por Lidia Ferrari
Con el triunfo del No de Grecia se presenta un panorama crucial en Europa. Han quedado definido dos campos antagónicos. Aquel que tiene en cuenta al pueblo, es decir, los “populistas”, los que piensan en la democracia tal como es concebida generalmente, apostando por el bien común de la mayoría, y el campo de las finanzas internacionales y de sus empleados políticos, el descarado nuevo orden neoliberal. Se fracturó la idea de una determinada Europa única, pues es claro que en Grecia se ha pronunciado un pueblo que apunta a otra concepción de Europa y esta otra concepción no pertenece al pueblo y al gobierno griegos solamente, sino que está en gestación desde hace tiempo en diferentes países europeos. Entre las expresiones recientes están Podemos de España o el M5S en Italia, con diferencias, obviamente.
Se fracturó la idea de una Europa única y aparecen los antagonismos que la constituyen, no porque los conflictos y las desigualdades no estuvieran de alguna manera presentes, o porque la consolidación del estado de bienestar durante décadas los hubiera adormecido, sino porque se confirma la idea de Ernesto Laclau de que “es la resistencia la que origina el antagonismo”. La resistencia decidida del pueblo y del gobierno griegos pone sobre el tablero de Europa el antagonismo que la constituye, ahora sí, entre esas dos fuerzas que se presentan como antagónicas, irreductiblemente antagónicas, pues, como dice Laclau “la fuerza que me antagoniza niega mi identidad en sentido estricto”. La Austeridad y los planes de la Troika para Grecia niegan la identidad de Grecia, en un sentido fuerte, al que Grecia no puede, si quiere “existir”, sino hacerse cargo de la resistencia a esos designios aniquilantes.
El No en el referendum griego viene a sancionar y a poner en el tablero de la política europea que ha llegado el momento de discutir dos maneras de Europa que son antagónicas. Discusión sobre la mesa, para pensar y hasta gestar las concepciones acerca del futuro que Europa no puede dejar de lado, ni ignorar su propio pasado. Es un momento político de excepción, donde las ideas y su concreción van de la mano con una situación política en la que los hechos son novedosos y, por lo tanto, sujetos a la improvisación y a la acción de actores nuevos.
También en el interior de Alemania está presente este antagonismo entre dos maneras de concebir Europa y la nación alemana y, por qué no, el propio mundo. La posición rígida de la Merkel supone un desafío para toda Europa, aquella que debe hacer frente a nuevas situaciones. La posición de la Merkel es rígida porque se juega su campaña electoral, luego de haber prometido a los alemanes que no desembolzará un solo Euro de los alemanes para ayudar a Grecia. La posición rígida de la Merkel es la posición rígida del orden neoliberal que se quiere quedar con todo.
En la propia Alemania el antagonismo también existe, quizá porque lo que no ha hecho Europa -que de modo ejemplar sí se ha hecho en Argentina como inédita experiencia- es poner sobre la mesa las cuentas de la historia para saldar las deudas políticas, sociales y no sólo económicas que siempre se heredan en momentos de cambios. De lo que todavía no han tomado conciencia los europeos es que la crisis griega pone sobre la mesa no sólo la Europa reciente del Euro, sino la historia misma de la constitución de Europa y, sobre todo, las cuentas borroneadas y olvidadas de las dos grandes guerras del siglo XX, de las cuales aún existen sobrevivientes que las han padecido. Una historia bastante reciente, aunque no lo parezca. Consecuencias de las guerras mundiales en el seno de Europa que la Troika no puede borrar de un plumazo sin que algunas voces se hagan oír.
En un programa satírico de la televisión alemana [1] se expresa de una manera extraordinaria que la crisis griega no es actual y que Europa carga sobre sus espaldas el peso de otras deudas que nadie quiere recordar.
El sketch se desarrolla en un bar en Grecia. Entran tres alemanes de saco y corbata, muy evidentemente alemanes. En un momento, después de discutir, uno de ellos le pregunta al dueño del bar cuánto le debe y el griego le dice 332 mil millones, a lo cual el alemán se atraganta con lo que bebía y le dice:
- Disculpe, pero lo que he tomado no vale eso.
El griego saca del fondo del mostrador un libro lleno de polvo y se lo entrega. El alemán lo abre y dice:
- A ver qué es esto... daños de guerra, reparaciones... Pero ¡esta es la cuenta de mi abuelo!
Se sonríe el griego y le dice:
- Hicieron lindo quilombo, ustedes los alemanes.
El alemán le dice:
- Bueno, está bien, pero no tengo efectivo aquí. Vuelvo en un rato.
El griego, sentenciando, dice a la cámara:
- Los alemanes, siempre vuelven...
El alemán endeudado por las cuentas de su abuelo se dirige a una oficina que se llama “Austeros” a hacer una consulta y allí plantea que necesita ayuda, porque acaba de enterarse de que está endeudado hasta el cuello. El funcionario del Ministerio del Exterior le dice:
- ¿Sabe? Del 39 en adelante invadimos varios estados, a veces nos olvidamos de alguno.
- ¿Sólo Invadir? -contesta el alemán.
Y mientras lee el libro que le dió el griego le dice:
- Es demasiado bueno decirlo así, hemos aniquilado 60 mil judíos, masacrado 10 mil civiles, 300 mil muertos de hambre, arruinado la economía. ¡La deuda es enorme!
- Tiene razón -dice el funcionario revisando el libro-, pero también hicimos cosas buenas. Cuando en el 45 el ejército se fue, puso una corona en Atenas para demostrar que no habían venido como enemigos.
El alemán endeudado le dice irónicamente:
- Seguro que fue el inicio de una maravillosa amistad.
– Claro. Por esto es que el gobierno está convencido en decir que por este resarcimiento no se debería poner en juego esta vieja amistad- le dice el funcionario.
Y aquí se inicia un diálogo memorable en el cual comienzan a sacar los trapitos al sol.
– ¡Momento! Los griegos piden este reembolso ya desde fines de la guerra.
- Cierto, pero entonces les hicimos entender que ¡ahora no es el momento!
– Pero sobre el acuerdo de las deudas en Londres, en el 53, se dijo que los pagos serían prorrogados hasta el momento en el cual tuviéramos un armisticio, por lo tanto, después de la reunificación alemana tendríamos que haber pagado. El “Tratado 2+4” es un armisticio, ¿no?
- No -le responde muy cándida y cínicamente el funcionario.
- Pero en el preámbulo está escrito: “Conscientes del hecho que sus pueblos han vivido en paz desde 1945”.
- Pero si vivimos en paz, no tenemos más necesidad de un armisticio.
- Pero están escritas las mismas cosas, como si fuera un armisticio.
- Exacto -dice el funcionario-, pero sustituye "armisticio". No es un armisticio. Es un acuerdo de derecho internacional.
- Ustedes evitan sólo la palabra “armisticio” para escapar de una deuda de reparación.
- En el “Tratado 2+4” no se habla de reparación y los griegos lo firmaron -persevera el funcionario.
- ¡Pero los griegos no estaban ahí!
- Pero tomaron nota después...
- Pero de reparaciones no se había escrito nada -insiste el endeudado alemán.
- Exacto. Los griegos tomaron nota más tarde de que no se hablaba de reparaciones...
- Son trucos innobles -dice el endeudado.
- No -le responde el funcionario-, es un duro trabajo de diplomacia, sobre todo de Hans Genscher.
- Entonces hemos dicho “después, después, después” y después, en el 89, dijimos “ahora es demasiado tarde”. ¿Y esto vale incluso por el crédito forzado que los nazis les metieron a los griegos en el 41? -resume el alemán recién enterado de su deuda.
- Vea, se lo digo con un lenguaje oficial: “La cuestión del pago de reembolsos y reparaciones está legalmente y políticamente cerrada”.
- Pero mire que los nazis mismos han reconocido la deuda y hasta han pagado la primera cuota, y el actual gobierno, como legítimo sucesor, huye de la responsabilidad.
- Hemos roto con nuestro pasado. ¿Se siente libre de su deuda ahora?
Con un NO enfático el alemán endeudado le responde:
- Primero de todo, porque ningún responsable de las masacres ha respondido. Ninguno de los criminales fue puesto frente a un juez, no obstante los griegos nos concedieron la posibilidad de procesarlos aquí en Alemania.
- Sí, es cierto -dice el funcionario-. Pero eso no fue posible... cito lo que dice el ministerio, “pues eso pesaría gravemente sobre la autoridad judicial alemana”.
Cada vez más perplejo, el alemán endeudado pero irónico le dice:
- Es duro para los culpables que les recuerden los actos cometidos, ¿no es cierto?
- Exactamente así -dice el funcionario-. Vea, incluso por esto es que le propusimos a Atenas que podrían hacer una amnistía por los crímenes nazis.
- ¡¿Cómo?! ¿Esto quiere decir que nosotros alemanes le hicimos una generosa oferta a los griegos de olvidar todas las crueldades que les hemos hecho?
- Sí -dice el funcionario-. ¡Y piense que ellos no han aceptado!
El alemán endeudado queda estupefacto por la conversación. El público aplaude.
- ¡A ustedes no les importa nada!
- Escuche -le dice el funcionario-: la guerra la perdimos, pero en la posguerra hemos vencido nosotros. No es que no hemos hecho nada... En los 60 le dimos 115 millones de marcos a Grecia por las víctimas de la ideología de los nazis.
- ¿Y qué hacemos con las miles de víctimas de las masacres? Mire -enfático y mostrándole unas fotos-, en Distomo, un pequeño pueblo griego, en una represalia de las SS, durante un día entero se asesinaron a 200 civiles inocentes, desarmados. Mujeres embarazadas, niños, ancianos. Este niño, que entonces tenía 4 años perdió a 30 de sus familiares, inclusive a sus padres.
El funcionario mira atentamente las fotos y le dice
- Un dolor de tal calibre no se mide con el dinero.
A lo cual, el alemán endeudado, saliendo de la perplejidad y entrando en la ironía le responde:
- Quizás se podría probar.
El funcionario busca un libro polvoriento y le lee:
- La masacre de Distomo es catalogada como iniciativa en el marco de un acto bélico y entonces no hay posibilidad de resarcimiento- la cámara enfoca la foto del niño.
- ¿Quiere decirme entonces que para la república alemana los asesinatos de mujeres y niños son actos normales de guerra?
Entra en ese momento en escena el griego del bar trayendo un café y el funcionario le dice:
- Usted es muy gentil, pero no lo ordenamos nosotros...
- No -dice el barman-, lo ofrece el señor ese que está allá.
Y aparece un señor griego mayor sentado en la mesa del bar.
- Muchas gracias -dice el funcionario-. ¿Nos conocemos?
- Sí -le dice-, mi nombre es Argyris Sfounteouris y soy ese niño de la foto, que en 1944 perdí a mis padres y huí de la casa en llamas con mi hermanita.
- Bien -dice el alemán endeudado-. ¡Qué suerte que está aquí, señor Sfountouris, así le preguntamos personalmente sobre la versión oficial que dio la Embajada de Atenas en respuesta a su pedido de resarcimiento!
- Exacto. Lo dijo la Embajada en Atenas de parte del Ministerio del Exterior, el cual cataloga la masacre, conocida como “bugia di Distomo”, como acto de guerra en base al testimonio de los mismos perpetradores.
- Entonces usted nunca tuvo un resarcimiento... -dice el alemán.
- No, Alemania ha hecho todo lo posible para no pagar, tanto que llegó al Tribunal Internacional de Den Haag.
- ¿Hubo de parte de Alemania al menos algo similar a disculpas?, le pregunta.
- Sí -dice el señor Sfountouris-. Después de 70 años vino a Grecia el Presidente Gauck, pidió disculpas y confirmó que los alemanes robaron, asesinaron y llevaron el terror por orden de oficiales de Berlín. Después agregó que, no siendo él representante del gobierno, no podía discutir sobre ningún resarcimiento pero que, de todos modos, son ahora inexistentes.
Ahí, el sketch deja la forma satírica y en clave más dramática entra otro personaje, un alemán de la realidad actual que pregunta al anciano griego:
-Señor Sfoundouris, ¿qué cosa podemos hacer ahora nosotros, los alemanes?
- Aplicar las reglas -le contesta seguro el señor griego, mientras enuncia lentamente lo que también aparece en un pizarrón-: Las reglas son reglas. Las deudas deben ser pagadas. Nada de truquitos.
Un sketch ejemplar en el que aparecen estas dos Europas antagónicas, en la figura del griego y del funcionario alemán, pero también estas dos Alemanias antagónicas, entre el cínico funcionario alemán y el alemán que intenta conocer su historia y reparar el daño cometido. Se pone en escena este antagonismo a través de la sátira y se plantea la dificultad de poder sostener un diálogo entre el funcionario y esos dos representantes del pueblo: el griego y el alemán. El diálogo sólo es posible entre un ciudadano alemán del pueblo y el griego. No es posible la conversación sin cinismo ni abuso del poder con el funcionario alemán. Interesante ilustración hace la televisión alemana acerca del antagonismo que la constituye y que la divide. Interesante ilustración de la tesis de Laclau sobre el antagonismo estructural de lo social, por una parte. Por otro lado, sólo a partir de la resistencia queda configurado como antagonismo. A partir del NO griego sube a escena el antagonismo constitutivo de Europa y todas las deudas y herencias que han sido olvidadas o ignoradas.
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