sábado, 23 de noviembre de 2019

La demanda en adicciones, entre la criminalización y la expulsión

Consumo problemático y los dispositivos de salud mental. Este domingo a las 12 de la noche los autores desarrollan estas ideas en La otra.-radio, FM 89,3


por Alejandro Brain, Luciano Rosé, Rodrigo Videtta y Hernán Arra *

El verdadero objetivo de los tratamientos, plantean los autores, no es que la persona deje de consumir, aunque en muchas ocasiones sería lo más aconsejable, sino alojarla y favorecer las nuevas condiciones de producción de subjetividad.

El campo de la salud mental presenta una curiosa relación con el mundo de las sustancias psicoactivas. Los y las psiquiatras, al igual que los equipos de salud, disponemos de ellas como herramienta terapéutica, en muchos casos fundamental, a la vez que rechazamos sin mayores cuestionamientos tratar a aquellas personas que desarrollan trastornos derivados de su uso.

La ilegalidad de muchas de estas drogas no es una cuestión menor, en tanto quienes consultan por problemas derivados de su consumo son técnicamente delincuentes por el simple hecho de tenerlas consigo. Este rechazo a atender la demanda por consumo problemático de drogas no se limita a aquellas sustancias ilegales, también se extiende a sustancias como el alcohol o las benzodiacepinas.

La situación actual, reflejada por los últimos datos del Observatorio Argentino de Drogas, es que los consultorios externos y los hospitales son el cuarto y quinto efector en importancia en recibir la demanda de tratamiento por adicciones. Por encima de ellos se encuentran las iglesias y grupos religiosos, las reuniones de Alcohólicos Anónimos y las comunidades terapéuticas. Esto pone de manifiesto el incumplimiento generalizado de la Ley Nacional de Salud Mental y Adicciones, que en su artículo 4° remarca la obligatoriedad de brindar atención a las personas que usan drogas en todos los hospitales públicos y las lleva a buscar respuestas en otros agentes o a que nunca lleguen al sistema sanitario.

No se necesitan centros especializados en adicciones para recibirlas, lo que se necesita es un compromiso ético para trabajar con las presentaciones clínicas de la época. Debemos darle a la salud pública el rol protagónico que le corresponde ocupar en cualquier proceso de transformación social y cultural.

El sistema de salud público y estatal, con sus dimensiones de gestión y de atención en los diferentes niveles de complejidad, debería ser el actor protagónico en el proceso de cambio del paradigma en el abordaje de los consumos problemáticos de sustancias. Para alcanzar este objetivo es necesario implementar un modelo de atención complejo, científico, interdisciplinario, intersectorial, conforme a una perspectiva de derechos y accesible.

La única manera de atender la demanda por consumo problemático de sustancias es, valga la obviedad, aceptando que se utilizan estas sustancias. No podemos asistir a esta población si pretendemos que llegue siempre a la consulta sobria, pulcra y a horario. Proponer estas condiciones como parte inflexible del encuadre terapéutico e institucional implica negar la clínica de los consumos y perpetuar el circuito de exclusión que estos sujetos arrastran desde el inicio de su padecimiento.

Entonces, para que la atención de estas personas pueda instituirse bajo las condiciones arriba propuestas, es necesario que su problema de salud sea descriminalizado. Los trastornos derivados del consumo de sustancias son un problema de salud en la misma medida en que lo son un infarto de miocardio, una fractura de tibia o un aborto. En tanto la tenencia de drogas continúe siendo un delito penal, la figura del “adicto” o la “adicta” va a seguir siendo homologada a la del “delincuente”, lo que provoca la exclusión de potenciales usuarios o usuarias del sistema de salud de sus diferentes efectores (consultorios, hospitales, centros de salud, guardias).

Alojar, ser hospitalario y sostener vínculos intersubjetivos complejos son partes ineludibles de nuestra tarea. En tanto los consumos problemáticos no se constituyan y acepten como un problema de salud, quienes trabajan en el sistema sanitario difícilmente puedan realizar este tipo de abordajes. Para poder hacerlo, es necesario también partir de la idea de que las personas que consumen drogas cuentan con un saber que los profesionales y las profesionales de campo de la salud no tenemos. Este saber --que no es teórico sino biográfico, subjetivo, social y cultural-- debe ser puesto a dialogar con los saberes profesionales y académicos.

En Tesis sobre el concepto de historia, Walter Benjamin señala que la historia se escribe desde el punto de vista de los vencedores. Lo que el autor nos propone es escribirla desde el punto de vista de quienes fueron vencidos. Para tratar a las personas con un consumo problemático de sustancias hay que darles la palabra, sobre todo a quienes “no están recuperadas”, en tanto su palabra está devaluada. Solo a través de esta operación de reescritura invertida es posible interrumpir el circuito de la opresión.

Por otra parte, la representación social del estereotipo del “adicto” o la “adicta” alcanza tanto al personal del campo de la salud como a las propias personas que consumen sustancias. No es infrecuente que de ambos lados del mostrador, el equipo de salud y quienes los consultan, coincidan en que el problema es “la droga”.

Es nuestra tarea otorgarle al abordaje clínico de los consumos problemáticos el espesor subjetivo que le corresponde, haciéndolos objeto de una atención sanitaria de igual calidad y compromiso ético que los que se les procuran a los demás padecimientos mentales.

Para esto, el dispositivo de atención debe ser descentrado, con un foco que no recaiga únicamente en el o la paciente sino también en su entorno y en el equipo tratante que lo recibe. Todas las personas participantes de este dispositivo son el centro en algún momento. La flexibilidad del sistema, que no significa blandura ni acefalía, es la única forma de alojar sin expulsar. Es por eso que entendemos que el verdadero objetivo de los tratamientos no es que la persona deje de consumir (aunque en no pocas ocasiones esto sería lo más aconsejable) sino alojarla y favorecer las nuevas condiciones de producción de subjetividad que implican que haya una red que escucha.

* Los autores son miembros de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM). Publicado originalmente en la sección Psicología de Página 12

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Para pensar la ciencia y la técnica


Cristina Campagna , Mónica Giardina, Oscar Cuervo, Eduardo Laso, Para pensar la ciencia y la técnica. Una introducción a la tecnociencia, Buenos Aires, Editorial FEDUN, 2017

por Cecilia Pourrieux *

En los libros dedicados a temas de Epistemología y Metodología, sobre todo los que están dedicados a cursos de iniciación en estas disciplinas, es común advertir que hay varias deficiencias cuando se presentan temas de Metodología sin sustento epistemológico o se presentan los autores emblemáticos de la Epistemología sin tratar las derivaciones de sus ideas en el campo de la Ética o la Política. Algunas propuestas son logicistas y aparecen como sucedáneas del clásico manual de Irving Copi, de Introducción a la lógica, o son decididamente una secuela del manual de Introducción a la filosofía de Adolfo Carpio. En los inicios del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires, en marzo de 1985, la materia Introducción al Pensamiento Científico, una de las dos obligatorias junto a Introducción al conocimiento de la Sociedad y el Estado, requirió la formación de una gran masa de docentes. Las distintas cátedras orientaron sus programas, sobre la base de unos contenidos mínimos, pero entre sí mostraban una gran dispersión de intereses. En esos manuales era frecuente encontrar la Historia de la ciencia contada como el logro de algunas mentes más brillantes que otras mientras que los temas canónicos de la Filosofía de la ciencia aparecían desgajados de las contextualizaciones históricas. Ante tal estado de cosas aparece como necesario recordar la conocida sentencia de Lakatos que remeda la de Kant:

La filosofía de la ciencia sin historia de la ciencia es vacía, la historia de la ciencia sin filosofía de la ciencia es ciega (Lakatos, 1987) LAKATOS I: La historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales. Madrid, Tecnos, 1987 p.11.

El libro del que nos ocupamos en esta reseña evade estas limitaciones ya que se presenta como una propuesta de epistemología crítica pero sienta las bases filosóficas para mostrar en los orígenes de la filosofía griega esta actitud de la que espera ser consecuente en su propuesta. El ordenamiento de los artículos evidencia esta postura rupturista respecto a la posición canónica acerca de la neutralidad y la objetividad científica. Los autores, expertos profesores en el dictado de la materia Introducción al pensamiento científico del Ciclo Básico Común de la UBA, ordenan en esta secuencia de artículos una propuesta completa y exhaustiva de presentación crítica de los supuestos epistemológicos del positivismo y del neopositivismo, a la vez que desarrollan los principales argumentos de pensadores de rara aparición en este tipo de manuales como, Friedrich Nietzsche, Karl Marx, Martin Heidegger, Gastón Bachelard, Alexandre Koyré, Louis Althusser, Michel Foucault, Illya Prigogine, Enrique Mari y Oscar Varsavsky.

La secuencia de artículos evidencia la propuesta didáctica ya que podemos ver la especial preocupación por fundamentar el concepto de “tecnociencia”, de fuerte carga crítica respecto a la imagen positivista de la ciencia como un saber autonomizado del resto de las actividades sociales en vista a los requerimientos de objetividad y neutralidad. En "El saber y la filosofía" de Oscar Cuervo, se pregunta ¿qué es saber? Cuestiona la distinción entre saber teórico y práctico sin decirlo en términos técnicos y con ello abre la puerta a una toma de distancia con el cientificismo. La fusión entre la actitud filosófica y actitud política tiene como ejemplo el de Sócrates aludiendo a la presentación de Platón en Apología de Sócrates. Con la presentación de Descartes abre la puerta a la filosofía de la subjetividad moderna antes de exponer en el artículo siguiente las principales notas del Positivismo. En "Ciencia y epistemología" Oscar Cuervo se pregunta ¿qué son las ciencias? Ahora revisa el criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia mostrando los argumentos de rechazo a la actitud monista para presentar los caracteres de la actitud cientificista. Realiza una presentación del positivismo a través de los tres estadíos enunciados por Augusto Comte. Presenta una crítica al cientificismo como actitud hegemónica que ha logrado asentar la distinción entre ciencia pura, ciencia aplicada y tecnología. Para contrarrestar la inercia de esta posición tradicional propone recuperar el plural para hablar de Ciencias como paso necesario de una epistemología crítica, una epistemología ampliada a la consideración de las condiciones socio históricas en las que se producen las ciencias y a los particulares marcos metodológicos en cada una de ellas. Luego de este posicionamiento epistemológico encontramos dos artículos dedicados a la revisión histórica de las matemáticas en un artículo de Cristina Campagna "El saber matemático: un recorrido histórico" donde se presenta el período pregriego, pre euclideo y Euclides, las geometrías neoeuclideanas y una conclusión sobre el estado actual. Luego otro artículo de vertiente histórica sobre "La revolución copernicana: un nuevo modelo de saber" de Oscar Cuervo quien profundiza en la necesidad de contextualizar los logros de la modernidad en el campo de las ciencias. En este artículo se revisa la Historia de la física a partir de la presentación del llamado “giro copernicano”. El autor presenta el giro copernicano como innovación y luego como Revolución científica en términos de Kuhn a partir de “El caso Galileo”, ejemplo paradigmático ya tomado por Thomas Kuhn como caso de interés epistemológico para mostrar las complejidades del cambio de paradigma. El artículo de Mónica Giardina "Del “mundo del aproximadamente” hacia el “universo de la precisión”". La impronta matemática en la física de Galileo profundiza la presentación de los artículos anteriores de Cuervo y Campagna. Giardina presenta el caso del principio de inercia como un intento de modelización matemática. El experimento de la torre de Pisa sirve como ejemplo, en favor de la posición de Thomas Kuhn, para mostrar que viendo lo mismo los aristotélicos y los galileanos interpretaron cosas distintas. La idea que se presenta, en contra de la noción tradicional de objetividad, es que los hechos toman sentido a la luz de un marco teórico en relación con otros hechos. Aquí se expresa el ideal de reducir los fenómenos a esquemas matemáticos, ideal que marca las posiciones de Descartes, Galileo y Bacon.

Luego de este bloque de artículos de posicionamiento histórico y epistemológico se presentan los siguientes artículos escritos por Eduardo Laso dedicados a temas de Metodología y Lógica. El titulado "Lógicas formales de la investigación científica: los métodos" resulta central para un curso de Introducción al pensamiento científico ya que avanza en el terreno del pensamiento formal sobre la base de la presentación anterior de la historia de la filosofía, de la matemática y de la física. Se exponen los distintos métodos, en primer lugar el método inductivo y las críticas de Hume. La presentación del método deductivo alude especialmente a la formulación del Método Hipotético Deductivo tal como lo presenta Carl Hempel. A partir de esta exposición se refiere el autor a los criterios de demarcación verificacionista y falsacionista. Cierra el artículo con las críticas al falsacionismo. El siguiente artículo "Paradigmas y revoluciones científicas" del mismo autor presenta el debate formalismo vs historicismo. Presenta las características de la llamada “Concepción Heredada” y sus autores emblemáticos como representantes del formalismo. Para la presentación del historicismo señala la importancia de la aparición en 1962 del libro La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn. Aquí se presentan los conceptos emblemáticos de este autor como los de “comunidad científica”, “ciencia normal”, “revolución científica”, “progreso científico”, “inconmensurabilidad”. Como un aporte importante en estos temas se señala también la crítica de Enrique Marí quien destaca que Kuhn mira solamente la historia interna de la ciencia, las comunidades científicas y deja afuera los factores económicos y políticos. El último artículo de Laso, Una introducción a la epistemología de las ciencias sociales presenta la figura emblemática del positivismo, Augusto  Comte, como un pensador preocupado en la necesidad de ordenar y hacer gobernable el cuerpo social, necesidad del desarrollo capitalista a finales del S XVIII y principios del XX. Aquí se evidencia el aporte de la filosofía de Michel Foucault en sus análisis de la llamada “sociedad disciplinaria”. Laso revisa los tres paradigmas en ciencias sociales: el Positivismo, la Hermenéutica y la Ciencia social crítica: el materialismo histórico. Para caracterizar a este paradigma de alto impacto en el pensamiento contemporáneo revisa los conceptos presentes en la obra de Karl Marx de praxis, estructura y superestructura, conflicto social y lucha de clases, ideología, método dialéctico.

Finalmente, un último bloque de artículos está dedicado a presentar el problema de la técnica y a fundamentar el uso del término “tecnociencia”. En "La cuestión de la técnica" Mónica Giardina alude a la imagen del fuego y la técnica: Prometeo y Hefesto. Presenta la autora las diferencias conceptuales entre técnica, tecnología, tecnocracia, tecnociencia. Luego señala el vínculo entre tecnología y economía. Expone las posiciones de José Ortega y Gasset y de Martin Heidegger para cuestionar el problema de la neutralidad tecnocientífica. En el artículo siguiente "Casos para pensar los contenidos previos" Mónica Giardina revela una perspectiva heideggeriana, en la aplicación de las ideas del artículo anterior a situaciones que muestran la intervención de la tecnociencia en la sociedad. En “La pelota maldita” alude a la intervención de la ciencia en el diseño de la pelota del Mundial. En “La rosa azul” señala la intervención de la ingeniería genética cuando produce formas inéditas en la naturaleza. "Fukushima", "El embotellamiento chino" y "La selfie es un camino de ida" son apartados de este capítulo que suponemos serán de gran fertilidad para mostrar la presencia de la tecnociencia en nuestra sociedad. El artículo de la misma autora, La ecología en el horizonte contemporáneo recupera el origen del término “ecología” en Ernst Haeckel. Giardina alude a este marco teórico como un nuevo paradigma para pensar la vida. Los últimos tres artículos definen la posición de inicio: necesidad de repensar el lugar de la producción científica en la sociedad, crítica a la neutralidad de la ciencia, crítica al pensamiento hegemónico, crítica a las dicotomías entre razón teórica y práctica, actitud cientificista. "La ética y la responsabilidad social en la investigación" de Cristina Campagna expone una crítica al positivismo en los supuestos de objetividad y neutralidad. La autora señala un punto de quiebre en las imágenes optimistas de la ciencia luego de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, en el juicio de Nuremberg y en la sanción del Código por parte de Las Naciones Unidas. Así se señala la necesidad de formación ética en los profesionales que no se restringa al conocimiento de las normas. En "Ciencia, política y economía" Campagna alude a las posiciones de Amartya Sen, Oscar Varsavsky, Enrique Dussel antes de la presentación de organismos regionales de biotecnología que atienden a los aspectos bioéticos de la producción científica. Cierra este libro el artículo La Universidad como escuela de ciudadanía donde Campagna presenta las limitaciones actuales de las Universidades Nacionales frente a los nuevos desafíos y plantea un ideal hacia el que orientar las acciones “debe ser elástica, permeable, ética, intercultural. Acompañará los cambios sociales o quedará fuera de la contienda que los pueblos están protagonizando”.

Para concluir esta presentación destacamos los méritos de esta presentación de temas: resisten la tentación de la cita bibliográfica lo que es muy difícil para quienes nos formamos en la escritura académica. Este estilo evidencia seguridad y manejo en profundidad del tratamiento de los autores involucrados. El estilo de escritura también evidencia capacidad de síntesis y de allanamiento del tecnicismo filosófico. Un libro introductorio es el primero que se lee y el último que se escribe. Este libro es un concentrado de ideas, expuestas con criterio didáctico y evidencia la experiencia tomada en las aulas junto al conocimiento en profundidad producto de la producción de escritos académicos acreditados en publicaciones anteriores. En definitiva este libro evade las limitaciones ya mencionadas y muestra una propuesta sólida y completa para iniciar la vida universitaria en esta sociedad tecnocientífica que transitamos y en vista a cumplirse los 100 años de la Reforma universitaria de 1918.

* Este texto fue publicado por la revista Perspectivas Metodológicas, editada por la Universidad Nacional de Lanús, Volumen 17, n° 20.