por Julieta Manterola
Egoísmo versus altruismo
El dilema del prisionero es un dilema bastante conocido en Ética y Teoría de los juegos. Nos pone frente a la alternativa de si optar por el individualismo o por la cooperación. Para dar su propia versión de este dilema, el filósofo utilitarista Peter Singer le pide al lector que se imagine la siguiente situación:
“Usted y otro preso [están] en celdas separadas del Cuartel General de la Policía de Ruritania. Usted no tiene forma de contactar con el otro. La policía está tratando de que los dos confiesen estar conspirando contra el Estado. Un interrogador le ofrece un trato: si el otro prisionero mantiene su silencio pero usted confiesa, implicando al otro en su delito, usted quedará en libertad y él será condenado a veinte años de cárcel. No obstante, si usted se niega a confesar y el otro confiesa, será usted el condenado a veinte años y el otro quedará libre. Usted pregunta: ‘¿Qué pasa si confesamos los dos?’. El investigador dice que les caerán diez años a cada uno. ‘¿Y si no confiesa ninguno?’ De mala gana, el investigador admite que tal vez no logre que los condenen, pero que es posible, y así se hará, retenerlos a los dos durante otros seis meses de acuerdo con los poderes del gobierno en estado de emergencia. ‘Pero piénselo –agrega–, porque, tanto si el otro tipo canta como si no, usted saldrá mejor parado si confiesa: saldrá inmediatamente de aquí si el otro no confiesa, que es mejor que quedarse otros seis meses, y le caerán diez años en vez de veinte si el otro confiesa. Y recuerde que le estamos ofreciendo a él el mismo trato. Así pues, ¿qué va a hacer?’” (Peter Singer, Una izquierda darwiniana. Política, evolución y cooperación, Editorial Crítica, págs. 67-68).
Hasta aquí, la versión de Singer del dilema del prisionero.
El dilema consiste entonces en si el prisionero debe confesar o callar. Si confiesa, minimiza el tiempo que pasará en la cárcel, ya que, en el peor de los casos (esto es, si el otro también confiesa), pasará 10 años preso. Si calla, corre el riesgo de que el otro confiese y, por lo tanto, de pasar 20 años preso. Desde el punto de vista del propio interés, parece que la mejor opción es confesar.
Sin embargo, sabemos que ambos prisioneros se enfrentan al mismo dilema. Así, si ambos se guían por su propio interés (como es de esperar que lo hagan), ambos confesarán y ambos pasarán 10 años presos. Pero recordemos que si ambos callan, entonces ambos salen libres en 6 meses.
Lo inquietante de este dilema es que, pese a que callar parece ser la mejor opción, es una opción que no se puede justificar, al menos desde el punto de vista del interés individual.
Para Singer, este dilema “no tiene solución” y demuestra que, en determinadas situaciones, atenerse al propio interés puede ser peor que no hacerlo. “La persecución individual del propio interés puede resultar contraproducente para la colectividad” (Peter Singer, op. cit., pág. 68).
Lo interesante del planteo de Singer es que ofrece una justificación para la que parece ser la mejor opción (es decir, callar). La justificación no es el interés individual, sino algo muy distinto: el altruismo. En el dilema del prisionero, “no se pueden cambiar las condiciones, los prisioneros no pueden coordinar su conducta y se trata de una situación que sólo se da una vez en la vida. En estas condiciones, la estrategia de cooperar no se justifica en términos de intereses egoístas. Paradójicamente, sólo el altruismo puede ayudar a los prisioneros. Los dos saldrán mejor [parados] si los dos tienen en cuenta, no sólo el tiempo que pasará en prisión cada uno, sino el que le caerá al otro preso. Entonces, ambos comprenderán que, para minimizar la cantidad total del tiempo de condena de los dos, ninguno debe confesar” (Peter Singer, op. cit., págs. 69-70).
Desde el punto de vista del interés individual, en el que cada prisionero se preocupa solamente por su propio destino, la acción racional que minimiza el tiempo de condena de cada uno de ellos es confesar. Sin embargo, desde un punto de vista colectivo, en el que cada prisionero se preocupa no solamente por su propio destino, sino también por el del otro, la acción racional que minimiza el tiempo de condena de ambos es callar.
Lo sorprendente de este planteo es que nos invita a mirar las cosas desde una perspectiva diferente: al incorporar al otro en nuestras propias reflexiones, nos damos cuenta de que callar es la mejor alternativa. ¿Pero por qué debemos incorporar al otro un nuestras propias reflexiones y, por lo tanto, callar? Singer responde: “Somos seres racionales. […] La razón nos dota de la capacidad de reconocer que cada uno de nosotros no es más que un ser entre otros, todos los cuales tienen deseos y necesidades que les importan, lo mismo que a nosotros nos importan nuestras necesidades y deseos” (Peter Singer, op. cit., pág. 88). Debemos incorporar al otro y callar porque somos seres racionales y porque nuestra razón nos hace comprender que el interés por no pasar un tiempo prolongado en la cárcel es tan importante para nosotros como para el otro. ¿Pero cómo podemos saber que el otro prisionero también nos incorporará en sus reflexiones y callará? Podemos saber esto porque el otro también es un ser racional y porque su razón también le hará comprender que el deseo de no permanecer un tiempo prolongado en la cárcel es tan importante para él como para nosotros. Así, si ambos prisioneros utilizan su razón para resolver el dilema, en vez de dejarse llevar por su egoísmo, ambos callarán y ambos saldrán libres en 6 meses.
El dilema en la vida cotidiana
Intentemos ahora trasladar el dilema del prisionero a una situación de la vida cotidiana.
Algo similar a la alternativa entre individualismo y cooperación se plantea, por ejemplo, cuando tenemos que elegir entre comprar un auto o utilizar el transporte público. Viajar en auto usualmente es cómodo y rápido, mientras que viajar en colectivo suele ser incómodo y lento. Pero si todos (o al menos la mayoría) siguieran su propio interés por viajar cómodos y se compraran un auto, casi inmediatamente los problemas de contaminación ambiental, visual y sonora y los problemas de tránsito serían escandalosos (tal como de hecho, lo son). Como resultado, todas las personas, tanto las que se desplazaran en auto como aquellas que utilizaran el transporte público, viajarían incómodas y lento. La mejor alternativa para todos y para cada uno es utilizar el transporte público, ya que esto reducirá la contaminación y despejará las calles. Pero no todas las personas están dispuestas a renunciar a su propia comodidad en beneficio del resto y de ellas mismas. Si las personas que se desplazan en auto pensaran en el deseo de todos (incluidas ellas mismas) de llegar rápido a destino y de respirar un aire libre de contaminación, abandonarían sus autos y utilizarían el transporte público.
Así como la solución al dilema del prisionero es la cooperación y el altruismo, una solución a nuestros problemas globales (como la pobreza, la contaminación, etc.) es también la cooperación y el altruismo globales.
El objetivo del dilema del prisionero es mostrar que guiarnos por el egoísmo es peor que no guiarnos por él. Y es peor no sólo para todos sino para cada uno de nosotros también. Los valores que deben guiarnos son la cooperación y el altruismo. Guiarnos por estos valores implicará algún sacrificio personal (pasar 6 meses en la cárcel, viajar en el transporte público), pero será mejor no sólo para todos sino también para cada uno de nosotros. Así, en cada una de nuestras reflexiones y decisiones, debemos incorporar siempre los intereses, las necesidades y los deseos de las demás personas (y de todas las criaturas sensibles en general), incluidas las generaciones futuras. Las decisiones y elecciones egoístas sólo pueden llevarnos a la ruina del planeta y de nosotros mismos.
Post scriptum
Este pequeño texto lo leí en las XI Jornadas Argentinas y Latinoamericanas de Bioética, realizadas por la Asociación Argentina de Bioética, en Rosario, en noviembre de 2006.
A raíz de los cortes de luz que suelen producirse en verano, me gustaría agregar brevemente lo siguiente.
En una nota publicada por el diario Página/12, el martes 31 de diciembre de 2013, Beatriz García, investigadora del CONICET, comenta:
“El problema del sobreconsumo en verano está relacionado con el [hecho de] querer tener 18 grados en la casa cuando afuera hacen 35, o con tener aire [acondicionado] en cada habitación, o con tener bombas aspirando agua o filtrando piletas, todo al mismo tiempo. Querer una diferencia térmica de 20 grados entre el interior y el exterior de la casa implica un gasto tremendo de energía. Si la gente se conformara con 24 [grados] adentro, eso sería significativo realmente”.
Se advierte entonces que el uso de la energía es también un caso del dilema del prisionero.
Como dije, el dilema que enfrenta el prisionero es si cooperar o no con el otro prisionero. Es decir, si ser egoísta o ser cooperativo. El dilema pone de manifiesto la existencia de dos tipos de racionalidad: la individual y la colectiva. “La racionalidad colectiva se plantea la cuestión de qué sería mejor para cada individuo, en el supuesto de que todos los demás individuos actuaran igual” (Jonathan Wolff, Filosofía política. Una introducción, Editorial Ariel, pág. 33). Como quedó establecido, la moraleja del dilema es que la conducta cooperativa es la que beneficia a todos y a cada uno. El problema es que usualmente razonamos de un modo egoísta (queremos tener 18 grados en nuestras casas, hacemos funcionar todo al mismo tiempo). Nos cuesta dar el salto desde la racionalidad individual a la colectiva. Así nos va peor a todos y a cada uno.
¿Incorporar al otro por "cálculo racional"? En última instancia, el fundamento de la elección es egoísta (o narcisista): incorporo al otro porque ME conviene; utilitarismo que no escapa al centramiento egoico. (Atención a las palabras: "incorporar" significa en este contexto meterme al otro adentro; tal vez si se pensara en incorporarme yo al otro la cosa cambiaría; pero nadie se fía del otro sin garantía de un tercero: ¿dar el salto de la racionalidad individual a la colectiva sin red?)
ResponderEliminaralex: ok, la solución al dilema es un egoísmo bien entendido. pero no es que yo coopero porque me conviene sino porque le encuentro sentido a la cooperación.
ResponderEliminarincorporar al otro significa tener debidamente en cuenta (esto es, tener en cuenta desde un punto de vista imparcial) los intereses de todas las personas involucradas.
la red debería ser nuestra inteligencia. pero la mayoría de las veces somos muy tontos. todos nos creemos unos piolas bárbaros y pensamos que nos va muy bien. pero la verdad es que todos estamos cumpliendo condena de 10 años sin darnos cuenta, cuando podríamos haber salido en 6 meses.
Me gusta tu interpretacioón, creo que es la vision optima del dilema. Ojala podamos aplicarlo a la lucha obrera donde cada uno lucha por su culo y mientras nos petan el culo.
EliminarAcabo de advertir que el dilema del prisionero se mueve en el mismo ámbito problemático que la dialéctica del señor y el siervo de Hegel. Sería su versión bien intencionada. Sería muy largo exponerla en detalles en un comment, pero en Hegel se trata de la lucha de dos autoconciencias contrapuestas en busca del reconocimiento de la otra. Cada una necesita, para realizarse, que la otra autoconciencia la reconozca como tal. Funcionan especularmente, por lo que ambas especulan con la otra de manera simétrica. Sería algo así como decir "primero hacelo vos". Para Hegel es una lucha a muerte porque lo que cada una quiere es ser reconocida, no reconocer. Y es especular porque en ambas opera la misma lógica que les lleva a usar a la otra como medio para ser sí misma. En ese momento no hay conciliación posible, porque ninguna abandonará su propósito de ser reconocida sin reconocer, por eso es una lucha "a muerte". La situación cambia cuando una de las dos autoconciencias reconoce que hay un valor más alto que la vida: es la libertad. En ese salto, es capaz de arriesgar la vida por la libertad y por ello salta de la mera preservación (vida) al campo del Espíritu (libertado). El que es capaz de hacerlo se convierte en Amo del otro y el que tiene miedo de perder la vida, renuncia por ello a la libertad: se vuelve Siervo. En este nuevo estadio, el siervo trabaja en el mundo de la materia, en servicio del Amo, que se instala en el mundo del Espíritu. Pero como sucede en Hegel, esta situación tampoco deja de ser contradictoria: porque el Amo necesita de la sujeción del esclavo para seguir siendo Amo. Es notable que esta dialéctica inspira a Marx para pensar la lucha de clases, aunque, claro, con un sesgo materialista. E
ResponderEliminarTanto el dilema del prisionero como la dialéctica hegeliana son corolarios de la ética del yo racional planteada por Kant. La aspiración de encontrar motivos racionales para actuar bien: el poder querer que la máxima que usás para actuar se vuelva universal. Digamos que el dilema del prisionero apelaría a una combinación de buena voluntad con conveniencia egoísta, respondiendo a un cálculo que maximizara los beneficios, mientras en Hegel la libertad de uno requiere la sujeción del otro. No es raro que Marx encuentre en ello una de las claves del capitalismo. Supongo que Marx pensará que tanto el imperativo categórico como el dilema del prisionero e incluso la dialéctica hegeliana son máscaras ideológicas que encubren la raíz material (económica) de la lucha de clases.
Hay otro enfoque posible: Kierkegaard. El amor es el cumplimiento de la Ley. Será algo así como decir: dentro del cálculo de los beneficios egoístas no hay salida: todo conduce hacia la desesperación. La relación especular por la que dos "yo" semejantes esperan del otro el reconocimiento es generadora de odio hacia el otro y desesperación de sí. Entre dos no hay salida. Tiene que haber un Otro otro, es decir, no semejante a mí y a ti, sino absolutamente des- semejante. El amor. Al otro lo amo no por los resultados que me brinde ese acto, ni porque me convenga, ni incluso porque nos convenga a ambos (eso sería permanecer en el plano de las negociaciones, es decir: de la lucha). Lo amo por Amor, es decir: aunque esto traiga las peores consecuencias para mí, dispuesto a que el semejante incluso se aproveche de mi amor, se burle de él y hasta pueda matarme. Amar al enemigo, amar sin esperar. No porque el otro me agrade, me halague o nos convenga a ambos, sino por amor nomás. Ver al otro no como un semejante, sino como un enemigo y aun así amarlo. Acá lo que prevalece no es el cálculo sino el don. Yo amo no porque el mundo será más habitable, sino por amor. Esta es una relación triangular, donde no estamos solos yo y un semejante a mí, sino que aparece también un des- semejante, un tercero que rompe con el circuito de lo especular.
Es un tema digno de desarrollo, pero hasta aquí llego hoy.
Creo que, en última instancia, toda acción que pudiera inscribirse en "el mundo del bien" (altruísmo, cooperación, consideración del otro, etc) es una acción que nos conviene individualmente en tanto integrantes de un grupo.
ResponderEliminarPienso que uno de los errores del planteo del bien por el bien mismo, es no hacer notar que esa acción (el bien) reporta un beneficio colectivo, pero también individual.
No acuerdo con la expresión "egoísmo bien entendido" por definición la acción egoísta es indiferente a lo colectivo, no reconoce al otro y busca una inmediata y total satisfacción individual.
El convencimiento de que el bien común me beneficia en forma individual (aunque no totalmente y ese es el precio por la vida en comunidad) y por eso es deseable, no tiene nada de malo ni de egoísta sino que es el reconocimiento de un sentido práctico de las cosas.
carlos: gracias por tu comentario. es muy pertinente. y sí, estoy de acuerdo en que "egoísmo bien entendido" no es una buena expresión...
ResponderEliminarHay una escena muy buena de la película “Una mente brillante” en la que Russell Crowe, que hace de John Nash, les explica a sus amigos que para que todos logren acostarse con una chica esa noche, deben renunciar al deseo de acostarse con la rubia. El personaje de Crowe les explica: “Adam Smith dice que el mejor resultado es producto de que cada uno en el grupo haga lo mejor para sí mismo. Pero está incompleto. Porque el mejor resultado es producto de que todos en el grupo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo”.
ResponderEliminarEn el caso del dilema del prisionero, ambos deben renunciar al deseo de salir inmediatamente. De ese modo, ambos obtienen el mejor resultado.
Como ya dije en otro texto en este mismo blog, para el utilitarismo, la acción moralmente correcta es la que maximiza el bienestar general. Claramente, como lo muestra el cuadro que hice, el resultado más beneficioso para el grupo es aquel en el que ambos prisioneros salen en 6 meses. Y para obtener ese resultado, ambos deben callar.
Ya que mencionás a Marx, hay un filósofo marxista analítico, Gerald Cohen, que escribió un texto muy lindo, “¿Por qué no el socialismo?”.
En ese texto, Cohen contrapone la reciprocidad comunitaria a la reciprocidad de mercado. La reciprocidad es servir-y-ser-servido.
En la reciprocidad de mercado (que es la que impera y se alienta y se promueve en las sociedades capitalistas), las personas sirven solamente con el objetivo de ser servidos. Servir es un medio o instrumento para ser servidos. La conjunción de servir-y-ser-servido es una conjunción que no tiene sentido, porque lo único a lo que el mercantilista le otorga sentido y valor es a ser servido. Y servir, como dije, es solamente un medio o instrumento para ser servido.
En cambio, en la reciprocidad comunitaria, las personas le otorgan sentido a la conjunción completa de servir-y-ser-servido. Servir no es meramente un medio para ser servido, sino que ambas partes de la conjunción tienen sentido y valor.
Yo, como vos, creo que uno debe servir sin importar lo que haga el otro. Uno debe cooperar sin importar lo que haga el otro preso. Quien siempre coopera y quien siempre sirve corre el riesgo de no ser servido y de quedarse preso 20 años. Pero creo que uno debe correr ese riesgo. Uno debe cooperar. Uno debe servir. Luego, lo que hagan los demás, corre por cuenta de ellos. Si los demás se aprovechan de nosotros, mala suerte para ellos. Nosotros podremos parecer los tontos (que nos quedamos presos 20 años o que servimos sin ser servidos), pero no lo somos. El tonto es el que no comprende lo que dice el personaje de Russell Crowe. Es verdad que, a corto plazo, a los aprovechados (“free riders” en inglés) les va mejor: mientras los demás desisten de levantarse a la rubia, él va y se la levanta. Mientras los demás callan, él va y confiesa. Mientras los demás sirven, él es servido sin servir. A corto plazo, gana. Existe un incentivo para que algunas personas deserten de la conducta cooperativa o colectivamente racional. Pero a largo plazo, el aprovechado pierde. Porque su conducta es contraproducente para el grupo. Así que, a largo plazo, pierde el grupo y pierde él junto con el grupo. A largo plazo, pierden todos.
Yo soy una utilitarista con un corazón kantiano, así que creo que uno debe callar, debe renunciar a conquistar a la rubia y debe servir independientemente de qué hagan los demás. Si los demás quieren ser egoístas y aprovechados, es problema de ellos. Y si quieren creer que siendo egoístas y aprovechados actúan de un modo inteligente, también es problema de ellos. Lo cierto es que sólo son egoístas y aprovechados y nada inteligentes.
Como dije más arriba, los egoístas y aprovechados piensan que son unos piolas bárbaros, mientras cumplen condena de 10 años. Y ni siquiera se dan cuenta. No puede haber nada más alejado de la inteligencia que eso.
Se hizo largo. No sé qué tendrá que ver todo esto con lo que vos, Oscar, escribiste, pero es lo que yo puedo aportar.
Sí, Julieta, tiene que ver. Ahora en el caso de la rubia, está claro que el bienestar general no existe. Rubia o nada (no es que me gusten las rubias, es para seguir con el ejemplo). Es para decir que la idea de bienestar general es un ideal inconsistente. Pasa por alto intereses inconciliables. Esto no es de ningún modo un elogio al egoísmo, sino una inclinación a creer que con apelaciones al bienestar general no se cambia el mundo. Yo diría: trabajando por lo mejor y esperando lo peor. Saludos.
Eliminarpara lo de la rubia, dejo este videito (es la escena de la película, dura 2:45):
Eliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=FYxyUgbF9Bs
por lo demás, creo que podemos estar de acuerdo. saludos.
Hmmm... creo que esa escena me resulta sospechosa, por varios motivos. Creo que en el terreno del deseo el dilema de "lo mejor para todos y para cada uno" es absolutamente inaplicable. Si vos deseás a la rubia, no hay manera de someter ese deseo a un cálculo de beneficios y daños. La deseás incluso cuando te lleve a la perdición. Y si yo estoy en ese grupo y el tipo me sale con esa máxima utilitarista, más vale que no le doy bola y trato de quedarme con la rubia. Ni hace falta que le responda a él, lo haría de esa forma. No vi cómo sigue la película, ni sé si la rubia tiene importancia posteriormente, ni si se queda con él. Pero en ese contexto el utilitarismo suena menos convincente que en ningún otro. En cuestiones del amor romántico y el deseo, no hay utilidad posible. Y si las películas de amor se guiaran por este principio utilitarista, serían un plomo. Todos se conformarían con un "peor es nada". Y eso sí que es la muerte del erotismo y del romance...
Eliminarno la rubia no tiene ninguna importancia posteriormente... la escena pretende ilustrar un punto. el punto es que cuando, en un grupo, cada uno hace lo mejor para sí mismo, todos juntos producen el peor resultado, en vez del mejor (por eso Nash dice que Smith estaba equivocado). ése es el punto. luego, hay muchos casos y ejemplos que ilustran ese punto y que pertenecen a la literatura ética o de la teoría de los juegos.
EliminarUnicamente porque la rubia no tiene ninguna importancia el consejo utilitarista tiene cabida en la situación: ellos se con forman con ponerla esa noche (una manera de ver ciertamente machista); pero si, ponele, yo quedé prendado de la rubia y ella pudiera constituirse en el amor de mi vida, la aplicación del principio resultaría nefasto: yo iría renunciando a los potenciales amores de mi vida y me conformaría con señoras de segunda selección. Definitivamente una vida horrible.
Eliminarsí, horrible, por eso no lo tenés que aplicar a tu vida amorosa.
EliminarEso creo yo, si no eres tonto y eres capaz de razonar, elegiras siempre el bien comun a pesar del resultado. Y el resultado siempre se transformara en positivo.
Eliminarpor si no se entiende, el comentario inmediatamente anterior lo escribí a raíz del comentario de Oscar, aunque no sé si tiene mucho que ver...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarcarlos dice: "aunque no totalmente y ese es el precio por la vida en comunidad"- cómo, y QUIÉN, determina el precio? cuál sería el "precio justo"?
ResponderEliminarotra cosa: lo bueno es sinónomo de bienestar? la felicidad, el placer (que en tanto estados psíquicos siempre son idividuales- es decir narcisistas, egocéntricos o egoístas) son el criterio de la ética?
Amor como tercero me parece una solución aceptable, pero especificado en los términos de Oscar (o de Kierkegaard), es posible? - Asocio con Nietzsche: hubo un solo cristiano, y murió en la cruz - Saludos!
En términos de Kierkegaard es posible y ahí radica la gracia del juego (la existencia). Kierkegaard le diría a Nietzsche: de ser cierto que hubo un solo cristiano y terminó en la cruz, eso no anula el hecho de que es posible que vos lo hagas. Incluso aunque no haya habido un solo cristiano. Cada uno, vos, sos el que podés traer amor al mundo. Podés. Hay que ver si querés.
Eliminaralex: el comentario de carlos es muy acertado. la vida en comunidad tiene un precio. el precio es la reciprocidad. la conducta egoísta significa la ruina de la comunidad (y del egoísta junto con la comunidad). por supuesto, vos podés no aceptar el precio. en ese caso, tenés dos opciones: o no vivir en comunidad o vivir en comunidad siendo un egoísta y un aprovechado. la primera opción es aceptable. la segunda opción es inmoral.
ResponderEliminarquiero que se entienda bien algo. ser egoísta, actuar de modo egoísta, no es meramente algo malo o desafortunado. el egoísmo es inmoral. actuar de modo egoísta es actuar de modo inmoral.
la felicidad no es el criterio. la felicidad es lo que todos deseamos (dejo de lado el problema de la falacia naturalista). el criterio (el principio) utilitarista es la maximización de la felicidad general. no de mi propia felicidad sino de la felicidad general. sobre el utilitarismo y la felicidad me permito remitirte a otro texto que escribí en este mismo blog, un poco más abajo, "El filósofo, la feminista, Epicuro y el Tao".
Oscar: me pregunto si uno es o no libre de querer, en ese nivel radical de la existencia que determina la destinación subjetiva - gran duda existencial !! ja
ResponderEliminarAparte: pensás que esa posición kierkegaardiana es posible sin la mediación religiosa?
Alex: si. No es una cuestión religiosa sino practica. En el terreno de las especulaciones metafísicas y en el de los cálculos para maximizar beneficios se puede perder infinito tiempo. Poner en practica algo requiere una decisión en el instante. Ojo, no quiere decir que yo lo haga, sino que es posible hacerlo.
EliminarSobre lo racional o irracional en materia ética, la famosa fábula:
ResponderEliminar"Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: —Amiga rana, necesito cruzar el río. ¿Podrías llevarme en tu espalda? —No. Si te llevo en mi espalda, me picarás y me matarás. —No seas tonta —le respondió entonces el escorpión— si te picase, me hundiría contigo y me ahogaría. Ante esta respuesta, la rana accedió. El escorpión se colocó sobre la espalda de la rana y empezaron a cruzar el río. Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, el escorpión picó a la rana. La rana, al sentir picotazo y darse cuenta que iba a morir, le preguntó al escorpión: —¿Por qué me has picado, escorpión? ¿No te das cuenta de que tú también vas a morir? A lo que el escorpión respondió: - Rana... mi amiga, no lo pude evitar, porque es mi naturaleza.
Aunque el sentido común dicte lo contrario y acabes perjudicando a los que quieres o incluso a ti mismo, no puedes dejar de ser quien eres." Fuente: wikipedia !!
en materia ética, no hay racional o irracional, sino bueno o malo.
ResponderEliminarsi el prisionero decide confesar, esa actitud es 1) irracional, porque un agente racional debería darse cuenta de que el mejor resultado se obtiene callando y 2) no ética, ya que no toma debidamente en cuenta los intereses del otro prisionero. pero son dos cosas diferentes.
por otra parte, en los casos de dilema del prisionero de la vida real, para evitar el surgimiento de posibles free riders, muchas veces lo que se hace es convertir la conducta cooperativa o colectivamente racional en una conducta obligatoria, como es el caso del pago de los impuestos o de los planes compulsivos de vacunación.
Julieta:
Eliminarno hay una sola Etica que tenga un concepto universalmente aceptado y evidente para todos. Eso se aplica también a las relaciones entre Etica, racionalidad y Derecho. Hay posiciones Eticas basadas en la racionalidad, notoriamente Kant, que deriva el imperativo categórido de su concepción del sujeto como ser racional. Hay éticas basadas en la fe religiosa, otras éticas meramente técnicas. Creo que lo que propone el utilitarismo es de la familia de Kant: no es lo mismo que Kant, pero se funda en una noción de cálculo de daños y beneficios. No se impone con evidencia para todos, sino que requiere de algún tipo de argumento persuasivo.
Por otro lado, las relaciones entre Etica y Derecho también son problemáticas. El Derecho no se subordina a la Etica ni la Etica al Derecho. Hay normas éticas que no pueden ser transformadas en leyes jurídicas y hay leyes que respetamos porque tienen vigencia en determinada sociedad, pero no neceesariamente se transforman en máximas éticas. Lo que rige de modo general para una sociedad (mientras rige, obvio) son las leyes jurídicas: ellas nos obligan simplemente porque son coactivas, no porque las asumamos como propias. Pero lo que a vos en el terreno ético te parece bueno, no tiene por qué parecerme bueno también a mí. Y si la ley no lo obliga o prohibe, queda reservado a la esfera privada y fuera de toda sanción. En nuestra sociedad no hay obligación de ser altruistas y no creo que pueda haberla en ninguna sociedad. Ahora: es posible que en el momento de legislar ciertas normas éticas se usen para argumentar en favo de la conveniencia de promulgar una ley. Esa conveniencia tiene caracter persuasivo. Pero la Ley promulgada de esa manera puede ser derogada por otra composición del poder legislativo, o en otra época donde los valores sociales cambien. Ejemplos abundan: el divorcio, el aborto, el matrimonio igualitario, la ley seca, la penalización de las drogas, son vistas como buenas o malas por distintas sociedades o épocas. Y cada una de ellas tiene una ética para justificar su vigencia. Por último: puede ser que alguien, en una sociedad donde está penalizado el aborto, se abstenga de abortar no por motivos éticos, sino por miedo al castigo.
En fin... saludos
Me explico un poco mejor:
ResponderEliminar“Los verdaderos Dilemas más comunes son los Dilemas del Contribuyente. Son los que implican bienes públicos: [los bienes públicos “consisten en un tipo de bienes que cuando se dan benefician a todos, independientemente de si quien recibe el beneficio ha contribuido o no a su producción”]. Puede ser verdadero de cada persona el que, si ayuda, contribuirá a la suma de beneficios, o de beneficios esperados. Pero sólo una porción muy pequeña del beneficio con el que contribuya volverá a ella. Puesto que su parte de aquello con lo que ha contribuido será muy pequeña, puede que no se le devuelva su contribución. De forma que tal vez sea mejor para cada uno no contribuir. Y esto puede ser así, sea lo que sea lo que los demás hagan. Pero será peor para cada uno si muy pocos contribuyen. Y si nadie contribuye esto será peor para cada uno que si todos lo hacen” (Derek Parfit, Razones y personas, pág. 151).
Dicho de un modo más sencillo: ¿por qué debería contribuir al mantenimiento de un bien público si obtendré el beneficio ya sea que contribuya o no contribuya al mantenimiento del bien público en cuestión [la iluminación pública, el transporte público, la salud pública, etc.]? Pero si todos pensaran igual, entonces nadie obtendría ningún beneficio.
En el caso de los bienes públicos, la solución al problema del aprovechado o free rider es que el Estado se encargue de proveer los bienes públicos y que obligue a los ciudadanos a pagar por ellos mediante los impuestos.
La obligatoriedad de pagar nos mantiene a todos contribuyendo y minimiza el surgimiento de posibles free riders. Si bien siempre hay un incentivo para dejar de pagar, hay también un incentivo para no hacerlo: la multa o el castigo por ser un infractor.
Muy interesante todo el post y los comentarios. Muchas gracias. Los usaré en mis clases: soy profesor de Ética en el colegio Claret de Sevilla, España.
ResponderEliminarSaludos
buenísimo! me alegra que te haya servido. yo también soy profesora de ética :) gracias a vos por leer y comentar. saludos!
ResponderEliminardejo acá un videito interesante del programa de Paenza sobre la teoría de los juegos, en el que se menciona a J. Nash:
ResponderEliminarGrandes temas de la matemática: Capítulo 6: Teoría de los juegos:
https://youtu.be/DVWT_8UomvM
saludos.