por Oscar Cuervo
En sus últimos años lúcidos (antes de
enloquecer en 1889) Nietzsche se manifestaba obsesionado por escribir el libro
que llamaba "su Obra Capital", en el que legaría a la posteridad la
versión consumada de su pensamiento. Para ese libro escribió miles de páginas
en borrador, proyectó organizarlo de varias maneras distintas, y barajó tres
títulos posibles: La voluntad de poder,
Ensayo de una Transvaloración de todos lo
valores, y El eterno retorno. La decisión de qué título adoptar y de qué
estructura dotar al libro tenían que ver con el “cierre” que pudiera lograr
para su pensamiento. De lo que se trataba era de dar por terminados tantos
siglos en los que el hombre vivió bajo el peso de sus propias invenciones, para
asumir definitivamente que las grandes ideas que hasta ahora nos guiaron (Dios,
la verdad, la justicia...) dependen de nosotros y no nosotros de ellas. En ese
sentido puede entenderse el pensamiento nietzscheano como un humanismo extremo:
"Siempre que se habla de "humanizar" el mundo, equivale a
adueñarse más del mundo." [i]
El superhombre
nietzscheano, que muchas veces se ha querido identificar con la política
nacionalsocialista, sería sin embargo la versión extrema del humanismo, en la
que el hombre por fin, aboliendo la verdad, se hace dueño del todo. O en todo
caso: Hitler tiene tanto derecho a reclamar para sí el rango nietzscheano como
Foucault o el científico que descubrió el mapa genético del hombre. Ya no se trata de la verdad, sino del poder.
Corre el año 1888. Nietzsche viaja a Turín. A
medida que pasan los meses, en vez de sentirse cerca de darle forma a su
Obra Capital, empieza a sentirse cada vez más inquieto: elige uno de
los tres títulos y una determinada estructura, pero a las pocas semanas
cambia de idea. Si muchas veces en sus libros Nietzsche se ha jactado de una
serena jovialidad conquistada por haber dejado atrás el espíritu de pesadez, si
por esa jovialidad toda la existencia se aparece como un juego, en aquellos
días de creciente inquietud ya no parece capaz de jugar este "juego".
Más bien está desesperado:
“Mi vida
cayó en un cierto desorden en las últimas semanas. Varias veces me levanté a
las dos de la mañana, «impulsado por el espíritu» y transcribí lo que acababa
de pasarme por la cabeza. Entonces escuchaba cómo el dueño de casa, el señor
Durisch, abría con cuidado la puerta, deslizándose a cazar gamuzas. ¿Quién
sabe? Quizá esté yo también a la caza de gamuzas...”[ii]
Anuncia la inminente salida de su Obra
Capital y después cambia de parecer. Decide dividir el libro en varias
partes, que se propone publicar como “anticipos” de la gran obra. Así envía
a la imprenta El Anticristo y El ocaso de
los ídolos, Varias veces se arrepiente, manda a parar la
impresión y cambia pliegos enteros de estos libros. En lugar de la Obra Capital , sigue
publicando "opúsculos": aparece Nietzsche contra Wagner (en
gran parte un compilado de cosas escritas anteriormente sobre quien había sido
su gran amigo y después se volvió su odiado enemigo). A fines de octubre decide que antes de llevar a cabo “el solitario e inquietante acto de la
transvaloración de todos los valores” tiene que presentarse ante la humanidad y
para eso escribe otro “opúsculo” anticipatorio: Ecce homo.
“Previendo
que muy pronto tendré que presentarme a la humanidad exigiendo de ella las
cosas más difíciles que jamás han sido exigidas, considero indispensable decir
lo que yo soy”.[iii]
¿De dónde sale el título del libro con el que Nietzsche
quiere presentarse ante la humanidad?
Del Evangelio de Juan:
“Entonces
Pilatos entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey
de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te
lo han dicho de mí?». Pilatos respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús:
«Mi Reino no es de este mundo.
Si mi Reino fuese de este mundo,
mi gente habría combatido
para que no fuese entregado a los judíos:
pero mi Reino no es de aquí.»
Entonces Pilatos le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús:
«Sí, como dices, soy Rey.
Yo para esto he nacido
y para esto he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad.
Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
Le dice Pilatos: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a
salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él. Pero
es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues,
que os ponga en libertad al Rey de los Judíos?». Ellos volvieron a gritar
diciendo: «¡A ese no, a Barrabás!». Barrabás era un salteador. Pilatos entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un
manto de púrpura; y, acercándose a él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y
le daban bofetadas.
Volvió a salir Pilatos y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para
que sepáis que no encuentro ningún delito en él». Salió entonces Jesús fuera
llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilatos: «Aquí
tenéis al hombre» (en latín: Ecce homo)”[iv]
En diciembre del 88 Nietzsche empieza a mandar
cartas a sus amigos y familiares en las que dice haber llegado a una calma
indescriptible y gloriosa. Le dice a su madre que la gente lo trata como un
príncipe. Días después le escribe a su amigo Franz Overbeck que se propone
organizar una liga de naciones contra Alemania y derrocar al rey. Quiere poner
fin a tantos siglos de locura criminal.
El 3 de enero de 1889 le vuelve a escribir a
Meta von Salis: "El mundo está
transfigurado, dado que Dios está en la tierra. ¿No ves que todos los cielos se
alegran? Acabo de tomar posesión de mi reino, arrojo al Papa en la cárcel y
hago fusilar a Bismark..."
Y al otro día a su amigo danés, Georg Brandes:
"Después de haberme descubierto, no
es gran cosa el encontrarme, ahora lo difícil será perderme" y firma: El Crucificado.
Los amigos se alarman, viajan a Turín, donde
lo encuentran en una habitación totalmente desordenada, desnudo, cantando y
bailando desaforado y diciendo cosas incomprensibles. Lo llevan al manicomio.
Obviamente no llegó a escribir nunca su obra
capital. Ya demente, su hermana se hace cargo de todos sus borradores (una
herencia filosófica fabulosa), esos a los que Nietzsche no se había decidido
publicar, los ordena de acuerdo con su criterio y lo terminará publicando con
el título La voluntad de poder. Por supuesto que en este
libro no están todos los papeles póstumos (que son decenas de miles) sino un
recorte hecho por la hermana.
Nietzsche no llegó a publicar el libro porque
no pudo darle una forma definitiva a su pensamiento. Hizo todo lo que pudo para
darle un "cierre" a su visión del mundo, pero no pudo, por las
dificultades intrínsecas del tema que quería resolver. Nietzsche se daba cuenta
de esas dificultades y por eso su terrible inquietud. Creo que la clave de su
desesperación se halla en su pretensión de haber resuelto el problema de la
verdad. Esa "solución" se expresa simplemente así: La verdad es el error que resulta útil para
la vida. Máxima que inspira y guía a todos los que en el siglo XX quieren
"licuar" el problema de la verdad, mediante un pensiero
débole, postmoderno, historicista, etc.
También a Nietzsche lo obsesiona el
cristianismo. En un fragmento póstumo dice:
“Ya no somos más cristianos: nos hemos salido
del cristianismo no porque no hayamos habitado demasiado cerca suyo, más aún,
porque hemos salido de él; es nuestra propia piedad más estricta y exigente
lo que hoy nos prohibe seguir siendo
cristianos”[v]
Creo que hay que tener muy en cuenta estos
párrafos, más secretos que sus jactanciosas y altisonantes declaraciones de
guerra al cristianismo y al platonismo. Porque quizá lo que dice en la carta
que firma como El Crucificado, no sea una mera locura, sino el retorno
definitivo de lo que él quiso por todos los medios desalojar. Los licuadores de
la verdad, tan entusiastas seguidores de Nietzsche, deberían tener en cuenta lo
que él termina diciendo en Ecce homo:
“Quizá soy un muñeco... Y a pesar de esto (o
no a pesar de esto, porque hasta ahora no ha habido nada más mentiroso que un
santo) soy todo lo contrario de un santo, a pesar de eso, la verdad habla por
mi boca. Pero mi verdad es espantosa, porque hasta el presente todo lo
que ha sido llamado verdad es la mentira.”[vi]
No hay verdad, todo
es interpretación.
Nietzsche tuvo la enorme grandeza de
desmoronarse en el intento de sostener esta idea: cuando se piensa en él, no
hay que olvidar que su Ecce homo,
tanto como las llamadas "cartas de la locura", también forman parte
de su filosofía. Hoy, para nosotros, los herederos de Nietzsche, ya nuestra
perspectiva no es tanto la de estallar, sino más bien la de desvanecernos.
Joseph Conrad dice que quizá lo último que se escuche en el mundo no será una
explosión, sino un gemido.
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