miércoles, 6 de mayo de 2015

Un héroe de dos mundos

que no es Garibaldi



por Lidia Ferrari

El último día de vacaciones me acordé de que me habían hablado de un museo de órganos, único en Italia, que estaba en la ciudad en la que me alojaba. Un pequeño pueblo colgado de una colina -borgo medieval-, hermoso, con toda la historia fascinante de los pueblos medievales de la toscana, en la zona etrusca… Llamé por teléfono y me atendió un señor con voz gruesa, que pensé sería esa persona de la cual me hablaron. El domingo por la mañana fuimos a visitar el museo. Fue tan emocionante la experiencia que al intentar narrarla todo suena hueco. Mientras termina de abrir las puertas de esa gigante iglesia medieval, el hombre nos dice que era la más antigua iglesia de la Maremma –la zona de la toscana en la cual nos hallamos-, del siglo XII. Se la ofrecieron para instalar su colección de órganos del siglo XVI, XVII y XVIII. Nos muestra las refacciones que debió realizar -con sus propios medios- y los tesoros que aparecieron en el transcurso de la obra. Este señor, Lorenzo Ronzoni, famoso como coleccionista, nos cuenta su osadía y su pasión, que lo llevó a mudarse a ese pueblo de Massa Marittima para fundar el primer museo de órganos de Italia. Sin subvención ni apoyo alguno. Con su trabajo personal puso en valor la arquitectura original y los frescos, que estaban tapados por años de abandono y pintura.

Se puede ver en el sitio del museo (acá) que Lorenzo Ronzoni fue el primero en Italia en hacer una publicación sobre la obra musical de F. Nietzsche, como tesis de su licenciatura. Yo no sabía que Nietzsche también había sido compositor.

 Mientras nos va mostrando su colección, se abre para nosotros la historia de la música a la par del rezongo y la crispación de un hombre que ha dedicado su vida a la música y a la colección de órganos de Iglesia por el maltrato y el abandono que se hace de la cultura y el arte en Italia. Su indignación y hasta su tristeza es la nuestra, pero se acrecienta cuando se le escuchan las razones contundentes de esas emociones. Un hombre solo luchando por conservar una obra de siglos, solo con sus medios y con su potente pasión. Mientras nos va contando la historia de cada órgano, se abre para nosotros una historia, la del piano forte, que no es sino un “forte piano” inventado por el italiano Bartolomeo Cristofori que, se lamenta, ya nadie recuerda. Italia, el país del arte y de la música, no se ocupa ya de su inmensa herencia. Y Lorenzo lo dice así: Esto –arte y cultura italianos- es nuestro petróleo, es nuestra riqueza, y la estamos destruyendo. La imagen es tan elocuente que me lleva a imaginar un país que abre sus pozos de petróleo y se anega en la sangre negra de su propia fortuna. Es la imagen de un país que está abandonando sus riquezas, su arte, su cultura ancestral, cuna de la cultura de occidente, cuando no las está regalando o vendiendo por dos mangos.

 Lorenzo nos contó muchas anécdotas desde sus tantas virtudes. En primer lugar como coleccionista que posee un tesoro en pianos y órganos, tanto como en libros y partituras musicales. Cómo músico, sabe de música y te la cuenta con una limpidez, con una simpleza y con tanto conocimiento... Nos cuenta sobre la invención del piano y la historia de cada uno de los instrumentos. Nos explica que los órganos de las iglesias italianas eran más pequeños que los alemanes, pues la música italiana es la del melodrama y bastaban estos hermosos y pequeños órganos para representarla. Nos explica por qué Bach no puede sonar en esos órganos que suenan tan hermosos, y nos lo muestra tocando. Es además un exquisito músico. Nos muestra el funcionamiento de cada órgano, de cada piano forte, de cada clavicémbalo. Nos muestra cómo la música de Mozart se hizo para ser tocada en ese “forte piano” y no en uno más contemporáneo. Nos muestra cómo sonaba el piano en el que tocaba Mozart, ya que tocaba para una decena de personas y nos muestra la imagen de esos pequeños conciertos, en los cuales la vibración del sonido no necesitaba ser fuerte, pues era el instrumento de un mundo silencioso. Nos dice que los pianos se han transformado y suenan poderosos ahora, porque los ruidos nos circundan y porque los conciertos son masivos. Nos hace apreciar la diferencia entrte los sonidos de cada uno de esos instrumentos y cómo y por qué la música que cada compositor engendró estaba hecha para ese instrumento y no para otros. Tanto, tanto nos enseñó.

Lorenzo no es un soñador sin más, se ocupa de poner en práctica sus ideas. Es un apasionado que sueña y realiza. En la visita había una familia con tres niños pequeños. A ellos se dirigía su arenga, porque era una arenga acerca de la felicidad de la música y una súplica para preservar los bienes valiosísimos que se poseen. Una frase les repitió varias veces, hasta que los niños la aprendieron. Les decía: “In Italia devi suonare, se non vuoi essere suonato”. Un juego de palabras que significa: "hacé música, estudiá música, tocá música, si no querés estar sonado, sino querés que te destruyan". La música como salvación era el mensaje de este hombre apasionado. Tantas notas de colores nos transmitía este hombre indignado con la Italia de los políticos corruptos, del menefreguismo, de la indiferencia, de la incultura, de la mafia, de la burocracia. A la entrada hay un cartel que dice: Valor de la entrada general: 4. Políticos en actividad: 10 Euros.



Como creía que en Italia iba a terminar abandonada al polvo, Lorenzo temía por la suerte de su colección. Se enteró de que en el pueblo de Urubichá, en la amazonia boliviana, casi todos los niños tienen mucho talento para la música y participan de una orquesta y un coro de música clásica. Decidió donarles casi media tonelada de su colección de partituras antiguas. La tarea no fue sencilla, pero al cabo de varios meses, en el pueblito amazónico de 6000 habitantes recibieron esta gigantesca y valiosa colección. En varios momentos nos habló de la musicalidad en Sudamérica, como factor de reunión y de socialidad, algo que, dijo, no existe en Italia. El sueño de Lorenzo es alguna vez poder ir al pueblo de Urubichá y escuchar la música que los niños y jóvenes tocan gracias a sus partituras.

La fortuna de este señor no es sino su pasión por la música. Fue profesor de lengua italiana y cuando se jubiló decidió crear este museo, con sus propios recursos, que no son pocos si se miden en pasión. El que vaya al museo sólo lo encontrará a él, un factótum que no sólo ha erigido la obra, sino que hace de guía a cada uno que llega. Su forma de contarnos la historia de la música a través de su historia personal y la historia de Italia es la mejor escuela que alguien puede encontrar. Los niños, si lo escuchan en el mismo registro que él les habla, sin duda que decidirán hacer música o conocer la música. Los niños que allí estaban lo escuchaban atentos y fascinados.

En la medida en que él nos mostraba su gigantesca obra en soledad, se mostraba en contrapunto toda la miseria de la actual situación política y cultural de Italia. Como dije al principio, estas palabras suenan huecas, porque hay que hacer la experiencia de ir a escuchar a un hombre que grita a voces su obra, que no es suya sola, sino que hace de cadena de transmisión de siglos de arte y cultura. Lo grita a voces a cada uno que entra a esa iglesia fría en invierno, porque el estado italiano no la calefacciona.

Si queremos comprender qué puede ser la transmisión, debemos hacer la experiencia de escuchar a Lorenzo que, cada vez, para cada persona, pone su cuerpo y su alma, para hablarnos no de él, que ha levantado esa obra, sino de todos los que han creado esos instrumentos, esa música. Con él comprendemos que no es sin pasión que es posible el traspaso de los bienes de la cultura. No es el guía que como un loro repite tantas veces para el turista la misma cantinela. Allí hay un ser cuya voz gruesa y gastada, -tendrá más de 70 años- resuena y brilla, nos conmueve, nos provoca, nos causa el deseo de saber música, de amar la música y, sobre todo, amar a la inmensa humanidad que en él se refleja.

Treviso, 2015

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