miércoles, 25 de marzo de 2015

El Mató a un Policía Motorizado: música argentina del Siglo XXI. Artistas más votados: #4


por Facundo Lozano
Periodista y músico (Los Tremendos), conductor de Che, creo que te amo y Alta fidelidad

CANCIONES PARA EL FIN DEL MUNDO

Hace unas semanas fue el Festipulenta en el Club Cultural Matienzo. Ese día tocaron Francisco Bochatón, 107 Faunos, Adrián Paoletti y más. Ese día, cuando estaba todo terminado y yo, paradito en la puerta, esperaba que se desagotara el lugar para poder salir de manera pacífica y sin chocar mi inmensidad con todo lo que me rodea, mi mente empezó a cantar "Chica rutera". Obviamente a mi mente la siguió mi garganta y empecé a cantar. De todas maneras, lo que pasó después es lo que me hizo reescribir casi toda esta nota porque al segundo descubrí que desde adentro de Matienzo estaban poniendo esa canción a un volumen realmente escaso. Yo -al menos no conscientemente- no sabía que eso sucedía, no había escuchado que salía sonido desde adentro de la sala ya vacía. O sea, mi corazon, mi mente, mis receptores, mi sentimiento funcionó sin que me diera cuenta de manera pulsional y placentera ante un estimulo que claramente no podía evitar.

La cuestión es que mi relación con El Mató a un Policía Motorizado es de corazón: está mucho menos relacionada con mi mente, con mi capacidad de reflexión, que casi ninguna otra cosa de las que viví en estos últimos 10 años. Supongo que por esta razón, porque lo que me pasa con El Mató es inexplicable, por eso, y lo voy a repetir de manera redundante, por eso, por esa situación, es que jamás me costó tanto escribir sobre algo. Si algo te interpela, si algo te identifica, si una música o cualquier cosa te apasiona, te hace gritar, te pone contento, te mantiene pendiente, te hace repensar, discutir, pelearte y volver a enamorarte de eso mismo con lo que te habías peleado, si todo eso pasa es amor. Y cómo lo explicás si no sos Zygmunt Bauman. Soy periodista, ni psicólogo, menos sociólogo, también soy rapero y hasta en eso me influyó la figura de Santiago Barrionuevo (cantante, bajista, compositor y frontman de El Mató).

Creo que podría decir, como con poca gente de la música. que Santiago es mi amigo o al menos yo lo considero un amigo y quizás eso haga pensar al lector que mi vinculo impide que pueda hablar con una distancia, sin embargo, para mí la amistad no es esa simbiosis acrítica, perfecta e inmutable que muchos viven, imaginan o idealizan. Para mí la amistad (tema clave en el espíritu de El Mató) tiene una complejidad más grande y profunda. Hay idas, venidas, períodos de enamoramiento, de crisis; y si de verdad querés y apreciás lo que hace la persona que considerás tu amigo, en general, le decís lo que pensas de su vida y obra, te guste o no te guste. Con amor, claro, pero lo decís.

Las imágenes que me vienen a la mente para intentar describir al grupo, a su corazón, su ternura, su forma de relacionarse con quienes tenían la gentileza de escuchar atentamente lo que hacían cuando ellos recién empezaban, son miles: recuerdo a Santiago y Pantro Puto entrando al estudio de Radio de la Ciudad para disponerse a que los entreviste en la primera temporada de Alta Fidelidad, mi programa de radio, que también este año cumple 10 años. Lo recuerdo porque le pedí a Santiago especialmente que trajera una guitarra para tocar algunos temas en versión acústica, lo recuerdo porque me dijo que no le gustaba hacer eso, que lo intimidaba, que no lo hacía públicamente; lo recuerdo porque así y todo accedió y porque fue de las primeras veces que hizo esa maravilla de mostrar su material desprovisto del ruido y hoy eso se convirtió en un proyecto hermoso, paralelo, y que se retroalimenta con El Mató. Recuerdo el año en que jugamos con Santi, con el Chango, a ver quién se dejaba puesta las bermudas durante más tiempo en el año. Incluso en días con mucho frío. Me vienen las charlas con Alejandro Almada (el manager) sobre política, sobre peronismo, sobre el under, sobre la historia de nuestro rock, me viene la cantidad de veces que se copó en dejarme pasar a verlos y me llevó a saludar los chicos al backstage. Me acuerdo de una fecha que organicé en Plasma en donde tocaron Javi Punga y Santi y que fue alucinante. Las veces que se vino de La Plata sólo para hacer una nota conmigo y con Lucas Garófalo en Alta Fidelidad. 

No olvidaré jamás su cara de respeto y atención, seria igual, cuando luego de escuchar La dinastía Scorpio le comenté que no creía que les sentara bien ese sonido pulido que habían conseguido a fuerza de toques y grabaciones en estudios profesionales. No lo voy a olvidar porque era tan reciente todo que se lo comenté de una manera un tanto vehemente, para ser cariñoso con mi carácter de mierda, y él, lejos de enojarse, de irse, de "hacerse la estrella" o de pegar una ñapi tripera en la boca, me escuchó con atención, me rebatió cada uno de mis argumentos y siguió conmigo toda esa noche charlando y compartiendo buenos momentos. Aclaro, sus argumentos terminaron convenciéndome. Tengo un vago hilo de memoria que así y todo no borra de mi disco cómo el Chango daba vueltas para que le prestaran un bajo para poder tocar hasta que se compró uno.

Escuché muchas ideas de defensores y detractores de los chicos que con una guitarra comunista festejaron la navidad de reserva, ganaron un millón de euros en juegos de Play y pelotas de fútbol, le enseñaron a los hombres "machos" lo que son las mujeres bellas y fuertes, las chicas de oro, los que te ayudaron a revivir de ese día de los muertos, los que te ofrecieron ser parte de una dinastía no sectaria y tierna, y no sé qué pienso de ellas. Que son una banda kirchnerista; que Santiago es evangelista; que promueven la proliferación de pibes y pibas que creen que pidiéndoles un poco de plata a su padre va a estar todo más o menos bien; que son una banda novedosa, que va a llenar estadios; que es la nueva futbolización del rock; que nivelan para abajo; que son una banda que se repite a sí misma, que se copia. Sinceramente, creo que todas esas lecturas se quedan un poco cortas y tampoco creo que yo pueda ayudar a develar (no es desvelar) el misterio de por qué las canciones de Santiago marcaron estos diez años y marcarán la música argentina de aquí en adelante, cómo es que su revolución de los gordos sexys y románticos coincidió con la de Seth Rogen y ahora muchas chicas nos miran creyendo que podemos darles amor y entenderlas. 

Lo que sí se es que El Mató a un Policía Motorizado no es una banda que con sus canciones quiera cambiar el mundo, es una banda que con sus canciones quiere mejorar y ayudar a que la pasemos mejor en el fin del mundo. "Imagino y pienso seguido cómo se cruzan las diferentes profecías sobre el fin del mundo. Por un lado, el fin del petróleo; por otro, el fin de agua, el cambio climático. También están las profecías mayas y una baja del magnetismo de la tierra. La gente se vuelve loca, dementes peleando por nada verdaderamente importante. Entonces ahí, los que estén en armonía con el universo y entiendan la verdad, evolucionarán hacia una nueva era de luz. Supongo que habrá grupos, profetas, peleas, locura y mucha violencia romántica. Va a ser divertido", eso me dijo Santiago Barrionuevo en 2009, su visión fatalista y romántica cuando The Walking Dead recién empezaba. El Mató, un poco, esos protagonistas de una peli de George Romero que se sabe se van a salvar y yo, por lo menos yo, un zombie enamorado, un poco más inteligente y con corazón enamorado de su cerebro. Me siento parte de la comunión de las pandillas y de la de las parrillas también. 

Y vos, te pueden gustar o no, pero su importancia en esta década, quizás, sea un tanto indiscutible.

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