por Lidia Ferrari
Una noticia de febrero de este año me impresionó sobremanera. Cristina y su hija suspendían una visita de tema estrictamente familiar a Croacia. Sabemos de la persecución política y jurídica de la cual es objeto. Allí se me hizo patente la noción del daño que en la vida íntima -y no sólo daño político o jurídico- se puede sufrir con tal hostigamiento. No hace falta estar en prisión para sentirse aprisionado. El otro asombro provenía por mis visitas frecuentes a las islas de Croacia – vivo relativamente cerca y sabía que en las vacaciones iríamos allí a pasar unos días. Pensé que podría ser ocasión de visitar esos pueblos. Imaginariamente quería enmendar esa renuncia y, sobre todo, conocer los lugares de dónde provenía el querido Néstor Kirchner. Siendo como soy de la misma generación de Néstor y Cristina y como ellos de segunda generación de inmigrantes, comparto con tantos argentinos una historia de desheredados de historia, en tanto como nietos de inmigrantes muchos de nuestros abuelos dejaron su legado detrás, en su viaje para siempre.
Como los milagros a veces existen, aunque digan que es el azar, mi marido me propuso visitar la isla de Brac en este verano europeo. Precisamente la isla donde nacieron la abuela y el abuelo maternos de Néstor. Tuve que ponerme a indagar, una práctica conocida a la de buscar datos sobre la proveniencia de mis propios abuelos. No es una tarea fácil. Entre los dos continentes hay algo más que un inmenso océano: quedan exiliados los afectos, las lenguas, las costumbres, los climas. Hay mucho que se pierde en esa partida crucial de una vida a la que no se vuelve. Después de haber visto los pueblitos de proveniencia de esos abuelos de Néstor, uno no se puede explicar el destierro que los obliga a abandonar estos sitios que son lo más parecido a un paraíso terrestre, para irse a radicar a la parte más austral de la parte más austral del mundo. Los abuelos maternos de Néstor viajaron desde un lugar con clima ideal, mares de ensueño a instalarse en Punta Arenas, en el sur de Chile. Allí donde otro Néstor, el padre, conoció a María Juana, una muchacha hija de los croatos Mate Otosijc y Antonjia Dragnić, con la cual fecundaría, instalados en Río Gallegos, a un argentino cabal como Néstor.
La pregunta que surge en este momento es por lo que queda en nosotros, nietos de las más distantes costumbres, lenguas e historias para que fecundemos una argentinidad, que es intraducible a las culturas de proveniencia. ¿Qué quedó en Néstor de sus orígenes croatos, suizos, alemanes? No lo sabemos. Compete más a la historia familiar, subjetiva y singular, saber qué marcas y huellas se han impreso en hijos y nietos. En esta visita que realizo hoy, producto de una manera de honrar la memoria de un hombre que dio su vida para tratar de convertir a la Argentina en algo diferente de una colonia, sólo se advierten los contrastes entre las culturas, climas y lenguas de proveniencia con aquellas que poseemos ahora.
Povlja, el pueblo del abuelo materno de Néstor
Me puse a indagar sobre la emigración croata a Chile, donde se instalaron los jóvenes Mate y Antonjia. Entonces supe que en Chile hay una mayoría de inmigrantes croatas que provienen de la Dalmacia, la parte de las islas de Croacia. También se dice que la mayoría de los que se instalaron en el sur de Chile provienen de la isla de Brac. En algún momento los originarios de esta isla eran la mitad de la población de la ciudad, construyendo una comunidad que preservó algún lazo con su lugar de procedenia. De allí que se pueda conocer algo más sobre esta emigración, cuando, por lo general, se pierden los rastros si los que se implantan en el nuevo territorio cortan lazos con su origen. En la emigración del siglo XIX y principios del siglo XX por diversas razones, los lazos se cortaban. Se dice que muchos fueron al sur de Argentina y Chile a fines del siglo XIX buscando oro. Los croatas que se instalaron en el Norte de Chile se ocuparon del salitre. Se dice también que gran parte de los hijos y nietos de los emigrantes croatas han participado protagónicamente en Chile, ya que varios se han convertido en los más ricos del país, o artistas, intelectuales y escritores renombrados. Algunos de estos jóvenes escapaban de un servicio militar muy riguroso cuando Croacia era parte del imperio austro-húngaro. Se dice que una causa de la gran emigración fue una epidemia que destruyó las vides de la región, principal fuente de sustento. También se dice que eran muy buenos artesanos de la piedra. Pero esta es la historia pasada. ¿Qué queda ahora en estos lugares que unan ese pasado con el presente de sus descendientes?
El viaje a Povlja
Cuando emprendimos el viaje para visitar Povlja, de donde proviene Mate Ostojić, el abuelo de Néstor, nos internamos en los caminos del interior de la isla donde se ven básicamente piedras, vides y olivos. Una vegetación no muy alta, pues allí sopla un viento que impide que los árboles crezcan demasiado. Es verano, pleno verano. Siempre, absolutamente siempre, en este paisaje solitario de piedras, arbusto, vides y olivos, la única música que se escucha es la de las cigarras. Ellas, sin descanso, acompañan el viaje. Al elegir un camino secundario y montañoso de la isla se puede intuir la vida dura de esa época de fuerte emigración.
Comenzamos a descender hacia la costa. Se atisba en el horizonte el azul del mar que, como pocas veces, se confunde con el cielo brumoso. Aquí casi siempre el cielo y el mar son azules rotundos, bien diferentes uno del otro, pero igual de nítidos. Una bruma, poco frecuente, los confunde este día. Antes de comenzar el descenso final, se abre una espléndida vista panorámica del pueblo, donde han construido un área de descanso con las piedras, el tesoro de la isla. Cuando descendemos se abre ante nosotros este piccolo borgo que desciende sobre el espléndido azul de este mar, sólo comparable a otros pocos del planeta. Desde más cerca, en las orillas, el azul se torna en turquesa o esmeralda. El agua es tan transparente que las piedras del fondo parecen no tener agua que las cubra. Es casi el mediodía, y hace mucho calor. Están los veraneantes disfrutando de la frescura del agua. Un rasgo de Croacia, que la hace tan apetecible, es la accesibilidad del mar. Un legado del socialismo es el acceso libre e irrestricto al mar para el público. Los miles de kilómetros de su costa se ofrecen para todos por igual. No hay roca o playita que no haya sido arreglada para acceder a ella de modo amable, muchas con escaleras y hasta trampolines para que se pueda disfrutar de su espléndido mar.
El primer pueblo, antes de Povlja, se llama Selco y es donde funciona el registro civil de esos pueblos vecinos. Nos habíamos dirigido a la oficina porque nuestra intención era encontrar información. Nos recibieron clásicos empleados públicos, de esos que quieren sacarse de encima el potencial trabajo, derivándonos a otra oficina en la capital de la isla.
Ante la decepción pensé que el lugar que mejor nos hablaría sería el cementerio. Muy fácil de alcanzar, pues ocupa una de las mejores zonas del paese, como tantos otros cementerios en Europa que parecen haber sido ubicados en los lugares más bellos, los de mejor panorámica. Muchas veces, viendo estos magníficos sitios donde se ubican los cementerios, he pensado contradictoriamente. Por un lado, que es un absurdo, pues los muertos no pueden admirar las magníficas vistas que se les ofrecen. Por otro lado pienso que los vivos han elegido sabiamente esos lugares, como generosa forma de honrar la memoria de sus muertos.
En este pequeño cementerio que domina la punta de un promontorio frente al mar, cuando se pasa su verja de entrada, mirando hacia la izquierda, en primer lugar, aparece la lápida de un Mate Ostojić, el nombre exacto del abuelo de Néstor Kirchner. No creo que se trate de él, pues supongo que habrá fallecido en Chile o en Argentina. De la misma manera, inmediatamente después del ingreso, hacia la derecha, aparece el nombre de otro Ostojić, una mujer. Recorro una por una las bóvedas y lápidas del cementerio y el apellido Ostojić, con algún otro domina la escena. Como en tantos pequeños borgos europeos, en el cementerio se puede advertir que son muy pocos los apellidos que priman en sus habitantes. Busco el apellido de la abuela materna, Dragnić, y no encuentro ninguno. Por un apellido se puede reconocer el pueblo del que es originario. No hay dudas, Mate Ostojić, el abuelo materno de Néstor, proviene de aquí.
Nerežišća, el pueblo de la abuela materna de Néstor
Encuentro en Internet que la abuela materna proviene de Nerežišća, un pequeño pueblo ubicado muy cerca de donde me encuentro. Parto hacia él. La fisonomía de Povjla y Nerežišća es similar, esos pequeños pueblos de aire medieval poseen una frondosa historia con diferentes linajes: los romanos, los venecianos, los austro-húngaros. Pero en algo se diferencian. Povlja, el pueblo del abuelo materno está en el mar y tiene el encanto de sus aguas turquesas y de todo pueblo marino. El de la abuela materna se encuentra suspendido en una colina en el interior de la isla, y se ve menos tocada por esa industria del turismo que nació en el siglo XX. Croacia se ha convertido en una meta del turismo internacional, lo que hace que los pueblos costeros sean más visitados y más poblados. Hasta llegar a Nerežišća se cruzan pueblos minúsculos, casi aldeas de pocas casas, como Krip o Dol, con características excéntricas, con toques medievales, edificaciones extrañas y paisajes muy singulares que permiten adivinar una tierra rica de historias y de abandonos. El pueblo nos confunde en una atmósfera casi fantasmal de lugar deshabitado cuando un gato duerme en medio de la calle, sin que nuestra presencia altere su sueño. Como si esa calle fuera suya. Pero enseguida vemos una señora que prepara la verdura bajo la parra, en su hermosa casa de piedra. Hay pocas personas, porque el horario es el de la siesta, pero se siente un aire de genuino de vecindario. Sospechamos un pasado de pueblo rico, por los edificios de categoría y muy buena construcción, que no vimos en los otros pueblitos. Están en excelentes condiciones y los suponemos de mediados y fines del siglo XIX.
Ya habíamos visitado los dos lugares. Podíamos emprender el regreso.
Ambas visitas fueron una forma de conocernos más a los argentinos. Siempre pensamos en nuestros orígenes italianos o españoles. Pero que también muchos de nosotros desciendan de otros países, como Croacia, no es tan notorio. Al menos para mí fue una especie de descubrimiento. Alguien tan argentino como Néstor proviene, en parte, de un pueblo eslavo. Somos descendientes de inmigrantes y solemos olvidar que estamos hechos también con eso que se cocinó en el seno de culturas que ahora nos resultan extrañas. Mi deseo de conocer estos pueblos fue una forma de acercamiento a Néstor Kirchner. El pueblo argentino tiene una deuda de gratitud para con los Kirchner que deberá escribirse en la historia, a pesar de los ataques desmedidos para difamar su memoria o que su legado quede en el olvido.Cuando estamos saliendo de Croacia, hacemos un alto en un pueblito de la montaña, muy pequeño. Encontramos donde hospedarnos gracias a unos jóvenes que estaban charlando en el único bar de ese diminuto pueblo. Ellos nos contactan con amigos que alquilan un departamento. Mientras descansamos de la larga jornada, encendemos la televisión croata. En un canal central, nos sorprenden algunas voces que hablan castellano porteño. Era un documental, muy extenso y muy bien hecho, sobre la historia de Juan Vucetich, el creador del sistema de identificación de personas a través de las huellas dactilares, nacido en Croacia pero nacionalizado argentino. En ese documental, que entendemos parcialmente por las imágenes y las voces argentinas detrás de las voces croatas, se muestra la importancia que tuvieron los inmigrantes de ese país en la Argentina. Allí, en ese lugar tan alejado desde tantos puntos de vistas de la Argentina, durante una hora se habló de lo que se une en la distancia a través de los emigrantes y sus descendientes. La inmigración sigue siendo fundadora de cultura, a pesar de que tanto quieran hacernos creer que es signo de su devastación.