelectual, cultural y político argentino de los ’50 da sentido a los episodios que se transmutan uno en el otro por obra y gracia de la literatura. Ésta permanece como única utopía: “quise ser escritor. Lo sigo queriendo. Sé que tengo mucho aprendizaje por hacer. He cumplido 58 años. Espero que a los 80 pueda escribir una línea digna” rescata como balance de esta “operación”.

Recién en 1996, después de varios años de lucha con las editoriales, logra publicar Arlt literato, un trabajo crítico en el que la lectura de Arlt se actualiza en la densidad que Correas sabe imprimirle al lenguaje. “La densidad mienta aquí el hecho de que la obra literaria se mantiene por sí sola en vez de disolverse en la ‘Cultura’, en la ‘Tradición’ o en las ‘Bellas Artes’… Lo opuesto a ‘denso’ no es ‘nítido’ o ‘leve sino “adocenado’”. Es esta densidad de la invención la que se va apoderando progresivamente de sus textos y los preserva de convertirse en escritura que persigue ser aceptada, sea por la crítica, el público, las editoriales o el mercado.

En 1999 se edita Ensayos de tolerancia en el que se recopilan publicaciones diversas de los ‘90. Incluye el cuento "Él y ella" en el que el narrador-autor dice: “mi ya inminente y tan postergada muerte no me angustia, sino que me calma dejar como herencia mis libros y mis bibliotecas. Por lo demás, aún persiste mi fe en la palabra”. Ese mismo año dictó cursos sobre El deseo en Hegel y Sartre, que serían de publicación póstuma en 2002 al igual que su segunda novela de ficción, Un trabajo en San Roque en 2005.

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En su última novela Correas parece haber llegado al estado anunciado en La Operación Masotta: la soledad obligada que permite adoptar la “entonación elegida”. Un trabajo en San Roque agrupa tres nouvelles con temas recurrentes como el paso del tiempo, la hipocresía, la mediocridad y el fracaso. Los personajes marchan hacia la destrucción, enfermos de una muerte inexorable, no luchan contra ella sino que trabajan denodadamente para que se desate, la provocan y la extienden. Las relaciones humanas oscilan sin mediación desde la angustia pavorosa al cinismo más exaltado. La muerte es un ideal purificador que se transforma en un hecho estético único, capaz de sobrevolar la degradación de la vida cotidiana. Aparecen seres acabados en la evolución y el despliegue de sus pasiones con sentimientos desencontrados hasta lo inimaginable. Guiados por la búsqueda de una justicia, miserable, individualista y extrema se estrellan con cuestiones existenciales irresolubles que venían eludiendo a lo largo de sus vidas mediocres. Cada relato de esta trilogía lo ilustra de un modo diferente.

La primera, denominada “Doctor Manty”, exhibe las actividades de un influyente médico del pueblo de Coronado. “Se buscaba como siendo el hombre más intenso que podían ofrecer los hombres”. Su servicio médico asiste toda situación, incluso dudosa, que lo requiera. Da disertaciones humanistas, graba recitados de poesía popular argentina y es una autoridad moral para los habitantes. Piensa que en la Argentina de los ’70 hubo una guerra cívico-militar entre dos terrorismos que hizo inevitable la desaparición de tres chicos de Coronado. Es un hombre que llegó a un equilibrio y a cierta felicidad alienadas: “Soy un personaje en desintegración. Cargo con mis propios restos… Y ya no tengo vivencias propias”. Uno de sus amigos responde entusiasta “Vos y yo podríamos crear y dejar como legado el mito de dos desintegrados felices”. Los acontecimientos se precipitan más tarde cuando al Dr. Claudio Manty discute a solas con el comisario, activa su arma, quiebra el silencio con un disparo y sale de la comisaría sin despertar sospecha. “Claudio se detuvo en la puerta de la comisaría. Vio pasar el ómnibus de las 21 y 30 a Rosario. –Por fin he hecho algo –dijo”.

La segunda nouvelle “Madre, Vivi y Miguel.” constituye un relato extremo. El trío indisoluble que conforman los personajes está atravesado por el desencanto con la vida y por el fracaso como destino irremediable. Miguel presencia la agonía de su madre que en su balance final dice “Cuando yo me vendía ayudaba a hombres degradados. Ningún hombre podía herirme.” A manera de oración fúnebre Miguel comienza a leer fragmentos de su diario delante del cadáver: “Madre muy deprimida por sus peleas con Gerarda. Sus autorreproches son muy puercos. Habla de tirarse por el balcón o de tomarse todos los Emotival que yo tengo escondidos detrás de unos libros… Madre vuelve, muy contenta, pues tiene cita con un vejete que ha levantado en el Gin Bar. Se viste de negro, con tacos altos, se maquilla y se va; le deseo que no lo humille demasiado.” Terminada la lectura, se baña y se viste cuidadosamente: “Gracias al régimen para adelgazar que había emprendido desde que a Madre le diagnosticaron el cáncer, el traje le sentaba justo”.

“Un trabajo en San Roque” cierra la trilogía de lo que puede vislumbrarse como una particular dialéctica correísta. Se trata de una especie de relato policial-existencialista teñido por una mediocridad y un optimismo chato que repugnan. El director de un Instituto recibe a un recién llegado profesor de Buenos Aires que pregunta por el trabajo: “Usted tiene cincuenta y cinco años. Tres menos que yo. Usted viene de profesor de Filosofía y de Lengua a mi bachillerato acelerado de adultos de San Roque, a mi instituto Luz, a cien kilómetros de Buenos Aires. Vivirá en mi cubil. Es un trabajo para profesores jóvenes debutantes o para arruinados”. El director, que se presenta también como director del único diario del pueblo y Comisario de San Roque explica y se justifica en su tarea: “Yo refracto y adapto los textos de los editoriales de los grandes diarios al gusto de San Roque y siempre dentro del horizonte y de las posibilidades del pensamiento sanroqueño” Frente a la clase, el profesor reflexiona en silencio: “Debía de ser lóbrego que jamás aprendieran el objeto directo y el objeto indirecto; jamás lo retendrían. Quizá con otro profesor, completo y prolífero, menos desquiciado por el aburrimiento, más ciertamente apartado de una felicidad espectral”. Terminada la clase el director lo consuela “-Se sentirá vaciado y revoltoso … Les ha dado clase a unas nadas que lo único que tienen es estropicio. Pero recuerde que están en los años de formación. … Para los negocios y la solidaridad y la prosperidad locales y nacionales… Usted es también un malogrado y no singular por cierto. De otro modo no estaría cumpliendo, a su edad, este trabajo de profesor en un instituto privado de San Roque”.


En 2000, en El Ojo Mocho, Correas decía de la relación entre literatura y realidad nacional: “Yo modestamente soy Correas. Y en esa identidad entran mi condición de asalariado universitario y de jubilado, y de ‘contemplador’ o ‘teórico’ de las miserias y de los despidos de obreras y obreros por ‘razones’ de ‘reducción de personal’. Yo tengo la sospecha de que el 17 de diciembre de 2000 la muerte también fracasó en el departamento de Pasteur. No conocí personalmente a Carlos Correas pero tropecé con su literatura y ya no puedo abandonarla. Existió una “operación” Correas y esa sí dio resultado. 




 * Publicado originalmente en revista La otra nº 13, Primavera 2006

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Gattaca: un aporte a la reflexión sobre el avance de la genética y el conflicto social


"Los óvulos que te extrajimos Marine, fueron fertilizados con el esperma de Antonio. 
 Después de revisarlos llegamos a dos embriones. 
Dos saludables niñas y dos muy saludables niños. 
 Naturalmente sin predisposición a ninguna enfermedad grave de condición hereditaria. 
 Lo que resta es elegir al candidato más compatible.”(11:12)
 Gattaca 

por Luana Esquenazi

El filme Gattaca (1) plantea un mundo futuro caracterizado por un gran desarrollo científico-tecnológico, dado por la Biología, y muy especialmente por la genética. En el mundo de Gattaca, la mayor parte de la población es concebida en el laboratorio: hijos de la probeta y la fertilización asistida. Y allí no termina el tema, porque los embriones son manipulados y seleccionados acorde a su nivel de perfección cromosómica, para así elegir los mejores especímenes.

“Keep in mind this child is still you, simply the best of you. You could conceive naturally a thousand times and never get such results. You want to give your child the best posible start. Believe me, we have enough imperfection built in already. The child doesn’t need any aditional burgance” (2). (12:12)

Estas palabras son la respuesta del médico genetista a la pareja de padres que expresa su voluntad de “dejar algunas cosas libradas al azar” en cuanto a la confección genética de su hijo. El médico es contundente (y ocupa un rol normalizador); colándose a través de sus palabras la principal consecuencia de un mundo regido por la perfección biológica: la segregación entre perfectos e imperfectos. Los mejores especímenes ocuparán puestos de relevancia en la sociedad, la economía y la cultura (3), los demás ocupan el lugar de ciudadanos de segunda, de mano de obra barata, de sirvientes de ese mundo perfecto y ordenado. Un mundo soñado de progreso futuro, pulcro, que terminó con la contaminación ambiental, y tiene la tecnología suficiente para que sea moneda corriente viajar al espacio -el protagonista, al comienzo del filme, está por embarcarse en una misión de un año a Titán, la decimocuarta luna de Saturno. Pareciera que, como contrapartida, lo mismo que constituiría su mayor triunfo -desde una mirada positivista- es la base de su fracaso. La diferenciación genética implica diferencias parecidas a las de los sistemas estamentales o de castas (categorías culturales y sociales planteadas jerárquicamente de las que es prácticamente imposible salir, de total inmovilidad social) que a la frontera demarcatoria de la clase social, siempre móvil, según el caso en mayor o menor medida; en parte porque la cultura del capitalismo ama las historias triunfalistas, y en parte -desde otro punto de vista- por la idea de la lucha de clases. En Gattaca quienes nacen “hijos de la naturaleza” no pueden exceder ese límite, y quienes incurren en ello son, como relata el personaje principal del filme, Vincent, “un sector relativamente nuevo y particularmente odiado de la sociedad que se niega a aceptar lo que le tocó”.(33:29) Se le llama de-genered o de-generados a aquellos que se hacen pasar por miembros de los altos círculos de la sociedad, tomando identidades prestadas, como sucede con el protagonista.

 Luego de las primeras escenas destinadas a la presentación del escenario y sus problemáticas, la acción se inicia cuando Vincent toma plena conciencia de que no podrá acceder nunca a su sueño de una carrera como navegador espacial. Eso lo motiva a trocar su identidad con Jerome Morrow, destacado deportista ahora en silla de ruedas y miembro de élite. Así Vincent, que además de genéticamente imperfecto ha nacido con un problema cardíaco por el que se le augura una sobrevida de treinta años, pasa a ocupar el rol de Jerome y aplica a la empresa espacial Gattaca bajo falsa identidad, obteniendo el puesto de trabajo que lo llevará al espacio, mientras que se ocupa de mantener económicamente a Jerome en el nivel de vida al que está acostumbrado. De lo relatado podemos señalar una serie de características sumamente interesantes que plantea esta visión del futuro presentada en la película.

 ¿La forma natural? 

En primer lugar, se observa que la voluntad técnica y de dominio que Husserl, Heidegger, Foucault y tantos otros han asociado a la ciencia y la técnica, pareciera llegar en el filme a su máxima expresión: la naturaleza toda es objeto de manipulación e intervención humana. ¿Difícil de pensar desde la óptica actual? No tanto. Hace aproximadamente veinte años (menos en Latinoamérica) que la medicina reproductiva cuenta con tecnología que permite practicar el DGP (Diagnóstico Genético Preimplantatorio), que busca un gen defectuoso que pueda producir una serie de enfermedades, seleccionadas de antemano según cuáles tienen más incidencia en la población general (cromosomas 13, 14, 15, 16, 18, 21, 22, X e Y); en ese caso el embrión no se transfiere al vientre de la madre. Claro está que esto no constituye una práctica generalizada. Se aclara en palabras de Vincent que esta forma científicamente mediada de concebir un hijo se ha vuelto la forma natural (4) de concebirlo. Cabe destacar las últimas novedades de la genética, que podrían ampliar el horizonte de posibilidades. Veamos.

El 18 de julio de 2013, los noticieros repitieron hasta el agotamiento que había nacido el primer niño perfecto, en Filadelfia, EEUU (5). Sus padres, después de mucho intentarlo, recurrieron a la fertilización asistida, para luego enterarse de que el problema estaba en los embriones. La noticia recorrió el mundo porque fue la primera vez que se realizó un análisis cromosómico y genético completo de todos embriones para luego elegir al embrión que tenía la cantidad de cromosomas correctos -motivo de la dificultad de embarazarse de la madre, dado que los embriones con composiciones genéticas defectuosas tienden a ser descartados por el propio organismo. El análisis llevado a cabo sobre los embriones fue una secuenciación completa de la totalidad de las cadenas genéticas: algo que antes era impensado, ahora puede hacerse de una forma relativamente rápida (6) . Esta capacidad de lectura de las cadenas genéticas en su totalidad provocó entusiasmo en el mundo de la genética dado que abre la posibilidad de que en un futuro cercano, además de ver si el niño va a heredar una enfermedad concreta de los padres, se sepa qué riesgos puede tener de desarrollar otro tipo de enfermedades, como el Alzheimer o el cáncer. Esto último es exactamente lo planteado en el mundo de Gattaca: los padres acuden al genetista local, quien con sus respectivos óvulos y esperma cultiva múltiples embriones en su laboratorio, a los que analiza eligiendo los especímenes más aptos. Pero hay algo más: además de la selección, pareciera entenderse en el filme que habría un segundo procedimiento que se lleva a cabo: la manipulación del embrión para obtener un determinado diseño de perfil genético específico:

I took the liberty to erradicate any potentially prejudicial condition (…) You could conceive naturally a thousand times and never get such results.” (12:08)

“Me tomé la libertad de erradicar cualquier condición potencialmente perjudicial (…). Podrían concebir naturalmente un millón de veces y no obtener tales resultados.”

Esto último, aseguran los genetistas, aún está muy lejos de nuestras posibilidades técnicas. Con la secuenciación genética completa se puede aspirar a seleccionar el mejor embrión posible de los que naturalmente una pareja pudo “producir”. De todos modos está claro que estas posibilidades futuras ya se perciben, se palpitan, dado que la ciencia actual está poniendo esfuerzo en desarrollar técnicas para esta disciplina. El nacimiento del primer niño perfecto abrió en estos meses un debate sobre la consideración ética de qué hacer con los embriones descartados y cómo se los piensa: ¿se los tira? ¿se los congela? ¿son seres vivos? ¿se daña algún protocolo, alguna ley, descartándolos? Los límites por ahora parecen grises y el debate está en pleno esplendor, pero la Corte Interamericana de Derechos Humanos ya se expidió en 2012, asegurando que los embriones no implantados “no son personas”. Desde la comunidad científica de los EEUU y Europa se tendió a destacar el mérito del nacimiento de Connor, como lo llamaron sus padres; pero también se alertó acerca de la posibilidad de elegir embriones porque sí, sin legítimas razones de salud que justifiquen estos procedimientos. Algo como lo que sucede en la película, en la que los padres “ordenan” para sus hijos ojos azules, nada de calvicie y visión perfecta. Es interesante la forma de expresarse del médico, cargada de gran omnipotencia y de un sentimiento de control absoluto y superioridad por sobre el mundo natural.


Una sociedad científica 

Es significativo cómo se plantea que lo natural es lo impropio, lo diferente, lo que tiene menos jerarquía. Esto choca con la visión clásica positivista –tomada del pensamiento griego- por la cual el científico debía decodificar o leer la naturaleza. Bajo esta concepción, se afirmaba la primacía de lo pragmático-experiencial y físico por sobre todas las cosas: la naturaleza era el código a descifrar y la ley máxima. Las visiones críticas, que objetaron la inadecuación de esta representación idealizada de la ciencia y del científico, denunciaron que en el fondo la ciencia porta una verdadera voluntad de dominio y manipulación sobre la naturaleza, que es lo retratado en el mundo de Gattaca.

¿Hasta qué punto el hombre ha tenido un afán no sólo de dominio, sino también destructivo sobre el mundo natural, como si fuera que en esa destrucción, su poderío se hiciera más grandilocuente? Gattaca muestra al ser humano con un gran dominio del mundo natural, pero también de sí mismo y de otros. La sociedad cientificista (7) que muestra el largometraje es fuertemente dogmática y normativa, y el conocimiento científico es parte fundamental de ese control. El control pareciera ejercerlo primeramente el Estado, representado en las figuras de los detectives. Sin embargo, el control ejercido por Gattaca, la empresa espacial –sector privado de la economía– es mucho mayor, puesto que se busca la excelencia de su personal. Constantes test de drogas, de rendimiento físico e intelectual y de la identidad que se deriva siempre de un test sanguíneo o alguna otra forma que permita descular la composición genética del individuo: hisopado, huellas dactilares, cabello, etc. La ciencia aplicada ha contribuido a este control creando las herramientas técnicas o, mejor dicho, los dispositivos de control. También existe el control entre las propias personas: cuando Irene manda a examinar un cabello de Vincent, va a un laboratorio al que todos consultan para saber el perfil genético de sus intereses románticos.

En el mundo de Gattaca hay una obsesión por estar definiendo constantemente la identidad, que aparece asociada directamente a la idea de genética. Lo que en última instancia define al individuo es su perfil genético, esa es la información preciada que se juega y se demanda todo el tiempo. En el momento en que Vincent va a su entrevista laboral, luego de analizar su sangre, Vincent pregunta a su interlocutor: “¿Y la entrevista?”; a lo que le responden: “Esa fue la entrevista.” (34:08)

¿Cuándo fue la última vez que alguien miró una fotografía? (8) El tema de la identidad

En Gattaca la vida humana está bajo control científico desde antes de que sea vida. La concepción ya no un momento único, íntimo y animal, ni es sólo es un ejercicio de laboratorio deshumanizado, sino que está fuertemente atravesado por las expectativas sociales de triunfo social.

La escena en que el genetista emite las palabras citadas arriba refleja la impotencia de los progenitores, que no sólo no conciben a sus hijos por sus propios medios, sino que tienen que oír las opiniones del especialista acerca de qué es lo mejor para su futuro hijo. El doctor agrega: “me tomé la libertad de erradicar cualquier condición potencialmente perjudicial: alopecia, miopía, alcoholismo, susceptibilidad adictiva, tendencia a la violencia, obesidad…”, todos aspectos entendidos como símbolos de la limitación humana. (12:08). Está claro que hay una idea de triunfo y progreso positivista. El hombre domina a la naturaleza humana y biológica, y también ha conquistado el espacio exterior (lejano); ha extendido su dominium. La idea de éxito va aparejada a la idea de control absoluto de todos los aspectos de la vida (hasta de lo que existe antes de la vida tal como la conocemos).

Éxito, control e identidad son una tríada que va junta, puesto que en este afán de dominio hay una obsesión por controlar la identidad. El control genético es sinónimo de éxito y orden social. La identidad ya no sería lo que entendemos hoy –algo emotivo, subjetivo e intrínseco del individuo -, sino una identidad genética. Toma la forma más positivista y reduccionista posible, y escapa a lo subjetivo, para ser algo material concreto: la identidad está en las células.

Dado que lo que define al individuo es este aspecto microscópico del que él no ha elegido ni controlar o modificar nada, llegamos al concepto de raza como el más indicado para pensar esta sociedad. Los genéticamente favorecidos ostentarían una superioridad biológica. Se plantea también como un estado de “naturaleza”, basado en la primacía del más fuerte o del más apto (9). Hablamos de raza porque las cualidades que definen la inserción de los ciudadanos en este mundo no depende de su voluntad o su personalidad, sino de su aptitud y perfección genética. Este claramente es -y aparece así encarnado por Vincent- un mundo indeseable y extremista (10), en el que quienes no son favorecidos se hallan condenados a la infelicidad. Y aquí es cuando volvemos sobre los pasos de Oscar Varsavsky para preguntarnos: ¿este desarrollo del saber científico tan ponderado llevó a un mundo más justo, más igualitario, ayudó a erradicar los problemas de la sociedad? La respuesta es contundentemente negativa. El filme deja en claro que el mero desarrollo en extensión (11) de las líneas propuestas por el paradigma positivista racional occidental moderno no llevan a buen puerto. Como plantea Varsavsky, no es cuestión de acrecentar el saber científico por acumulación y cuantificación (o perfección de las líneas ya propuestas); sino de articular la ciencia en torno a un criterio de importancia, que estipule qué conocimientos son valiosos. La ciencia no tiene una única forma de ser, sino que puede y debe ser reformulada -revolucionada- para constituir un mundo creativo y valioso; un mundo deseable. De no verse revolucionado el saber, difícilmente sea susceptible de modificación cualquier otro aspecto de la vida.


Élite genética vs. plebe natural y conclusiones

El extremismo al que hacemos alusión más arriba se ve muy concretamente, como cuando se muestra que la entrevista laboral es un mero examen de ADN del postulante; o cuando se evidencia todo lo que el protagonista está dispuesto a hacer por acceder al mundo de Gattaca, como operar sus piernas para ser unos centímetros más alto. Lo que está en juego para él es la salvación y por eso está dispuesto a todo. El extremismo se evidencia también en la diferencia de posiciones entre los “naturales” y los “genéticamente avanzados”: los primeros limpian baños y pisos, tienen inestabilidad laboral y no se espera de ellos que posean aspiraciones (12) . Los segundos viven en un mundo ampuloso y perfecto, son los elegidos. Esta discriminación de ciertos sectores de la sociedad hace recordar a los peores momentos del siglo XX. Es significativo que en el filme esta marginación de un sector por sobre el otro no implique ninguna forma de violencia ni resentimiento social. Contra lo que se pudiera esperar, quienes más desfavorecidos se hallan incorporaron la norma y no pretenden moverse un ápice de su lugar; se trata de una sociedad normalizada a través de la ciencia. El saber científico da un sustento teórico y técnico a esta segregación social, legitimando dichas prácticas. Ya no es posible argüir acerca de la separación de contextos, ni de los dos ámbitos de la historia, ni justificarse en la distinción entre ciencia pura y ciencia aplicada.

En Gattaca el desarrollo de la ciencia positiva no sólo no es ingenua respecto de objetivos de dudosa ética; además define una clara dicotomía social. Por un lado una élite-genéticamente seleccionada (como el mismo término lo indica, quiénes son objeto de la selección genética para ser concebidos, también serán los seleccionados por la sociedad, ejemplos vivientes de la tan anhelada búsqueda fructuosa de la perfección biológica) y los portadores de una marca social positiva diferenciadora y diferenciante, algo así como un estigma invertido. Y por otro lado una plebe-natural-inferior y estigmatizada. En palabras de Vincent:

 “I belonged to a new underclass, no longer determined by social status or the colour of your skin. No, we now had discrimination down to a science.”(19:00)

 “Yo pertenecía a una nueva clase baja, ya no más determinada por el estatus social o por el color de la piel. No, ahora tenemos la discriminación reducida a una ciencia.”

Es una frase irónica. Al traducir down to a science, puede significar que la discriminación se volvió ciencia, es decir: que se habría vuelto técnica, profesional, sistemática. O bien lo opuesto, dado que la proposición “a” no se escucha demasiado nítidamente, entonces podría querer decir down to science, en cuyo caso significaría que la discriminación se superpone con la ciencia, puesto que ésta última se volvió discriminatoria. En cualquier caso, lo que se plantea es el rol de la ciencia en esta segregación y jerarquización de la sociedad.

Como toda distopía, el filme toma elementos de la realidad actual para mostrarlos agudizados en un futuro lejano, para advertir de los peligros que pueden representar las acciones o lineamientos que estamos eligiendo en el presente. Sin embargo, y salvando las exageraciones propias tendientes a hacer la historia más atractiva dramáticamente, este porvenir ya está a la vuelta de la esquina y no resulta imposible pensar que de aquí a un tiempo, la población acuda masivamente a la secuenciación completa de cadenas de ADN para elegir o asegurar el futuro de sus descendientes. La tendencia a la inserción de la ciencia en cada vez mayores ámbitos de la vida antes personal y privada como la reproducción y la sexualidad, indica que ésta es una tendencia que pisa fuerte. El futuro, pareciera, llegó hace rato.

NOTAS:

(1) Niccol, Andrew. Gattaca (DVD). Estados Unidos, JERSEY/COMLUMBIA FILMS, 1997. De ahora en más cito parlamentos y pasajes de este filme y referiré entre comillas minutos exactos de aparición.

(2)  “Todavía sería el producto de ustedes, pero de lo mejor de ustedes. Podrían concebir naturalmente un millón de veces y no obtener tales resultados. Quieren darle a su hijo las mejores posibilidades, es un mundo demasiado difícil allá fuera.”

(3)  Esto se evidencia en la escena en que Vincent e Irene van a ver el concierto de piano. Ambos quedan maravillados; a la salida Irene le dice que ese pianista es de los mejores y le señala la cartelera donde se observa que el concertista posee seis dedos en vez de cinco en cada mano. Vincent comenta acerca de la “forma de tocar” y la pasión involucrada, a lo cual Irene responde: “Esa pieza sólo puede ser tocada con seis dedos”. Marcada la diferencia biológica, se marcan asimismo las posibilidades que el sujeto tendrá a lo largo de su vida.

(4) La forma no científicamente mediada es vista como algo arcaico, primitivo y lleva una carga de rechazo social.

(5) Fuentes periodísticas y académicas consultadas: 

(6) Por ahora la tecnología involucrada hace que sea muy costoso este examen y que sólo se realice en algunos laboratorios del mundo. Estamos lejos de que esta práctica sea moneda corriente, aún se están dando los primeros pasos. Pero actualmente existe una tecnología que puede leer y decodificar el genoma humano en forma completa. Los científicos afirman que es cuestión de tiempo que este test se haga más veloz, se practique en más lugares y por ende sea más barato y llegue a un nivel masivo.

(7) Tal vez sea mejor hablar de un estado científico o estado cientificista, guiado por los principios rectores de la ciencia. Esto no resulta algo tan difícil de pensar a futuro. Así como existen los estados militares o religiosos, Gattaca podría constituir un estado científico. Aquí se evidencia la dimensión de análisis planteada por Echeverría, haciendo hincapié en la profunda relación entre sociedad y ciencia. Dice el autor: “siempre hay una sanción o juicio social sobre la actividad científica” (Echerverría, J. Filosofía de la ciencia, Barcelona, Aikal, 1995, Cap. II). En el caso de Gattaca estamos frente a una sociedad que tomó los lineamientos científicos y que los valoró como profundamente positivos, de un modo tal que constituyen parte de su vida. El filme plantea claramente una sociedad científica, totalmente atravesada por este discurso.

(8)  Cuando Vincent se está preparando para incursionar en Gattaca bajo la identidad de Jerome, observa una foto de éste y destaca la falta de parecido físico que tienen y la imposibilidad de hacerse pasar por él. A lo que el agente responde: “¿Cuándo fue la última vez que alguien miró una fotografía? Todo lo que interesa de vos está en la sangre.” (28:02).

(9) En el filme se conjugan estos dos conceptos: aptitud y fuerza, encarnados por el personaje del hermano de Vincent, con quien él compite desde que son niños por ver quién llega más lejos nadando mar adentro. Vez tras vez, es Anthony quién gana la competencia, asimismo como supera en altura a Vincent a pesar de ser dos años menor. Además no usa gafas, corre rapidísimo y se lo supone extremadamente inteligente. El médico genetista advierte a los padres que este niño tendrá todo para una vida de éxito, y eso se espera de él, de igual forma que se espera de Vincent que se conforme con el rol que socialmente le tocó en suerte.

(10) Es extremista el planteo porque muestra una sociedad futura en la que se ha impuesto una rama de la ciencia como rectora de todos los aspectos de la vida. No son ponderadas de igual forma para la organización social ni la física, ni la matemática ni la astrofísica. Este extremismo tiene que ver con que se trata de una distopía; también por la forma en que se han implementado, en una total relación de las esferas de la  sociedad y la ciencia, los designios de la genética. Este planteo radicalizado tiene intensidad similar a la forma en que el Positivismo Lógico exhorta a erradicar todo lenguaje que no pueda remitirse al mundo físico-material, debiendo abandonarse términos como amor, felicidad y sentimiento.

(11) Varsavsky, O. Ciencia, política, cientificismo, 1969, Cap. II y III, Bs. As., Centro Editor de América Latina.

(12) Un ejemplo de esto es cuando al comienzo del filme el protagonista, que trabaja en la limpieza de Gattaca junto con otros naturales, es apercibido por su jefe, quien dice: “Cuando limpies el vidrio, no lo limpies demasiado bien; podría darte ideas” (21:13). Esa corrección, señala el límite de hasta dónde puede cada uno llegar.