viernes, 20 de junio de 2014

Un Largo Mundial

NOTA DEL EDITOR: Esta entrevista fue publicada originalmente en el blog La música es del aire, editado por Santiago Segura. Forma parte de una serie de charlas futboleras titulada LMEDA Mundial, que durará lo que el Mundial de Brasil. "El Mundial -explica Santiago- nos servirá como excusa para bucear en las vivencias y los pensamientos de músicos y periodistas argentinos acerca del deporte más popular en nuestro país y en el mundo". Antes de esta nota ya fueron publicadas otras: al músico Pol Neiman, los periodistas Federico Anzardi y Sebastián Lino, y la fotógrafa Andy Cherniavsky.

Llegamos a la primera semana de Mundial y el balón sigue girando en Brasil. Mas en La Música es del Aire, esta vez, ponemos la pelota bajo la suela para detenernos en las palabras de Oscar Cuervo. Profesor de Filosofía de la UBA, sabio del cine -estudió en el ENERC-, director de la revista Parte de Guerra en los '90 y, desde 2003, director técnico de ese monstruo de tres cabezas llamado La otra: primero notable revista, luego nocturno programa de radio en las madrugadas de FM La Tribu y, por último, hipervisitado blog (en el blog encontrarán enlaces a todo lo demás, por supuesto). Oscar está lejos de ser un gran fanático del fútbol, pero su mirada analítica siempre aporta al debate. Nos cuenta que es de Huracán pero no mira los partidos; que le simpatiza la figura de Maradona (con leves reparos); y que, a pesar de no ser un ferviente futbolero, lejos está de las posturas antifútbol de Jorge Luis Borges y Juan José Sebreli. Allá vamos:

HURACÁN, EL BARRIO Y LOS RELATOS ÉPICOS

- ¿Hincha de?

- De Huracán.

- Sé que no sos precisamente un fanático del fútbol...

- Efectivamente no soy fanático del fútbol, pero tampoco soy fanático del antifútbol. Digamos que me produce una amable indiferencia, siempre que cerca de mí no se pongan muy densos, onda Tano Pasman o violentos como barrabravas. El fútbol me cae simpático como juego, siempre que se lo tome como juego.

- ¿Sos de Huracán por simpatía barrial o por herencia familiar?

- Soy de Huracán por barrio, por estirpe. Mi papá lo es; un tío mío jugó en la primera de Huracán hace dos billones de años, el Turco Rueduch; mi abuelo materno trabajaba en la Quema: el predio donde se quemaba la basura de la ciudad, que quedaba al lado de la cancha, de donde sale el adjetivo los Quemeros para referirse a los hinchas de Huracán; mis abuelos eran muy pobres y llevaban a mi mamá (de chiquita) y a sus hermanos a buscar cosas valiosas, como ser cubiertos o cosas así que la gente en aquel entonces tiraba a la basura. Digamos que Huracán me evoca todo eso. Barrio de casas bajas, todavía, mucho cielo. Además el logo de Huracán me parece un gran hallazgo de diseño. Me parece que es el logo más lindo del fútbol argentino.


- Coincido, es un escudo muy lindo. ¿Y mirás algún partido o sos hincha de sólo para tener qué contestar cuando te lo preguntan?

- Hace mucho, pero mucho que no miro un partido entero. Miro un rato y me distraigo, así sea, como fue en estos días, una final entre Huracán e Independiente en la que se decidía el ascenso. No es por ningún principismo, sino que me distraigo y me pongo a leer otra cosa.

- ¿Hay algo que te acerque al fútbol, algún personaje o algún aspecto del juego que te resulte atractivo?

- Me gusta cuando el fútbol genera relatos épicos, las grandes finales del Mundial que tienen alternativas dramáticas, los equipos que remontan un partido a pura garra, cuando Maradona hacía jugadas asombrosas e inolvidables en el '86, cuando lo sacaron del Mundial por el doping positivo; me acuerdo de un partido en el que Palermo hizo algunas jugadas heroicas bajo una lluvia torrencial... 

- El gol en las Eliminatorias del Mundial 2010, contra Perú.

- Debe ser ése. O una madrugada en que Argentina quedó fuera del Mundial, cuando los partidos se jugaban a las 5 de la mañana, ¿supongo que sería en Japón? Recuerdo a Batistuta arrodillado llorando y me parece que era un buen equipo al que le faltó definición. Me quedan imágenes, pero me olvido del argumento. También tengo algunos recuerdos auditivos: los jingles que se pasaban en la cancha de Huracán cuando yo era chico: “si su piloto no es Aguamar, no es impermeable, se lo puedo asegurar...”, o “Proveduría Deportiva tiene de todo, todo, todo...”. Eran unas músicas horribles, mezcla de tarantela y marcha militar, y salían por los parlantes con un tremendo sonido a lata que rebotaba contra el aire frío de la tarde. Me producían una mezcla de fascinación y repudio musical... (Risas).

DIEGO, MESSI Y LOS MUNDIALES

- ¿Qué te despiertan, por ejemplo, Maradona y Messi?

- A Maradona le tengo mucho cariño, aunque a veces su necesidad de estar siempre exponiendo su vida familiar me satura. Por supuesto que es el mejor jugador que vi. Además sus posiciones políticas me resultan simpáticas, aunque a veces también derrapó en ese sentido. Me parece un genio comunicacional, acuñó algunas grandes frases que ya forman parte de habla popular, como “se te escapó la tortuga”, o “la tenés adentro” y mil más. Ahora lo vi en el programa De Zurda, junto a Víctor Hugo, y me da la impresión de que el programa está hecho por gente inepta, que no sabe de televisión, porque sólo así se puede desaprovechar a dos monstruos de la comunicación como ellos. Falta un productor que entienda el lenguaje televisivo, entonces los dos están rígidos y solemnes y pierden lo mejor que saben hacer.

- ¿Y Messi?

- Messi: no me produce nada. Como persona me parece muy aburrido, jamás lo escuché decir algo interesante. Es un bicho experimental, me parece, que no tiene en la cabeza nada más que fútbol y dinero (a diferencia de Diego, un tipo que se apasiona por muchas cosas). Pero a la vez me encantaría que esta vez jugara muy bien e hiciera un Mundial que todos recordemos, que lleve a la Selección bien alto y que haga goles memorables, como los de Maradona. Me encantaría que se haga verdad su fama de crack, algo que en la Selección nunca demostró. Nunca vi a Barcelona, por lo tanto nunca lo vi jugar maravillosamente. Entonces espero que este Mundial deje una huella indeleble.

- Durante el Mundial 2010 escribiste: “OK. Señores: empezó el Mundial. Todo muy lindo, me voy a dormir. Despiértenme el 11 de julio a las seis de la tarde”. ¿Toda tu vida fuiste de odiar los mundiales?

- ¿Dije eso en el Mundial 2010? ¿En Facebook? 

- No, lo escribiste en el blog.

- No me acordaba. Sería que en ese momento no estaba muy enganchado. En realidad no odio los mundiales, me divierte la conmoción social que producen, la gente que llena los bares y se pone a conversar con desconocidos, la manera como atraviesa la vida cotidiana del país. Yo miro con interés no los partidos en sí, sino lo que generan en la sociedad. Ahora, si alcanza cotas muy altas de chauvinismo, de triunfalismo o de depresión, entonces me produce rechazo. Preferiría que se lo tomara con un espíritu más de juego y no como una tragedia ni como una gesta heroica. Sé que pase lo que pase, con Argentina campeón del mundo o siamo fuori della copa, en pocos días todo vuelve a la normalidad. Lo que sí me está saturando es la publicidad.

- Es insoportable.

No puedo creer que se apelen a argumentos tan berretas como “los argentinos nos volvemos todos buenos y amamos a nuestro país y somo capaces de hacer cualquier cosa por nuestra Selección” y boludeces por el estilo (risas). Ese tipo de instrumentación me hace detestar el fútbol, sobre todo cuando la gente la asume como propia. Quizás a eso me refería la vez que puse que me iba a dormir hasta que terminara el Mundial.

- ¿Y aprovechás para hacer otras cosas mientras todos están encerrados mirando los partidos? Ir al cine, al teatro, a un show...

- Generalmente cuando todo el mundo está pendiente de los partidos me dedico a hacer otra cosa, ir al cine, leer, u observo como el ritmo de la vida se altera. Depende de cómo me agarre. Quizás me engancho con la Selección y empiezo a mirar los partidos. Si pierden me voy a entristecer un rato y en seguida se me va a pasar. Lo mismo si ganan.

- Pensé que tenías una visión más negativa respecto del deporte. Lejos estás de la postura borgiana de “once jugadores que corren detrás de una pelota para tratar de meterla en un arco, algo absurdo y pueril”.

- No, la postura borgiana no, menos aún la de Sebreli, que me parece un soberano estúpido. Creo que el fútbol es bello, el juego tiene inteligencia y dramatismo, que es muy lindo observar a los grandes jugadores o a los equipos que están bien ensamblados. Lo que rechazo es la violencia por la que se puede querer linchar a un hincha del equipo rival, ese tipo de identidad reactiva que te lleva a odiar al contrario me resulta muy detestable.

jueves, 5 de junio de 2014

Una defensa de la creación de la Secretaría de coordinación estratégica para el pensamiento nacional y algunas respuestas a un par de canalladas

por Daniel Cholakian

1) Empezaré por lo más meneado: el nombre de la secretaría. Evitaré discutir sobre estructuras burocráticas y nombre de secretarías, subsecretarías y direcciones sobre cuyos nombres nadie nunca puso la mirada, porque sería vano. Menos aún pensar sobre el modo en que a diestra y siniestra se hicieron cargo de la agenda que impuso –casi como nunca- el diario Clarín, porque sé que muchos se irritarían diciendo que no es por eso que pusieron su agudo grito en el cielo. De modo que voy a pensar a propósito del mismo, evitando los prejuicios que, como muchos, fueron parte de mi primera reacción.


a)   El nombre interpela a tres tradiciones al mismo tiempo y todas ellas parecen a la vez que sentirse excluidas, como si se les quitara un espacio de su propio campo.

La primera o la más directa, es la tradición que se encuadra en aquello que conocemos como el pensamiento nacional popular, que desde sus distintos matices y vertientes, pudo confluir en el peronismo o el radicalismo irigoyenista con FORJA y aquella continuidad subterránea en el tiempo que tuvo en cierto sector del alfonsinismo. Esta tradición conjuga los pensamientos que implican la Nación como colectivo y unidad orgánica del pensamiento político que, más allá de sus límites territoriales y la implicancia del estado moderno, supone la existencia de un pueblo plebeyo que es el centro de esa organización. Si bien hay tensiones evidentes entre las izquierdas y las derechas de ese pensamiento, este corpus de definiciones, autores modélicos y referencias políticas ha logrado hegemonizar para si –con todo lo que importa esto en términos de poder simbólico- la idea de “pensamiento nacional”. El solo hecho de que la secretaría lleve este nombre es un gesto político que des-hegemoniza, des-apropia la noción de aquellos que la poseían. Esto es importante para poder des anquilosar algo que estaba poniéndose no solo viejo, sino esencialmente poco productivo en términos de pensamiento político que interviene en lo social.

La segunda tradición con la que discute es con la tradición liberal. En este caso no hablo solo de la tradición liberal conservadora política –que abreva en cierta parte de la tradición liberal- sino en la más interesante tradición liberal académica, que fue una de las bases de pensamientos de las universidades, y que tiene hoy actores fundamentales que claramente pretenden refundar una corriente de pensamiento estratégico. Podemos poner los nombres de Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Luis Alberto Romero, o como ha sido Guillermo O’Donnell, por nombrar algunos de los más conocidos, aunque no por ello los más interesantes. Gran parte de los más interesantes pensadores de la década del ’60 surgen del pensamiento liberal. Una tradición que pulsa la tensión entre República y Nación, que recupera la idea de gobierno racional burocrático sobre la de populismo. A esta tradición la interpela en tanto la idea de pensamiento nacional es un concreto simbólico político, alejando al pensamiento del espacio de lo ideal, de la acción individual privada, para suponerlo como un constructo colectivo al mismo tiempo que lo asocia a lo nacional. De esta manera fija un punto de arranque de obliga a la tradición liberal a hacerse cargo de la trascendencia que tiene en este pensamiento en el espacio simbólico nacional o a retirarse a los antros académicos y los foros periodísticos, para defender las ideas como estandartes individuales aislados del debate político del presente.

En tercer lugar, el nombre de la secretaría interpela a los pensamientos de izquierda. Demasiadas salvedades pueden hacerse a propósito de situar un pensamiento de izquierda, tanto intelectual como institucionalmente. Lo cierto es que el pensamiento de izquierda ha forjado una tradición importante que no logró a lo largo de la historia instalar temas, discusiones, conflictos o identidades que pugnan en el centro de la política nacional. De más está decir que las dictaduras tuvieron como objetivo central la demolición de la construcción paciente del pensamiento de izquierdas. Pero también es cierto que en muchos casos, a treinta años del retorno a la democracia, gran parte de los intelectuales de izquierda han preferido mantenerse en sus espacios académicos más o menos institucionales, con mayor o menor asistencia del estado y no intervenir desde ese lugar en los debates públicos y menos aún promoverlos. En muchos casos desconociendo la famosa tesis XI de Marx en su crítica a Feuerbach. En el nombre de la secretaría se propone, desafía diría yo, a que la izquierda se haga cargo de la importancia que ese pensamiento tiene especialmente en los campos académicos, y salga a la luz de la confrontación con espacios comunes de orígenes diversos, para ser parte de esa construcción que es el pensamiento nacional moderno. No es deseable que sigan saliendo universitarios formados en las mejores escuelas del pensamiento de izquierdas mientras en las discusiones públicas sobre lo nacional y lo latinoamericano no aparezca esta tradición dando el debate. Gran parte del pensamiento de izquierda se ha dejado desplazar de este constructo por aquellos que han hegemonizado la idea de “pensamiento nacional”. El nombre de esta secretaría conmueve a estas tradiciones de izquierda porque lo obliga a ponerse el sayo.

b)   El nombre supone, como ya lo escribí, que el pensamiento nacional es una construcción y que reponer esta idea, dinamizarla y abrir los debates es también tarea del Ministerio de Cultura de la Nación. Suponer ya en el siglo XXI que el pensamiento nacional - entiendo por tal un pensamiento que asume la nación como un colectivo de identidades, movimientos y tensiones que se expresan en el territorio nacional, pero también en el amplio espacio de la América Latina- se constituye en un espacio público incontaminado al que las ideas llegan en igualdad de condiciones no puede ser considerado inocente. La tradición liberal propone una suerte de mercado de las ideas. Mercado al que todas las ideas confluyen libremente en igualdad de condiciones. El problema es que esta noción liberal desconoce que el modo de producción y circulación de los discursos está fuertemente ligado a la producción material y, por lo tanto, la supuesta libertad e igualdad de participación en un espacio simbólico de circulación nacional para las ideas, en tanto potencia productiva, es una ilusión. Editoriales, productoras de contenidos audiovisuales, medios de comunicación masivos son negocios y como tales funcionan. Con sus lógicas empresariales y sus ideologías. Sus conveniencias y sus alianzas, algunas tácticas y otras estratégicas. Por lo tanto la idea de una secretaría que promueva un espacio de debate de acceso más igualitario, federal, y que incluya no solo las tradiciones hegemónicas sino algunas que las modernizan y otras que francamente la cuestionan, es una iniciativa que propone una mayor apertura al debate. Esta mirada revierte la idea de una secretaría que imponga un modelo de pensamiento nacional que debe ser instalado como unívoco. Esa es la lectura que imagina que habría un secretario totalitario que dicta los contenidos de los libros que leerán los niñitos de la primaria. En mi caso, interpreto a esta secretaría como un espacio de promoción del debate, como la creación de una acción concreta del estado para facilitar la circulación de ideas que no logran encontrar su lugar de expresión en ese espacio simbólico del debate, en el cual se interviene con el pensamiento como una herramienta de transformación.

c)   Para ponerlo en términos del propio Ricardo Forster, el nombre es una anomalía. El nombre despertó críticas y gracias de diversa índole. Imposible no sentir al escucharlo reminiscencias de muchos tipos. En esa compleja suerte de apelaciones inmediatas, se abre (o se debería abrir) una suerte de debate productivo. Porque si bien puede remitir a un pensamiento nacional omnímodo, hegemónico, impositivo, también es cierto que propone la autoconciencia sobre la posibilidad de un pensamiento nacional, como un espacio en permanente producción de tensiones y no un discurso sobre el deber ser nacional. Es proponer, hacer evidente, declamar, la voluntad política de pensar lo nacional y latinoamericano asumiendo el momento histórico. Porque el pensamiento tiene productividad a lo largo del tiempo si es capaz de construir una conciencia del momento histórico y de implicarse en el debate de su hora. De allí que la tradición en la que abreve (y aquí simplificamos tres, pero podría complejizarse) no debe ser lo importante. Pues con esas confluencias y conflictos es que funciona esta dinámica productiva. El nombre en este caso es una anomalía en tanto viene a proponer  des anquilosar la noción de pensamiento nacional y que el debate de las ideas, con conciencia de su naturaleza histórica, sirva para pensar políticas y modelos de estado y resolución de conflictos. Entiendo que el efecto hubiera sido completamente diferente si la secretaría se hubiera llamado “Secretaría para la promoción del conocimiento diverso” o “Secretaría de promoción cultural”. La pregunta es: ¿qué política implica ponerle un nombre u otro?

2)   La historia de la Secretaría de Cultura de la Nación (ahora ministerio), no tanto en su estructura funcional, sino en relación al imaginario colectivo, remite centralmente a la producción artística, a su promoción a lo largo del país. Lo fundacional de la idea de cultura está en aquella vieja idea de la cultura elevada, institucional. Cuando la modernización llegó, la política cultural se hizo recital gratuito y masivo. Pero en ningún momento se quebró esta relación monolítica entre cultura y producción artística. En la creación de esta secretaría hay un sentido político que propone caminos nuevos en las funciones del ministerio. Es una decisión política. De política cultural. El ministerio de cultura es también el espacio propicio para la promoción del pensamiento. Ya no se trata de promover la industria del libro o del cine o de la música, las escénicas o las visuales. Todas ellas, según nuestra concepción, son formas del pensamiento. Se trata de promover el pensamiento como una práctica de cultura. Un pensamiento que no solo se desarrolla en los espacios institucionales estancos, sino que adquiere formas diversas. El pensamiento académico, formalizado en textos, pero también el pensamiento que surge de las expresiones estéticas, el pensamiento que se produce en colectivos sociales o en los infinitos grupos con identidades concretas que producen discursos de diversos órdenes. El pensamiento poético. Dar espacio y cauce a esas formas de pensamiento, ponerlas en conflicto, contraponerlas, darle al pensamiento estético el mismo estatus que el texto escrito formalizado, son tareas que desde el ministerio de cultura pueden llevarse adelante. No se trata de ordenar los textos, clasificarlos y archivarlos. Se trata de permitir una relación dialéctica entre la idea de la cultura como ministerio y la idea de la cultura como producción de múltiples orígenes y sentidos. Es en esa relación que debe funcionar esta máquina imperfecta de voces que suenan, resuenan y producen nuevos sonidos. Algunos de los que critican esta nueva secretaría seguramente prefieren un ministerio que se limite a otorgar subsidios a la producción de las artes, realizar recitales públicos masivos y gratuitos y cumplir con enviar las delegaciones nacionales a las bienales, muestras o festivales que suelen ocurrir en el mundo. Esa es la tradición que organizó la cultura en nuestro país desde la lógica de las elites. Nunca se le asignó a la cultura la función de promover el pensamiento. Al menos de forma autoconsciente. En alguna medida, la creación de esta secretaría pone en conflicto el centro de las políticas públicas en materia de cultura.

3)   La designación de Ricardo Forster parece apropiada en este sentido. Es un hombre formado en una de las tantas tradiciones de izquierda, proveniente de la academia, pero comprometido con la militancia política e identificado con el kirchnerismo en tanto ruptura de las lógicas políticas que lo anteceden y conforman. No fue formado en la tradición nacional popular y su pensamiento seguramente tiene con esta corriente, al igual que con el liberalismo, algunos importantes  puntos de coincidencia y de disidencia. Su designación rompe con la hegemonía o la apropiación espuria de la noción de “pensamiento nacional” que en muchos casos parece más una caricatura o un conjunto de aforismos reiterados como mantra, más que como ideas. Aquel viejo “pensamiento nacional” está muy lejos de ser un pensamiento en movimiento y políticamente productivo. En este sentido es también un golpe a cierto espacio político propio, a ciertas raíces invocadas por el peronismo dentro y fuera del kirchnerismo. La designación de Forster, aun cuando no garantiza nada, abre una puerta para que el pensamiento nacional no solo sea un modo histórico y vivo de pensar desde las tradiciones que nos recorrieron por dos siglos, sino también las otras que impactan en el pensamiento del presente. Desconocer la importancia de Foucault, Derrida, Lacan, Agamben, Bordieu, o las concepciones del buen vivir, la productividad social del pensamiento feminista, sería un tontería. Pero junto con ello debemos recuperar el pensamiento sobre la naturaleza, tanto de los pueblos originarios, como de movimientos sociales de la región y del ecologismo. Convocar a la discusión sobre la estrategia de desarrollo de los próximos cincuenta años requiere de todas estas tendencias, pero también de las nuevas ideas a propósito de tecnologías sustentables y reparadoras, cómo hacer colectivas identidades de grupos para compartirlas e integrarlas socialmente. Es por ello que Ricardo Forster tiene el perfil adecuado para articular la dialéctica de los debates de un modo capaz de producir sentidos políticos concretos. Lejos está de la vulgata del comisario político que con tanta sencillez se desparrama por ahí.

4)   Una de los cuestionamientos que trae la creación de esta secretaría es a la noción de que existen espacios pertinentes (y discursos pertinentes) donde el pensamiento se construye y encuentra su lugar. Las universidades serían uno de ellos y allí, para el estado, el pensamiento tendría su propia institucionalidad. Como en el arte, la academia se reserva para si la propiedad / potestad del pensamiento y el saber. Los saberes son muchos, adquieren diversas formas y se producen de modo colectivo en lugares y con metodologías diferentes. La universidad es uno de ellos, pero no son menos apropiados los saberes que desarrollan los movimientos sociales. Un ejemplo concreto son las ideas a propósito de la propiedad y el trabajo que han desarrollado los miembros de las cooperativas de empresas recuperadas. He allí, para poner un ejemplo concreto –como lo es la identidad de género o el matrimonio igualitario- prácticas concretas que producen un conocimiento que se integra a un pensamiento nacional con productividad política concreta. De ahí que la nueva secretaría sería una instancia clave para poner en diálogo todos estos espacios y todas sus formas de pensamiento.

5)   El 25 de mayo en su discurso, Cristina Fernandez rescató un artículo que ese mismo día había escrito el periodista Hernán Brienza en el diario Tiempo Argentino. “¿Es necesario traicionar a Arturo Jauretche?” es el título del mismo. En aquel, Brienza postulaba que luego de tantos años –ese día se cumplían 40 de su fallecimiento- no había un pensador nacional que lo reemplace y tampoco un corpus de pensamiento nacional que haya refundado la tradición nacional popular. La creación de esta secretaría por parte de la presidenta utiliza de algún modo esta idea como apoyo de palanca para lanzar una mucho más atrevida. No se trata ya de refundar el pensamiento nacional desde la tradición que hegemoniza tal denominación. Se trata de proponer la construcción desde otro lugar, desde otras prácticas, con otros actores, de un pensamiento que nos implique y nos incluya. Ya no nos paramos solo en Jauretche, Hernandez Arregui o Scalabrini Ortiz. Ya no nos quedamos en el ’45. Se trata de convocar desde el estado a pensar un país, desde las ideas pero también desde la creatividad y el pensamiento estético / artístico.

6)   La creación de la secretaría tiene también un sentido político más mundano y evidente. Nadie puede desconocer que Ricardo Forster fue uno de los voceros de la primera mención directa desde el kirchnerismo de la disyuntiva en torno a la sucesión presidencial. Sus palabras fueron claras: “Daniel Scioli no me representa”. Que la presidenta Cristina Fernández a 10 días de conocido tal pronunciamiento sea firmante del decreto que lo nombra secretario de estado, cobra una dimensión importante. No se debe inferir que la presidenta hace suyas las palabras de Forster, sería eso una tontería. Pero no puede minimizarse la puerta que ella abre para que el debate se legitime en el interior del kirchnerismo. Aquello que hace 10 días se decía por lo bajo y que en la propia reunión de Carta Abierta se debatió en un tono muy fuerte, es ahora habilitado como debate en el sector por la propia presidenta. Eso es un paso importante, porque no cancela la discusión como conducción imperativa sino que, como conducción política de fuerzas contrastadas, abre el juego al debate político que su espacio se merece. El nombramiento de Forster es también un mensaje al kirchnerismo. “Acá nada está definido”, parece decir Cristina Fernández con esta designación. Esto, para quienes apoyamos pero no firmamos a ciegas, es una buena señal.

Respuestas a algunas canalladas

a.   El diario Clarín –y muchos medios y usuarios de redes sociales a partir de él- tuvo el gesto sutil pero significativo de cambiar la preposición “para” por “de”. Así la secretaría dejó de ser “para el pensamiento nacional” a ser “del pensamiento nacional”. Simple pero efectivo. Lo que debería ser “deudor de” pasa a ser “dueño de”. Los gestos sutiles de los sujetos canallas producen mucho más sentido de lo que creemos. Este es uno de ellos.

b.   Los medios también asumieron que la designación de Ricardo Forster en la secretaría de marras es un “premio”. Esto supone una designación en un cargo como respuesta a un favor o a una tarea realizada por el nombrado en beneficio de la presidenta de la Nación. De este modo este nombramiento, como cualquier otro en cualquier jurisdicción, en cualquier momento de la historia y bajo cualquier partido gobernante, pierde toda legitimidad política. En este caso se niega la decisión política –más allá de gustos y deseos personales- que tiene toda designación de un nuevo funcionario en cualquier gobierno democrático. Lo que subyace detrás de esta canallada es la molestia que les produce a muchos la emergencia de Ricardo Forster ya no como intelectual aséptico, sino como militante político.


c.   Se escucharon por radio y se leyeron en gráfica especulaciones a propósito del monto del salario que cobrará Forster. Es la máxima de las canalladas, porque repite el sonsonete de que todo aquel que asume la función pública lo hace para enriquecerse. Es canalla suponer que toda persona es tan mezquina y corrupta como para asumir un cargo para “salvarse”, para llevarse ese dinero público en su propio provecho. Es ruin seguir creyendo que todo aquel que interviene en política lo hace solo para engrosar la billetera. Además, es peligroso. ¿O será que estos escribas y los recitadores de sus textos proyectan en otros los propios deseos que el inconsciente reprime?