jueves, 2 de enero de 2014

Variación kafkiana

por Liliana Piñeiro




Buenos Aires, un día de Invierno del Siglo XXI

Mi estimada Señorita Gregoria:


Ud. me conoce, nos hemos cruzado a veces en los ascensores. Yo la recuerdo perfectamente porque Ud. me ha provocado una especial simpatía. Y es en virtud de este sentimiento que me atrevo a escribirle.

En principio, debo decirle que su nombre me provoca una vaga inquietud. Creo haberlo escuchado antes, posiblemente asociado a alguna experiencia de transformación... Pero como mi memoria es más bien escasa, he decidido no dedicarle a esta impresión más tiempo que el necesario.

Soy una persona franca. En los tiempos que corren, la sinceridad puede considerarse una virtud, aunque llevada a sus extremos algunos la ven como un defecto. En mi caso, va acompañada por un impulso piadoso, producto quizá de una educación religiosa ya lejana (no soy muy joven, como podrá apreciar).

Debo confesarle que le he escrito algunas pequeñas misivas anteriormente, con el objeto de advertirle... Su tono ha sido más bien poético, tomando en cuenta a Rilke, para quien la belleza nos permitiría soportar cierto grado de lo terrible... Parafraseando a una de nuestras mejores poetas místicas, podríamos decir que la poesía sería el andamio de la Verdad.

Pero no quiero aburrirla con mis disquisiciones. El motivo de esta carta es decirle, directa y francamente, que Ud. está mutando... Es un fenómeno que he observado varias veces en mi vida, y ésta parece ser una más.

Tomé la decisión de decírselo porque, como ha sucedido en otras ocasiones, los mutantes son incapaces de ver los cambios que se van produciendo en su propio cuerpo, mientras que sus allegados disimulan frecuentemente sus impresiones, con el objeto de no provocarles pánico o fastidio, ambas reacciones totalmente justificadas en este tipo de casos. (Seguramente conoce Ud. aquella fábula del Rey desnudo al que los súbditos alababan sus vestidos...).

A continuación, paso a detallarle los signos que he registrado hasta el momento, como claros indicadores de su mutación.

Cierta mañana de mayo, he advertido algo que otros calificarían (eufemísticamente, claro) de “ojos hinchados”, propios del despertar reciente. Sin embargo, yo advierto que sus globos oculares pugnan por avanzar sobre la cara, elevándose interiormente, y produciendo un efecto de promontorio debajo del párpado inferior. Es obvio que su crecimiento va avanzando bajo la piel.

Asimismo, hace aproximadamente unos quince días, ha cambiado Ud. su peinado. Posiblemente tenga un peluquero piadoso, decidido a disimular tras un nuevo look esa especie de antenas con las que Ud. se orienta en la calle tan bien, últimamente. Le puedo asegurar que ha hecho milagros: su cabello luce prolijo como siempre. Nada se eleva sobre él, afeando su contorno...

Más o menos desde esa fecha, he notado el uso frecuente que Ud. hace de ciertos abrigos largos (algunos llegan incluso más allá de la rodilla) que la gente suele llamar “tapados”. Sería demasiado fácil pensar que esto se debe a las bajas temperaturas. Pero a mí no me engaña: Ud. tapa con ellos el caparazón, algo rígido que va cubriendo su cuerpo. Al bajar del ascensor, cierto crujido debajo del mismo la delató.

Sé también, por experiencia, la utilidad de dicha prenda para ocultar las alas incipientes...Y su caso, seguramente, no es la excepción. ¿Por qué habría Ud. de darle otro uso sino éste?

Cabe señalar aquí que sus movimientos también fueron objeto de mi atención. Camina Ud. ligeramente más rápido que lo habitual...Ayer mismo, al salir del edificio casi atropella al encargado, quien disimuló su terror al ver una cara cada vez más alejada de lo humano...

¿Tan apurada estaba? No, en absoluto. Estoy plenamente convencida de que esa brusquedad para deslizarse es propio de ciertas patas...Sobre todo cuando los ejemplares son jóvenes y carecen de entrenamiento.

Y, finalmente, como una prueba irrefutable de su cambio, está la reacción de Washington. ¿No ha notado Ud. que la huele con extrañeza y que su ladrido, al verla aparecer, es diferente a otros ladridos?. Los animales suelen ser particularmente sensibles a las mutaciones, y generalmente reaccionan con desesperación. Así es que Washington se agita y ladra descontroladamente. Yo he intentado calmarlo con la potencia de mis gritos y un golpe (no demasiado cariñoso, debo admitirlo) sobre su hocico, tras lo cual W emite una especie de quejido, confuso y melancólico.

Hasta aquí mi registro, el cual, por supuesto, no pretende ser exhaustivo. Lamentaría mucho que Ud. desechase esta carta sin prestarle la suficiente atención. Lejos de mí está el provocarle algún temor...Yo cumplo con mi deber de buena vecina, es decir, ser absolutamente sincera para con una compañera de condominio que está experimentando tal cambio en su naturaleza.

La vida me ha enseñado que es un signo de madurez asumir nuestra identidad. Ud. sabe: las mínimas diferencias en la cadena evolutiva suelen dar como resultado grandes transformaciones, las cuales se manifiestan a lo largo de varias centurias (algunos llaman a este fenómeno “efecto mariposa”, pero yo preferiría esperar la denominación científica adecuada). Debo decirle que he hablado con varios profesionales sobre este tema y, aunque ellos discrepan ligeramente con algunas conclusiones a las que arribo (tengo entendido que contradecir a los pacientes forma parte del tratamiento) estimo que, secretamente, me admiran... Hay que tener una mente abierta para poder captar estas sutilezas.

Seguiré observándola (disimuladamente, claro, para no incomodarla), y puede Ud. estar segura de que todo indicio que descubra lo registraré con minuciosidad (como es mi costumbre) para luego comunicárselo a la mayor brevedad posible. Estaré así cumpliendo con una misión sagrada: develar el misterio de las mutaciones que, año tras año, se producen a nuestro alrededor, dando origen a nuevas especies en los siglos venideros.

Siempre suya


Una Vecina fiel a la Verdad

5 comentarios:

  1. muy bueno liliana!! pobre señora... no sé qué es peor, si mutar en cucaracha o tener vecinas como ésta... jaja besos!

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    1. Tener esas vecinas, seguro...!!! Con esa pasión tan paranoide por los indicios...

      Este cuento lo escribí ya hace un tiempo, y le tengo mucho afecto, posiblemente porque me divertí mucho al hacerlo.

      Gracias, Julieta

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  2. Qué barbaridad!! ya ni puede uno mutar tranquilamente sin que aparezca algún vecino fiel a la Verdad...

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  3. ¡Qué placer la lectura de la Variación! Y, ¡qué horror que la metamorfosis no sea un acto íntimo! Los hados nos libren de esas vecinas.

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