Ecos que flotan del seminario filosófico Repetición y diferencia, que transcurrió en octubre pasado
por Oscar Cuervo
[Viene de acá] El joven enamorado de La repetición vive su amor presente como si fuera un recuerdo porque lo experimenta como ya perdido. Hasta el momento ni siquiera perdió un grado de su intensidad amorosa, pero cada instante lo devuelve a la encrucijada en la que percibe que todo puede empezar a terminar. Los consejos de Constantin Constantius no lo ayudan. Sin que se sepa por qué, parecería que el narrador saca más provecho de la historia que el propio joven. Cuando el muchacho está a punto de sucumbir a la desesperación por la finitud, encuentra el Libro de Job, el hombre que perdió todo porque Dios lo estaba probando. La fidelidad de Job es lo único que conserva y eso le permite discutir mano a mano con ese Dios que le fue quitando todo. Dios entonces le dice a Job que estaba siendo sometido a una prueba y que logró cumplirla. Job entiende que no puede entender por qué se le da y por qué se le quita. Topándose con el límite, acepta no poder ver el otro lado. El límite es lo más propio que tiene. Dios premia a Job devolviéndole por partida doble todo lo que le había sacado. Job lo recupera.
El texto que estamos comentando no se titula con la palabra de origen latino repetitio -que en el danés de la época de Kierkegaard era de uso común, sino con otra, Gjientagelse, que puede traducirse como recuperar.
¿Podríamos a esta altura de nuestras lecturas re-titular la traducción y empezar a hablar de un libro llamado La recuperación? No sin descalabrar toda una literatura de comentaristas que giraron durante más de un siglo alrededor del concepto de repetición. ¿Sería una traición a Kierkegaard traducirla como La recuperación? No. ¿Haría ese pequeño cambio más comprensible el libro? Puede ser. ¿Qué hacemos con los lectores célebres que, en la filosofía y en el psicoanálisis, hicieron girar todos sus desarrollos a partir de la repetitio? Dejar que sigan. ¿Entienden bien aquello a lo que Kierkegaard apuntaba al crear al autor Constantin Constantius? Quizás no. ¿Es este malentendido subsanable? Es un poco tarde. ¿Podemos volver a empezar a leer a Kierkegaard prescindiendo de un siglo y medio de lectores? Debemos volver a empezar a leerlo prescindiendo de todos los lectores anteriores.
¿Cambiar el título La repetición por La recuperación hará que ahora sí lo entendamos? No es seguro. Es posible que Kierkegaard haya inventado a un escritor que no entiende a su personaje y a un personaje que no entiende bien lo que le pasa y que el resultado sea que la manera adecuada de entender el libro sea no entenderlo del todo. Porque el muchacho, al leer a Job, cree haber podido salir de su atolladero. Admite que ha perdido a su chica real para quedarse con el ideal de su amor, del que está seguro de que no sufrirá mella alguna por el paso del tiempo. ¿Entendió bien el muchacho la historia de Job? Me parece que no: cuando cree haber encontrado en Job la salida, el joven se entera de que la amada, comprensiblemente cansada de sus vaivenes, se va con otro. Entonces él sufre un shock. ¿No está verdaderamente resignado a que todo está perdido? Se comporta como si ni siquiera hubiera aceptado la posibilidad de perder algo. Su lectura de Job parece que no lo hizo llegar al fondo del pozo.
Lector: lo vas a perder todo. ¿Todavía no lo aceptaste?
Arriesgo: Kierkegaard quiso que la oscilación semántica entre la repetición y la recuperación esparciera una niebla en la comprensión de su libro. Que muchos se interesaran por el suspenso de cómo el muchacho podría repetir cada día su enamoramiento perpetuo, que la certeza de que todo va a perderse apareciera como un obstáculo molesto. Entonces sigamos leyendo La repetición / La recuperación. Quedémonos en este vaivén que desorienta. Una oscilación, algo no apropiado para acuñar un concepto teórico. La teoría no es el problema para el joven enamorado, ni para Kierkegaard. Sí para Constantius, autor de este "ensayo de psicología experimental", un espectador de teatro, es decir, alguien preocupado no tanto por el amor como por la representación.
Para nosotros es tarde: ya no nos es lícito desconocer la otra resonancia de Gjientagelse. Dejemos que la lengua, los desplazamientos semánticos y los malos entendidos hagan su trabajo, pero propiciemos recordar lo olvidado. Ya bastante olvidadiza es la existencia cotidiana como para seguir afianzando el olvido a expensas de Kierkegaard. Repito: el libro no se llama Repetitio sino Gjentagelse. Que los comentadores se las arreglen como puedan.
Quisiera detenerme en una pregunta que aparece en medio de una conversación que tuve con Esther Díaz. Ella me comenta: "por tu exposición, entiendo que, en la novela, el joven que cortó su noviazgo quisiera que se repitiera la relación de amor, y eso es imposible; que la repetición solo puede darse en lo religioso, pero no ubico la repetición en lo religioso". La acotación me lleva a una pregunta aparentemente más sencilla: ¿En La repetición se produce finalmente la repetición, la recuperación, o como quiera que lo digamos? Recorro otra vez mentalmente el relato y desemboco en lo que quizás ya sabía. No, en La repetición no hay repetición, recuperación ni como se quiera llamarlo.
Recordemos: un año después, a través de otro pseudónimo, Vigilius Haufniensis, Kierkegaard dice al pasar que Gjentagelse es interesante, pero Constantius ocultó en seguida lo que había encontrado, que además su forma humorística hace que a veces las palabras signifiquen todo y que otras ya no signifiquen nada. En esa insidiosa nota al pie de El concepto de angustia Vigilius agrega que hay un libro de otro autor salido ¡el mismo día! que Gjentagelse, que trata la misma cuestión. El libro se llama Temor y temblor, el autor (otro pseudónimo de Kierkegaard), Johannes de Silentio. Hay que dar vuelta el disco y poner el lado B: Temor y temblor, un libro por cierto nada humorístico.
¿Dónde está Kierkegaard? ¿En la broma de sacar dos libros, uno humorístico y otro terrorífico, el mismo día, con distintas firmas? ¿Hay algo más detrás de esta broma? ¿Consiste la broma en escribir de tal manera que los herejes no puedan comprenderlo", como dice Vigilius? Y si algunos no van a poder entender esto porque el escritor mismo se lo propuso, ¿quién va a poder entenderlo? ¿No se tratará de libros intempestivos, que aparecen en una época en la que, como dice Esther, no podemos "ubicar" lo religioso? Mediados del siglo xix, principios del xxi: Dios ha muerto, dice Nietzsche. ¿Y si el religioso Kierkegaard estuviera señalando el mismo acontecimiento que el Anticristo Nietzsche? ¿Acaso entendimos bien a Nietzsche cuando dice que Dios ha muerto? En La Gaya Ciencia lo pone en la boca de un loco que grita con una linterna en la mano: "¡Dios ha muerto, nosotros lo matamos!", mientras una pandilla de incrédulos se burla de él. ¿Dios ha muerto es lo mismo que decir "Dios no existe"? ¿No será que nosotros, contemporáneos de Kierkegaard y Nietzsche, no vemos en la niebla iluminista ni con la ayuda de una linterna? Pero Kierkegaard dice que es un escritor religioso. ¿Nos permitimos decir que es un escritor que no se deja ubicar? No es un filósofo, no es un teólogo, no es un pastor, no es un psicólogo ni un poeta. No sabemos bien qué es. En cuanto a nosotros, ¿podríamos leer a Kierkegaard y Nietzsche y ubicarlos?
Mejor pasemos a Temor y temblor, el lado B de Gjentagelse . A ver ahí qué se repite.
[Continuará]
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