Horacio
Buscaglia habla de Eduardo Mateo *
Horacio Buscaglia fue un creador polifacético: escritor, teatrista, autor de canciones, conductor de radio, publicista. Nació en Montevideo el 23 de marzo de 1943 y murió el 1 de febrero de 2006 en la misma ciudad. Para los más jóvenes: es el papá del talentoso Martín Buscaglia. Horacio conoció a Eduardo Mateo en 1967 y desde entonces hasta la muerte de este, en 1990, fueron grandes amigos y socios artísticos. Juntos hicieron las Musicasiones, una serie de espectáculos realizados en Montevideo en 1969 que, imbuidos en el espíritu irreverente de la época, combinaban música, poesía, performances, divagues, cine, humor y desconcierto, en un registro que iba desde el dadaísmo hasta el alegato político, pasando por la psicodelia. En 2003 Buscaglia recordaba así a su amigo:
"Alrededor de Mateo se han tejido demasiadas... es un tema que hay en
este país, que no lo tienen ustedes, ¿no? Ustedes a veces se quieren demasiado,
nosotros nos queremos muy poco. Y Mateo murió con hambre, murió sin tener la
caja con ropa que yo le presté pa’ que se muriera decentemente. Resultó que
después de muerto empezó a ser una especie de ídolo, después de muerto es que
se le hace ese libro (Razones Locas),
y fijate vos qué curioso, lo hace Guilherme, que es un tipo que Mateo ni
siquiera saludaba, porque lo consideraba un lance. Un lance para la gente nuestra es algo... no sé cómo
trasladártelo... Es un tipo sin swing, un tipo que puede tener conocimientos y
ser culto, pero es un lance, porque
no entiende las cosas, la vida, o quiere encasillarlas. Guilherme es un
brasilero, no vivió la mayoría de las cosas que cuenta, que después recabó,
¿no? La mayor parte de las cosas las conoce a través de discos, pero, bueno, la
paradoja de la vida de Mateo y de los uruguayos es esa. Mateo termina
muriéndose en un rincón del hospital de Clínicas y hoy un libro que habla de él
es un terrible éxito. A mí me parece interesante y lindísimo que la gente joven
se acerque a Mateo, que continúe en esa impronta que tuvo la generación de los
que que estuvimos amontonaditos en las Musicasiones.
Pero por otro lado te da un poco de rabia, porque muestra la hipocresía de esta
sociedad, la sociedad uruguaya es muy hipócrita, y particularmente con los
artistas, a los cuales, ni pelota. Fijate que cuando se murió Mateo a mí me
llamaron de las principales radios de este país, pero me llamaban a pedirme
discos, porque no tenían los discos de Mateo.
"En eso Mateo es un paradigma del artista uruguayo, somos tratados con
una hipocresía por la sociedad, por la izquierda, por la derecha, por la intelligentsia. Y, los amigos que el oro me produjo, en el Uruguay serían los amigos
que la muerte me produce, je. Porque también uno lee en ese libro, y se
sorprende, gente como yo, como Urbano, que éramos amigos de siempre de Mateo y
seguimos hasta el final con él, se sorprende de encontrar que, como yo digo, si
el 50% de la gente que dice que era amiga de Mateo, que creía que era un genio,
si fuera verdad, Mateo, yo no digo que no se hubiera muerto, pero la habría
pasado mucho mejor, hubiera comido todos los días.
"Hay cosas que se dicen de Mateo que me gustarían aclarártelas. Lo más
interesante del libro son las entrevistas, claro, claro que con ese handicap de
que hay tantos “amigos” nuevos. Pero lo más importante es que por primera vez
aparece un libro -más allá de que con Guilherme Alencar yo tengo muchas cosas
en contra de sus enfoques como crítico musical, ya que sea crítico me molesta;
en sus páginas de crítico es lo menos mateístico que existe: Mateo seguiría sin
saludarlo, aún hoy, pese a haberle escrito el libro-, pero Alencar Pinto se
tomó el trabajo de juntar todo eso, durante 3 o 4 años, lo que ningún uruguayo
nunca en la puta vida iba a hacer. Y particularmente nosotros somos los reyes
de los pelotudos, cosa que no guardamos nada, y él nos hizo buscar y rebuscar y
aparecieron algunas fotitos; luego se las quedó, eso es cierto, pero no
importa. Lo importante es que pinta, más allá de Mateo, una movida que hubo
acá, que estaba dejada de lado por los análisis culturosos de la intelligentsia uruguaya, estábamos
olvidados, ese grupejo de gente de Musicasión.
Pero después cuando Guilherme saca conclusiones, ahí a mi gusto le erra
muchísimo; y una cosa en particular: llega a decir la barbaridad de que cuando
Mateo mendigaba -porque Mateo mendigaba, él era una figura conocida en el
centro, aún para la gente que no lo conocía como músico, te pedía, ¿tenés 10 pesitos?-, y Guilherme dice
la barbaridad de que eso se debía a su interés por las religiones hindúes...
¡Nada que ver! Mendigaba porque no tenía pa’ comer, no tenía pa’ pagar la
pensión y se quedaba una noche afuera, con la ropa, con la guitarra.
"Y yo tengo una teoría sobre el mendigar de Mateo o la negativa de
Mateo de cantar las canciones que más la gente quería, entre ellas una que
hicimos juntos, El príncipe azul. La
gente se lo pedía y él se negaba. Cantaba cosas rarísimas. Yo creo que se
tomaba una especie de venganza con la sociedad, con todos estos. “Vos no me das
nada, vos no te das cuenta que yo soy lo que soy, yo entonces soy esto: te pido
un pesito, me rebajo, sentite bien o despreciame”. La gente se molestaba, no lo
quería ni ver, pero era porque era una cosa muy fuerte ver a un ser como Mateo
mendigando en la calle. “¿Vos querés que yo cante El príncipe azul, porque es bárbara la canción, es preciosa? Bueh,
yo no te la canto”. Y te canta una canción sobre la cotorra, esas cosas que
hacía Mateo que, además, lo más cómico es que decía que las hacía porque era
comercial: “no, no, yo hago esto porque es más comercial”. Cuando realmente lo
comercial hubiera sido que hiciera sus canciones. No sé, es una idea que yo me
hago.
"Mateo era muy consciente, porque también hay una especie de leyenda
que quiere pintarlo como muy volado, zarpado. Cosa que él también tenía como
todo creador, y el tema de la droga también le daba un poco más de zarpadera
que las normales. Pero era muy consciente. Mateo lo que necesitaba era trabajo.
El habría sido otro tipo, se habría muerto más tarde si le hubieran dado
laburo, de artista, ¿no? Cuando Mateo laburaba y ganaba sus pesitos con su arte, era otra persona. Mateo lo primero
que se compraba era ropa: su pantaloncito gris, su saco sport azul con botones
dorados, se empilchaba. Mateo siempre venía a manguearme guita, venía a mi casa
a comer. A tal punto que un día viene y me dice: “vo-vo –porque tartamudeaba un
poquito- Horacio, va-vamo a cer una cosa, porque yo vengo siempre y te-te pido
plata, para que yo no te joda más, viste? Vamo a fijar un día, yo vengo todo
los martes a las tres de la tarde...” Era como un sueldo, y caía a casa con
comida, con vino. El era un creador, y
como todo buen creador era un tipo especial, con una visión de la vida
diferente a otros. Pero no era un zarpado, un loco’e mierda. Más allá de que yo
lo vi tomarse un café con 8 antigripales pisados. Cosa que yo le decía: “Mateo,
dejate de joder, te doy plata y comprate cocaína, que es más sano que estos 8
antigripales picados.”
"Con respecto a mí, yo resolví algún día ¿cómo hago para sobrevivir?
Dije: bueno, yo tengo un talento acá, cómo es que lo puedo aprovechar, que no
me ensucie demasiado, que yo esté dispuesto también a transar algo, pero no
tener que transar nada en lo artístico. Yo era periodista de un diario del
partido comunista, El Popular, y
hacía teatro vinculado a la izquierda. Pero tuve la suerte o la desgracia de
laburar bien siempre, en la publicidad, que era la única cosa que se podía
hacer durante la dictadura. Yo trabajaba 6, 7 meses. Durante algún tiempo daba
la imagen de que estaba más normal, me recomponía, pagaba las deudas, pero me
enfermaba por dentro, hasta que no podía más y entonces volvía al teatro. Yo me
planteé esa forma de sobrevivencia, no es nada pura y tiene sus problemas.
Porque pese a haber recibido más de 100 premios en publicidad, yo fui el que que
gané el primer Clío en Cannes, pero hoy no me bancan, en el ambiente de la
publicidad nadie me quiere. Por un tiempo me bancaron, hasta que se dieron
cuenta que yo era un antisistema. Mateo no tenía más remedio que hacer lo que
hacía. Otra cosa no podía hacer. No tenía otro camino. Pero en este país no se
puede, así que tenía que vivir de la caridad.
"Yo quiero exorcizar ciertas cosas de lo que se difundió de Mateo.
"Hubo un tiempo en que yo estuve un poco enojado con él, por su
relación con la droga fue, allá por los principios de lo 70. Yo me enojé de que
él se amasijara tanto, me parecía que era una macana, que lo limitaba en su
parte creativa. Era una etapa de él en que estaba más preocupado por conseguir
droga que por tocar. Yo lo enfrenté muy duramente. Después entendí que me
equivoqué quizás ahí. Ta bien, yo estaba tratando de hacer algo por mi amigo,
pero me equivoqué, porque Mateo era eso, entraba a tu casa e iba al baño, abría
el botiquín y era un maestro, entraba a mirar todas las cajitas y pensaba qué
mezcla tenía que hacer. Era eso. Te anunciaba un concierto y no iba, o estaba
en el medio del concierto y sentía que había mala onda, se levantaba y se iba,
ese era Mateo.
"Mateo era un tipo muy difícil, con los músicos. Yo vi salir con la
cabeza baja del estudio a Hugo y a Osvaldo Fatorrusso, mirá de quién te estoy
hablando, los echó del estudio Mateo, estaban grabando. Yo salí y le digo al
Hugo: “Hugo, se pasó Mateo...” Y el Hugo me dice: “No, no, tiene razón, no lo
alcanzamos”. Era un tipo duro. Hubo una etapa en que se mofaron de Mateo. En un
recital yo lo saqué porque se estaban riendo, y el medio se ofendió conmigo.
Era una etapa muy jodida, era demasiado, demasiado. Se sentaba y empezaba a
afinar la viola, pero no la estaba afinando, estaba haciendo un tema. La gente
empezaba a gritarle cosas, le silbaban. Era muy feo verlo, era como si dijera:
“estúpidos...”. Eso fue por los años 70, llegó un momento en que ya nadie ni
siquiera le daba una sala, nadie le creía. Andaba con un cuadernito de esos de
nene, viste? Y te decía: “voy a hacer un recital, ¿vos vas a ir?”. “Sí, claro,
Mateo”. “Te anoto, son $ 20 la entrada.” “No, pero cómo...”. “Sí, yo estoy
cobrándola ahora”. Pero eran mentiras, vos le dabas los veinte pesos y no se
hacía.
"Después hubo una vuelta. En el 79, 80, plena dictadura, con algunos
compañeros hicimos un teatro, agarramos un lugar, La Candela y lo transformamos
en teatro. Mateo estaba muy bravo, muy bravo, los milicos ya lo tenían muy
golpeado, había estado preso en la cárcel de Migueletes por drogas. Estaba muy
asustado, sin plata, le regalaban una guitarra y la vendió. En ese momento ya
nadie le daba bola: nadie. Yo entonces me lo llevo al teatro y le armamos una
cama en uno de los camarines. Y como estaba en el teatro, vivendo ahí, le digo:
vamo’ a hacer un espectáculo. Se llamó Tres
bigotes y una mosca. Y era tan impresionante, porque la gente venía al
teatro y decía “vo, ¿en serio va a estar Mateo?”. “Mirá, te podemo’ asegurar
que sí, porque él vive en el teatro,
podemos darte fe que va a estar”. Porque la gente no creía que iba a estar
Mateo. Y fue brutal, porque él hacía más de un año que no hacía nada. Y se
transformó en un éxito y le quedaba una buena guita para él. Y Urbano, que
estaba en España, una noche le hicimos una cartita, Urbano recibió eso, le tocó
el cuore y se vino, se sumó al espectáculo, que pasó a llamarse Tres bigotes, una mosca y otra mosca más.
Esa fue la última cosa que hicimos juntos la gente de esa generación, los de
Musicasión. Y ese fue el rescate de Mateo. Porque además se hizo una novia, una
mujer muy bien, se fue a vivir con ella y allá se transformó en un señor que
veía televisión, tomaba la sopa, había que ir a verlo porque no quería salir.
Por eso hay una cosa en la que quiero insistir: Mateo necesitaba laburo: Mateo
tenía laburo y él estaba bien.
"Nosotros en Musicasión, aún
cuando estábamos políticamente comprometidos, habábamos del Che, le hicimos con
Mateo una canción a Ho Chi-ming, o denunciábamos el asesinato de un estudiante;
pero aún cuando hacíamos eso, nosotros no encuadrábamos en el tipo de artista
militante de este país. Éramos militantes, pero no encajábamos en eso. En este
país, todos tenemos que pertenecer a algo: partido tal del sector tal,
¿entendés? Y nosotros mostrábamos que no se necesita estar encuadrados en un
partido, ser militantes adustos, con el termo bajo el brazo, zapatillas:
podíamos tener el pelo largo y coso de terciopelo, o fumar marihuana; igual
hacíamos nuestro arte, dirigido contra lo que había que dirigirlo. Por eso fue
que en su momento nos ignoraron como generadores de una parte de la vida
cultural de este país. Uruguay tiene una característica que no tienen la Argentina y otros
paises: durante la dictadura, no hubo un solo intelectual más o menos valioso
que fuera de la derecha. El 100 % de la intelectualidad uruguaya estuvo en contra
de la dictadura y el 95 % es de izquierda, desde siempre. Pero está el
envoltorio de la izquierda, esa cosa adusta de los uruguayos, para el cual el
gozar del hecho de cantar, aún de cantar a la libertad, es sospechoso.
"Hoy todos los músicos hablan maravillas
de Mateo, pero en aquellos tiempos, en los 70, hasta los 80, no querían saber
nada de él, hasta lo despreciaban. Fijate vos que Jaime Ross, a quien quiero
nombrar particularmente, que hoy se adueña de la marca Mateo, que produce
antologías de Mateo, que dice que Mateo es su guía, su no sé qué, nunca le
grabó un tema en la etapa que Mateo se moría de hambre. Y Jaime, que era el
único que vendía discos en este país, con haberle grabado dos o tres temas,
Mateo capaz que comía más. No sólo eso: lo tuvo engañado mucho tiempo con que
iba a ser telonero de él. Hubiera sido bárbaro para Mateo, que le tirara 100
dólares, Jaime hacía 10 bailes por fin de semana. Pero resulta que hoy Jaime es
el pope, hoy hay fotografías de Mateo que las tiene Jaime nomás, hay que
pedírselas a él. Y resulta que Alencar Pinto era el empleado de Jaime; por eso
cuando se hace el libro, Jaime le escribe en la contratapa. Cosa que por muchos
de nosotros no fue bien vista, porque no tenemos una buena visión de Jaime como
persona.
"Mateo a veces me dice: seguí, acordate, seguí. Porque nosotros ya
estamos viejos, sesenta años, Mateo ya tendría sesenta y tres. Tiene sesenta
Rada, sesenta Caetano, Milton, no está tan mal tener 60. Yo a veces me conformo
con eso, pensando en todos los que tienen sesenta. Pero a veces te cansa, ¿no?
Yo tengo una visión muy apocalíptica del estado cultural del país y del mundo.
Estamos en un momento de la mayor decadencia. Y quisiera poder volver a pelear
como peleamos en los 60. A mí me da un poco de no sé qué ver cómo el sistema se
va protegiendo de los Mateo, cada vez va cerrándose más. A pesar de que creamos
que no, que este es un momento de más apertura, de más libertad, pero a algún
Mateo de hoy cada vez le resulta más difícil que a Mateo".
(Más sobre Eduardo Mateo acá)
* Entrevistado por Willy Villalobos en 2003. Publicado originalmente en revista La otra nº 2, primavera 2003
(Más sobre Eduardo Mateo acá)
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