Una vez hubo esa pared y el anticipo del sol para escuchar la muerte.
A los quince una ventana dice más en su estrechez que el desfile de cientos tratando de sortear la jaula. Preguntaba por ellos, no sabía que ya estaban en cada esquina de mi cuerpo,
resguardados apenas de la tormenta que los tomó de pie.
LILIÁN CÁMERA, Maut
"Mi nombre es Franz Ziereis, nací en el año 1903 en Munich, donde mi madre y mis hermanos aun viven. Yo, por mi parte, no soy un hombre cruel y me he educado trabajando. Soy comerciante de profesión y, durante el período de desempleo, trabajé como carpintero. En 1924 me uní al décimo primer regimiento de infantería de Bavaria. Luego fui transferido al departamento de entrenamiento y más tarde a Mauthausen como oficial al mando. Los siguientes puestos estaban bajo mi control: Mauthausen, Gusen, Linz, Passau, Mieerlber con aproximadamente 81.000 internos. La guarnición del campo de Mauthausen contaba con 5.000 SS. El mayor número de residentes fue de 19.800. A la orden de Dr. Kresbsbach fue construida una cámara de gas con la forma de un baño. Los internos eran gaseados allí. Todas las ejecuciones fueron llevadas bajo las órdenes del jefe de la policía alemana Himmler.”[1]
En el año 1967 Paul Celan visita a Martin Heidegger en Todtnauberg. Todtnauberg es un poblado cercano a Friburgo, en la Selva Negra. Todtnauberg es también el nombre que llevaba la cabaña de Heidegger. En una anotación al libro de visitas de la cabaña, Paul Celan escribe “en el libro de la cabaña, los ojos hacia la estrella del pozo con, en el corazón, la esperanza de una palabra que llegaría”. El 25 de julio de 1967 hubo un paseo en auto donde Celan hizo alusión al peligro de un rebrote nazi y a la convenciencia de que Heidegger se expidiera públicamente sobre ello. Frente a esto, Celan recibe como respuesta un largo silencio. Sobre ese silencio escribió el poema llamado “Todtanauberg”:
Árnica, bálsamo de los ojos, el/ trago en el pozo de agua con el/ balde de estrellas encima/ en la/ cabaña/ allí, en el libro/ ¿el nombre de quién estaba anotado/ antes del mío?/ allí, en este libro/ la línea escrita/ con una esperanza, hoy,/ en la palabra de un pensador/ que llegue / al corazón/ humus del bosque, sin aplanar,/ orchis y orchis, único,/ lo crudo, más tarde, durante el viaje/ auto,/ evidentemente,/ quien nos conduce, el hombre,/ él también a la escucha/ las sendas a medio abrir/ con palos en el pantano/ humedad,/ bastante.
El horror, la paradoja y la sensibilidad del sobreviviente. Víctima del nazismo que lo confinó a un campo de trabajo, mientras sus padres morían en un campo de concentración. Celan vuelve a verse con Heidegger en 1968 y en 1970, se suicida en el Sena arrojándose desde el puente Mirabeau el 20 de abril de 1970.
Se denomina peaje al pago que se efectúa como derecho para poder circular por un camino. Si el peaje como contrato intenta regular una conducta, en la obra poética de Lilián Cámera lo que acontece es una desregulación. Una poesía que expone su vértigo ante el enmudecer. Maut en el puente Mirabeau, con su arcada de hierro pintada de verde, con sus diosas entre remos y hachas, con el grabado del navío y del emblema de París “la golpean las olas pero no se hunde” (Fluctuant nec mergitur). ¿Subió Celan a la barandilla?
Un saltador que cae al vacío. Peaje.
“Conversaciones con cortezas de árboles. Tú/ descortézate, ven,/ descortézame de mi palabra./ Tan tarde es, tan/ desnudos y cercanos a los cuchillos queremos/ estar nosotros” Ese es el verbo de Lilián Cámera, descortezar, levantar del destrozado delirio y mirarse la mano trazando un círculo que da lugar a lo ausente. Una escritura desconcertada. 1967, unos meses antes del paseo en la cabaña de la Selva Negra, Gisèle, esposa de Celan se niega a cambiarse un pañuelo solo porque a él le desagrada. Se dice que Paul tiene un gesto violento, se dice que hace un intento de estrangularla. Se separan. Celan busca un cortapapeles que pasa muy cerca de su corazón, se lo hospitaliza por el término de unos meses.
Ceniza, humo, los nunca renunciables.
El tango llegó a Europa, vía París, a principios del siglo XX, triunfó y se expandió por gran parte del continente. Una de las capitales que con mayor entusiasmo acogió esta nueva música fue Berlín, que en la época de entreguerras rivalizaba con París en ser la capital de la cultura del mundo occidental. El tango hizo furor en Berlín en los tiempos de la República de Weimar y continuó su popularidad tras la llegada de los nazis al poder en 1933. Eso sí, “alemanizando” música y letras. El paradigma de tal circunstancia es el tango “Plegaria”, el “tango de la muerte”. Su compositor, Eduardo Bianco, no era alemán, sino argentino. “Plegaria” era un tango ya conocido desde que en 1931 Bianco lo dedicase al rey Alfonso XIII y luego lo tocara frente a Hitler y Goebbels en 1939. Así “Plegaria” inició su funesta trayectoria. Era el tema preferido de los campos de exterminio para que las orquestas de prisioneros lo interpretaran cuando llegaban los trenes. Lo último que estos esperaban era ser recibidos con música.
La letra dice: “Plegaria que llega a mi alma / al son de lentas campanadas, / plegaria que es consuelo y calma para las almas desamparadas. / El órgano de la capilla embarga a todos de emoción / mientras que un alma de rodillas ¡pide consuelo, pide perdón! / ¡Ay de mí!… ¡Ay señor!… / ¡Cuánta amargura y dolor!”.
El primer poema que Celan publicara bajo su nombre en Bucarest y en rumano, antes que en alemán fue “Tangoul Mortii- tango de muerte que en alemán luego fue traducido como Todesfuge”.
Palabra, límite de lo oscuro, los sepultados en el aire, los nunca renunciables ruegan en el poema por un “hágase la luz”. Los artistas del proyecto Maut lo saben. De allí la composición coral y coreográfica de los grises, de allí “la palabra venidera” en un formato musical de voces que se entrecortan entre música y diálogo de sordos, como un tajo esa línea sobre el título. Línea que no borra lo que pasa, sino que hiere.
En los callejones sin salida, un gesto torcido escribe Lilián Cámera y cava un pozo. Ése es su arribar, sus maneras de desmadejar las mentiras de la luz. Así, da vuelta el reflector sobre la letra, al borde de la carretera su Mautstrasse, sin ningún cartel que autorice lo insoportable. El Mauthausen con el sello del “regreso no deseado”, con el testimonio feroz del canibalismo. Lilián sabe, Lilián siente ese “embestir con el hocico” y recibe “un paso mudo en el terreno de las sombras” como pago de un derecho. “Registrar la mínima espuma”, “plantar una duda a tus días” dice Lilián, de manera de dejarnos frágiles para la memoria. Es por eso que empezamos con un fragmento traído por Evelyn Le Chene en “Manthausen, the history of a death camp” para poner en acto la palabra de Lilián, para dejarnos frágiles ante su música, para saber cómo suena el camino sin retorno y pagar con nuestro feroz asombro el precio de la crueldad.
[1] Testimonio citado en Le Chene, Evelyn; Manthausen, the History of a Death Camp, Metheuen Young Books; Londres, 1971
* Este texto fue leído por su autora en la presentación del libro Maut, de Lilián Cámera. Fotografías de Daniela Huerta y Leandro Quintero. Diseño del libro del que aquí se reproducen algunas páginas: Anne Buchheister. Dibujos: Martín Carpaneto.