jueves, 5 de junio de 2014

Una defensa de la creación de la Secretaría de coordinación estratégica para el pensamiento nacional y algunas respuestas a un par de canalladas

por Daniel Cholakian

1) Empezaré por lo más meneado: el nombre de la secretaría. Evitaré discutir sobre estructuras burocráticas y nombre de secretarías, subsecretarías y direcciones sobre cuyos nombres nadie nunca puso la mirada, porque sería vano. Menos aún pensar sobre el modo en que a diestra y siniestra se hicieron cargo de la agenda que impuso –casi como nunca- el diario Clarín, porque sé que muchos se irritarían diciendo que no es por eso que pusieron su agudo grito en el cielo. De modo que voy a pensar a propósito del mismo, evitando los prejuicios que, como muchos, fueron parte de mi primera reacción.


a)   El nombre interpela a tres tradiciones al mismo tiempo y todas ellas parecen a la vez que sentirse excluidas, como si se les quitara un espacio de su propio campo.

La primera o la más directa, es la tradición que se encuadra en aquello que conocemos como el pensamiento nacional popular, que desde sus distintos matices y vertientes, pudo confluir en el peronismo o el radicalismo irigoyenista con FORJA y aquella continuidad subterránea en el tiempo que tuvo en cierto sector del alfonsinismo. Esta tradición conjuga los pensamientos que implican la Nación como colectivo y unidad orgánica del pensamiento político que, más allá de sus límites territoriales y la implicancia del estado moderno, supone la existencia de un pueblo plebeyo que es el centro de esa organización. Si bien hay tensiones evidentes entre las izquierdas y las derechas de ese pensamiento, este corpus de definiciones, autores modélicos y referencias políticas ha logrado hegemonizar para si –con todo lo que importa esto en términos de poder simbólico- la idea de “pensamiento nacional”. El solo hecho de que la secretaría lleve este nombre es un gesto político que des-hegemoniza, des-apropia la noción de aquellos que la poseían. Esto es importante para poder des anquilosar algo que estaba poniéndose no solo viejo, sino esencialmente poco productivo en términos de pensamiento político que interviene en lo social.

La segunda tradición con la que discute es con la tradición liberal. En este caso no hablo solo de la tradición liberal conservadora política –que abreva en cierta parte de la tradición liberal- sino en la más interesante tradición liberal académica, que fue una de las bases de pensamientos de las universidades, y que tiene hoy actores fundamentales que claramente pretenden refundar una corriente de pensamiento estratégico. Podemos poner los nombres de Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Luis Alberto Romero, o como ha sido Guillermo O’Donnell, por nombrar algunos de los más conocidos, aunque no por ello los más interesantes. Gran parte de los más interesantes pensadores de la década del ’60 surgen del pensamiento liberal. Una tradición que pulsa la tensión entre República y Nación, que recupera la idea de gobierno racional burocrático sobre la de populismo. A esta tradición la interpela en tanto la idea de pensamiento nacional es un concreto simbólico político, alejando al pensamiento del espacio de lo ideal, de la acción individual privada, para suponerlo como un constructo colectivo al mismo tiempo que lo asocia a lo nacional. De esta manera fija un punto de arranque de obliga a la tradición liberal a hacerse cargo de la trascendencia que tiene en este pensamiento en el espacio simbólico nacional o a retirarse a los antros académicos y los foros periodísticos, para defender las ideas como estandartes individuales aislados del debate político del presente.

En tercer lugar, el nombre de la secretaría interpela a los pensamientos de izquierda. Demasiadas salvedades pueden hacerse a propósito de situar un pensamiento de izquierda, tanto intelectual como institucionalmente. Lo cierto es que el pensamiento de izquierda ha forjado una tradición importante que no logró a lo largo de la historia instalar temas, discusiones, conflictos o identidades que pugnan en el centro de la política nacional. De más está decir que las dictaduras tuvieron como objetivo central la demolición de la construcción paciente del pensamiento de izquierdas. Pero también es cierto que en muchos casos, a treinta años del retorno a la democracia, gran parte de los intelectuales de izquierda han preferido mantenerse en sus espacios académicos más o menos institucionales, con mayor o menor asistencia del estado y no intervenir desde ese lugar en los debates públicos y menos aún promoverlos. En muchos casos desconociendo la famosa tesis XI de Marx en su crítica a Feuerbach. En el nombre de la secretaría se propone, desafía diría yo, a que la izquierda se haga cargo de la importancia que ese pensamiento tiene especialmente en los campos académicos, y salga a la luz de la confrontación con espacios comunes de orígenes diversos, para ser parte de esa construcción que es el pensamiento nacional moderno. No es deseable que sigan saliendo universitarios formados en las mejores escuelas del pensamiento de izquierdas mientras en las discusiones públicas sobre lo nacional y lo latinoamericano no aparezca esta tradición dando el debate. Gran parte del pensamiento de izquierda se ha dejado desplazar de este constructo por aquellos que han hegemonizado la idea de “pensamiento nacional”. El nombre de esta secretaría conmueve a estas tradiciones de izquierda porque lo obliga a ponerse el sayo.

b)   El nombre supone, como ya lo escribí, que el pensamiento nacional es una construcción y que reponer esta idea, dinamizarla y abrir los debates es también tarea del Ministerio de Cultura de la Nación. Suponer ya en el siglo XXI que el pensamiento nacional - entiendo por tal un pensamiento que asume la nación como un colectivo de identidades, movimientos y tensiones que se expresan en el territorio nacional, pero también en el amplio espacio de la América Latina- se constituye en un espacio público incontaminado al que las ideas llegan en igualdad de condiciones no puede ser considerado inocente. La tradición liberal propone una suerte de mercado de las ideas. Mercado al que todas las ideas confluyen libremente en igualdad de condiciones. El problema es que esta noción liberal desconoce que el modo de producción y circulación de los discursos está fuertemente ligado a la producción material y, por lo tanto, la supuesta libertad e igualdad de participación en un espacio simbólico de circulación nacional para las ideas, en tanto potencia productiva, es una ilusión. Editoriales, productoras de contenidos audiovisuales, medios de comunicación masivos son negocios y como tales funcionan. Con sus lógicas empresariales y sus ideologías. Sus conveniencias y sus alianzas, algunas tácticas y otras estratégicas. Por lo tanto la idea de una secretaría que promueva un espacio de debate de acceso más igualitario, federal, y que incluya no solo las tradiciones hegemónicas sino algunas que las modernizan y otras que francamente la cuestionan, es una iniciativa que propone una mayor apertura al debate. Esta mirada revierte la idea de una secretaría que imponga un modelo de pensamiento nacional que debe ser instalado como unívoco. Esa es la lectura que imagina que habría un secretario totalitario que dicta los contenidos de los libros que leerán los niñitos de la primaria. En mi caso, interpreto a esta secretaría como un espacio de promoción del debate, como la creación de una acción concreta del estado para facilitar la circulación de ideas que no logran encontrar su lugar de expresión en ese espacio simbólico del debate, en el cual se interviene con el pensamiento como una herramienta de transformación.

c)   Para ponerlo en términos del propio Ricardo Forster, el nombre es una anomalía. El nombre despertó críticas y gracias de diversa índole. Imposible no sentir al escucharlo reminiscencias de muchos tipos. En esa compleja suerte de apelaciones inmediatas, se abre (o se debería abrir) una suerte de debate productivo. Porque si bien puede remitir a un pensamiento nacional omnímodo, hegemónico, impositivo, también es cierto que propone la autoconciencia sobre la posibilidad de un pensamiento nacional, como un espacio en permanente producción de tensiones y no un discurso sobre el deber ser nacional. Es proponer, hacer evidente, declamar, la voluntad política de pensar lo nacional y latinoamericano asumiendo el momento histórico. Porque el pensamiento tiene productividad a lo largo del tiempo si es capaz de construir una conciencia del momento histórico y de implicarse en el debate de su hora. De allí que la tradición en la que abreve (y aquí simplificamos tres, pero podría complejizarse) no debe ser lo importante. Pues con esas confluencias y conflictos es que funciona esta dinámica productiva. El nombre en este caso es una anomalía en tanto viene a proponer  des anquilosar la noción de pensamiento nacional y que el debate de las ideas, con conciencia de su naturaleza histórica, sirva para pensar políticas y modelos de estado y resolución de conflictos. Entiendo que el efecto hubiera sido completamente diferente si la secretaría se hubiera llamado “Secretaría para la promoción del conocimiento diverso” o “Secretaría de promoción cultural”. La pregunta es: ¿qué política implica ponerle un nombre u otro?

2)   La historia de la Secretaría de Cultura de la Nación (ahora ministerio), no tanto en su estructura funcional, sino en relación al imaginario colectivo, remite centralmente a la producción artística, a su promoción a lo largo del país. Lo fundacional de la idea de cultura está en aquella vieja idea de la cultura elevada, institucional. Cuando la modernización llegó, la política cultural se hizo recital gratuito y masivo. Pero en ningún momento se quebró esta relación monolítica entre cultura y producción artística. En la creación de esta secretaría hay un sentido político que propone caminos nuevos en las funciones del ministerio. Es una decisión política. De política cultural. El ministerio de cultura es también el espacio propicio para la promoción del pensamiento. Ya no se trata de promover la industria del libro o del cine o de la música, las escénicas o las visuales. Todas ellas, según nuestra concepción, son formas del pensamiento. Se trata de promover el pensamiento como una práctica de cultura. Un pensamiento que no solo se desarrolla en los espacios institucionales estancos, sino que adquiere formas diversas. El pensamiento académico, formalizado en textos, pero también el pensamiento que surge de las expresiones estéticas, el pensamiento que se produce en colectivos sociales o en los infinitos grupos con identidades concretas que producen discursos de diversos órdenes. El pensamiento poético. Dar espacio y cauce a esas formas de pensamiento, ponerlas en conflicto, contraponerlas, darle al pensamiento estético el mismo estatus que el texto escrito formalizado, son tareas que desde el ministerio de cultura pueden llevarse adelante. No se trata de ordenar los textos, clasificarlos y archivarlos. Se trata de permitir una relación dialéctica entre la idea de la cultura como ministerio y la idea de la cultura como producción de múltiples orígenes y sentidos. Es en esa relación que debe funcionar esta máquina imperfecta de voces que suenan, resuenan y producen nuevos sonidos. Algunos de los que critican esta nueva secretaría seguramente prefieren un ministerio que se limite a otorgar subsidios a la producción de las artes, realizar recitales públicos masivos y gratuitos y cumplir con enviar las delegaciones nacionales a las bienales, muestras o festivales que suelen ocurrir en el mundo. Esa es la tradición que organizó la cultura en nuestro país desde la lógica de las elites. Nunca se le asignó a la cultura la función de promover el pensamiento. Al menos de forma autoconsciente. En alguna medida, la creación de esta secretaría pone en conflicto el centro de las políticas públicas en materia de cultura.

3)   La designación de Ricardo Forster parece apropiada en este sentido. Es un hombre formado en una de las tantas tradiciones de izquierda, proveniente de la academia, pero comprometido con la militancia política e identificado con el kirchnerismo en tanto ruptura de las lógicas políticas que lo anteceden y conforman. No fue formado en la tradición nacional popular y su pensamiento seguramente tiene con esta corriente, al igual que con el liberalismo, algunos importantes  puntos de coincidencia y de disidencia. Su designación rompe con la hegemonía o la apropiación espuria de la noción de “pensamiento nacional” que en muchos casos parece más una caricatura o un conjunto de aforismos reiterados como mantra, más que como ideas. Aquel viejo “pensamiento nacional” está muy lejos de ser un pensamiento en movimiento y políticamente productivo. En este sentido es también un golpe a cierto espacio político propio, a ciertas raíces invocadas por el peronismo dentro y fuera del kirchnerismo. La designación de Forster, aun cuando no garantiza nada, abre una puerta para que el pensamiento nacional no solo sea un modo histórico y vivo de pensar desde las tradiciones que nos recorrieron por dos siglos, sino también las otras que impactan en el pensamiento del presente. Desconocer la importancia de Foucault, Derrida, Lacan, Agamben, Bordieu, o las concepciones del buen vivir, la productividad social del pensamiento feminista, sería un tontería. Pero junto con ello debemos recuperar el pensamiento sobre la naturaleza, tanto de los pueblos originarios, como de movimientos sociales de la región y del ecologismo. Convocar a la discusión sobre la estrategia de desarrollo de los próximos cincuenta años requiere de todas estas tendencias, pero también de las nuevas ideas a propósito de tecnologías sustentables y reparadoras, cómo hacer colectivas identidades de grupos para compartirlas e integrarlas socialmente. Es por ello que Ricardo Forster tiene el perfil adecuado para articular la dialéctica de los debates de un modo capaz de producir sentidos políticos concretos. Lejos está de la vulgata del comisario político que con tanta sencillez se desparrama por ahí.

4)   Una de los cuestionamientos que trae la creación de esta secretaría es a la noción de que existen espacios pertinentes (y discursos pertinentes) donde el pensamiento se construye y encuentra su lugar. Las universidades serían uno de ellos y allí, para el estado, el pensamiento tendría su propia institucionalidad. Como en el arte, la academia se reserva para si la propiedad / potestad del pensamiento y el saber. Los saberes son muchos, adquieren diversas formas y se producen de modo colectivo en lugares y con metodologías diferentes. La universidad es uno de ellos, pero no son menos apropiados los saberes que desarrollan los movimientos sociales. Un ejemplo concreto son las ideas a propósito de la propiedad y el trabajo que han desarrollado los miembros de las cooperativas de empresas recuperadas. He allí, para poner un ejemplo concreto –como lo es la identidad de género o el matrimonio igualitario- prácticas concretas que producen un conocimiento que se integra a un pensamiento nacional con productividad política concreta. De ahí que la nueva secretaría sería una instancia clave para poner en diálogo todos estos espacios y todas sus formas de pensamiento.

5)   El 25 de mayo en su discurso, Cristina Fernandez rescató un artículo que ese mismo día había escrito el periodista Hernán Brienza en el diario Tiempo Argentino. “¿Es necesario traicionar a Arturo Jauretche?” es el título del mismo. En aquel, Brienza postulaba que luego de tantos años –ese día se cumplían 40 de su fallecimiento- no había un pensador nacional que lo reemplace y tampoco un corpus de pensamiento nacional que haya refundado la tradición nacional popular. La creación de esta secretaría por parte de la presidenta utiliza de algún modo esta idea como apoyo de palanca para lanzar una mucho más atrevida. No se trata ya de refundar el pensamiento nacional desde la tradición que hegemoniza tal denominación. Se trata de proponer la construcción desde otro lugar, desde otras prácticas, con otros actores, de un pensamiento que nos implique y nos incluya. Ya no nos paramos solo en Jauretche, Hernandez Arregui o Scalabrini Ortiz. Ya no nos quedamos en el ’45. Se trata de convocar desde el estado a pensar un país, desde las ideas pero también desde la creatividad y el pensamiento estético / artístico.

6)   La creación de la secretaría tiene también un sentido político más mundano y evidente. Nadie puede desconocer que Ricardo Forster fue uno de los voceros de la primera mención directa desde el kirchnerismo de la disyuntiva en torno a la sucesión presidencial. Sus palabras fueron claras: “Daniel Scioli no me representa”. Que la presidenta Cristina Fernández a 10 días de conocido tal pronunciamiento sea firmante del decreto que lo nombra secretario de estado, cobra una dimensión importante. No se debe inferir que la presidenta hace suyas las palabras de Forster, sería eso una tontería. Pero no puede minimizarse la puerta que ella abre para que el debate se legitime en el interior del kirchnerismo. Aquello que hace 10 días se decía por lo bajo y que en la propia reunión de Carta Abierta se debatió en un tono muy fuerte, es ahora habilitado como debate en el sector por la propia presidenta. Eso es un paso importante, porque no cancela la discusión como conducción imperativa sino que, como conducción política de fuerzas contrastadas, abre el juego al debate político que su espacio se merece. El nombramiento de Forster es también un mensaje al kirchnerismo. “Acá nada está definido”, parece decir Cristina Fernández con esta designación. Esto, para quienes apoyamos pero no firmamos a ciegas, es una buena señal.

Respuestas a algunas canalladas

a.   El diario Clarín –y muchos medios y usuarios de redes sociales a partir de él- tuvo el gesto sutil pero significativo de cambiar la preposición “para” por “de”. Así la secretaría dejó de ser “para el pensamiento nacional” a ser “del pensamiento nacional”. Simple pero efectivo. Lo que debería ser “deudor de” pasa a ser “dueño de”. Los gestos sutiles de los sujetos canallas producen mucho más sentido de lo que creemos. Este es uno de ellos.

b.   Los medios también asumieron que la designación de Ricardo Forster en la secretaría de marras es un “premio”. Esto supone una designación en un cargo como respuesta a un favor o a una tarea realizada por el nombrado en beneficio de la presidenta de la Nación. De este modo este nombramiento, como cualquier otro en cualquier jurisdicción, en cualquier momento de la historia y bajo cualquier partido gobernante, pierde toda legitimidad política. En este caso se niega la decisión política –más allá de gustos y deseos personales- que tiene toda designación de un nuevo funcionario en cualquier gobierno democrático. Lo que subyace detrás de esta canallada es la molestia que les produce a muchos la emergencia de Ricardo Forster ya no como intelectual aséptico, sino como militante político.


c.   Se escucharon por radio y se leyeron en gráfica especulaciones a propósito del monto del salario que cobrará Forster. Es la máxima de las canalladas, porque repite el sonsonete de que todo aquel que asume la función pública lo hace para enriquecerse. Es canalla suponer que toda persona es tan mezquina y corrupta como para asumir un cargo para “salvarse”, para llevarse ese dinero público en su propio provecho. Es ruin seguir creyendo que todo aquel que interviene en política lo hace solo para engrosar la billetera. Además, es peligroso. ¿O será que estos escribas y los recitadores de sus textos proyectan en otros los propios deseos que el inconsciente reprime? 

3 comentarios:

  1. Son muchas las propuestas para la discusión y muchos los caminos que abre el artículo para caminarlos juntos. Enhorabuena con la propuesta para imaginar "nos" como un colectivo que requiere unidad de pensamiento, símbolos viejos confirmados, nuevos en formación y se construya un lugar donde se impulsen acciones concretas.Esta "coordinación estratégica para el sentimiento" hasta hoy solo se manifiesta cuando por algún motivo hay que ponerse la camiseta nacional, lo que nos lleva necesariamente a una mística que compartimos en todo el país. Allí está manifiesta, deberemos encontrarla y traducir los sentimientos a ideas y acciones donde nos reconozcamos en su identidad.
    Encontrar los canales para abarcar "nos" en todos los niveles culturales, es el desafío. Muchos no pueden ponerse la camiseta porque dudan ...... del emprendimiento y en el compromiso. Dar la discusión, poner el pecho y ofrecer el alma (dice la canción de Fito Paez), nos dará la oportunidad del Encuentro con el otro (dice el libro Ryszard Kapuscinski), diferente a uno, con el que, nos agrade o no, compartimos el camino.

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  2. Exacto Andrés, lo que tenemos por delante es este desafío. Hagamonos cargo

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  3. Exacto Andrés, lo que tenemos por delante es este desafío. Hagamonos cargo

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